ARCHIVOS EXPIATORIOS: ¡Pasen y lean! Recordemos al fabulista de lo oscuro definitivo. Nunca un fauno volverá a ser un entrañable fornicador mitológico ni los espíritus del bosque serán encantadores entidades benéficas.
El escritor del sur de Gales Arthur Machen (1863-1947) tiene el honor de suponer una rara avis
dentro del círculo de autores de fantasía provenientes de la época
victoriana. Aunque su magnífica prosa erudita podría evocar el estilo
recargado y detallista de otros grandes de la escena como M.R. James o, sobre todo, Le Fanu,
lo cierto es que por temática y por tono, la obra de Machen rehuye
todos los lugares comunes de los creadores decimonónicos. Su genial
aportación consiste en concentrarse más en el terror sobrenatural de
misteriosas fuerzas elementales de la naturaleza antes que en fantasmas y
monstruos, acompañado todo ello de una atmósfera de raigambre
espiritual y metafísica que puede resultar algo difícil en primeros
intentos de aproximación a sus escritos. Pero que una vez se entra en su
juego literario, el lector no
puede menos que sentirse completamente envuelto en el relato y
embriagado por sus poéticas y fuertes imágenes. Leer algunas de sus
obras capitales como “El Gran Dios Pan”, por citar una
de las más famosas, es una experiencia enriquecedora y adictiva que
puede provocar encendidos rechazos o enormes parabienes. Pero nunca
dejará indiferente.
Hijo de un sacerdote anglicano y criado en una rectoría, el pequeño Arthur se sintió enseguida atraído por las leyendas y tradiciones féericas del folklore de su país. Crecer en una zona tan llena de bosques sombríos y colinas enormes como el condado de Gwent alimentó sin duda la imaginación del niño, que también se vio estimulada por los tan comentados descubrimientos arqueológicos de la época, consistentes en estatuas y grabados de raíz pagana pertenecientes al periodo de la ocupación romana en tierras inglesas. Todos esos elementos fueron retomados posteriormente en la prosa lírica de Machen, fuerte evocadora de esos cultos secretos y antiguos que tanto influenciaron a H.P. Lovecraft. A pesar de su vívido espíritu creativo, sus padres no fueron lo suficientemente acaudalados como para pagarle una educación en Oxford, así que al alcanzar la edad adulta, Machen se trasladó a Londres para desarrollar una exitosa carrera dentro del periodismo. Para entonces ya había auto-publicado un volumen de poesía y pronto comenzó a llevar a cabo una labor traductora de los clásicos, que alternó con sus primeras obras de ficción, muy influenciadas por autores como Rabelais. Desde luego Machen no era un escritor que siguiera las modas del momento.
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El Autor en 1890 |
Pero
a partir de la década de 1890 comenzó a desarrollar ese estilo de
escritura gótica tardía de raigambre realista que tan bien llevaron a
cabo autores como Wilkie Collins y pudo dar a luz a
esos relatos cortos que hicieron historia del horror literario. Aunque
nunca abandonó su posición de articulista (polémico a veces), y sus
relatos cortos también abarcaron el género humorístico y de suspense –un
ejemplo de esto último sería su relato “Un Chico Listo”- es en esta época cuando despunta en todo su esplendor su obra esotérica. Además de “El Gran Dios Pan”, novelas como “Los Tres Impostores” fueron un éxito para Machen, aunque con el comienzo del siglo
XX,
su fama sufrió un declive en parte debido al interés que el escritor
desarrolló por el ensayo religioso y por el teatro (fue actor y giró con
su segunda esposa con una bohemia compañía itinerante), antes que por
la ficción sobrenatural. En sus años de gloria formó parte de la
hermética “Hermandad Del Amanecer Dorado”, orden espiritual a la que también pertenecieron otros grandes de la literatura sobrenatural del XIX, caso de Algernon Blackwood, Guvstak Meyrink y –posiblemente- Bram Stoker.
Pero a pesar de su interés por el mundo metafísico, lo cierto es que
sus creencias no le vinieron impuestas por nadie, sino que se formó una
especie de religión propia basada en su amor por el espiritualismo
celta. En sus últimos años abandonó la escritura, pero ya nos había
legado un corpus legendario, con algunas obras que han sido
reivindicadas bastante tiempo después de que la figura de Machen cayera
en el olvido.
Como decíamos, si hay algo que caracteriza a la prosa de Machen es su tono poético. Con sus manierismos esteticistas –pero con sentido-, y ese fluir pausado de su narrativa, el señor Machen consigue imbuir al lector de un espíritu evocador de tierras lejanas, de fantasía y misterio. De extraños mundos alternativos que, a pesar de todo, forman parte del nuestro. “El Pueblo Blanco” en ese aspecto, podría definirse como su obra maestra. La inquietante historia que una niña deja escrita en un libro de tapas verdes, concerniente a sus encuentros con seres de otro plano que habitan en el bosque (solo se los define como “blancos”. De hecho "The White People" es el título original del relato), estremece al lector con una especie de terror sobrenatural
no
basado en la aparición de monstruos o espectros, sino de una especie de
deidades que muchos cronistas identifican con las criaturillas del
folklore. La “gente pequeña”, como se la llama, haciendo y
deshaciendo sus conjuros al margen del mundo, y cuya aparición en el
mismo lugar que habitan los humanos puede ser fatal para estos últimos.
No menos terrorífica, y si de hecho más accesible para el lector casual,
es la historia de “El Gran Dios Pan”, que ilustra el mito del fauno y
lo incrusta en la realidad cotidiana de todos los días, sin perder un
ápice de fuerza y horror atávico. Quizás la estructura de esta historia,
con cierto toque de misterio detectivesco, es la razón de que se lea de
forma más fluida que otras incursiones más arcanas de Machen en la
ficción de horror. A esa vertiente pertenecen relatos no menos
magníficos como la soberbia “La Novela Del Polvo Blanco” (a la que se le han atribuido todo tipo de curiosas interpretaciones alegóricas, de tipo sexual incluso) o “La Pirámide Resplandeciente”,
que cuenta de forma pausada una extraña historia sobre la desaparición
en un bosque de una chica, acompañada de símbolos esotéricos trazados
con piedras y madera en el suelo –detalle que parece haber sido
homenajeado en la reciente “El Proyecto de la Bruja de Blair”-
y la relación con ese misterio que podría tener un pozo abandonado del
bosque en cuyo fondo parecen moverse cosas de más allá de este mundo.
Todos estos elementos fueron capitales, como adelantábamos antes, en las
obras de horror cósmico de Lovecraft, el cual incluso citó deidades
creadas por Machen y desarrolló muchas de sus ideas dándoles nueva y
original forma.

Como decíamos, si hay algo que caracteriza a la prosa de Machen es su tono poético. Con sus manierismos esteticistas –pero con sentido-, y ese fluir pausado de su narrativa, el señor Machen consigue imbuir al lector de un espíritu evocador de tierras lejanas, de fantasía y misterio. De extraños mundos alternativos que, a pesar de todo, forman parte del nuestro. “El Pueblo Blanco” en ese aspecto, podría definirse como su obra maestra. La inquietante historia que una niña deja escrita en un libro de tapas verdes, concerniente a sus encuentros con seres de otro plano que habitan en el bosque (solo se los define como “blancos”. De hecho "The White People" es el título original del relato), estremece al lector con una especie de terror sobrenatural

Podríamos citar muchas otras historias de Arthur Machen –otra genialidad es su asfixiante novela corta “El Terror”-, pero como acercamiento a la obra de aquel soñador de fantasías, el cual nada tenía que envidiar al mismísimo Lord Dunsany, creo que ya hemos citado algunas claves y símbolos para dar una idea de la gran obra que nos legó el galés y su gran influencia en la literatura de terror de sus predecesores.