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lunes, 20 de mayo de 2013

"ELEMENTARY" (Piloto) – Oda al descafeinamiento

New Holmes, New Watson, New York. Con un par.
Finalmente y tras muchas reticencias me dio por echarle un tiento al otro Sherlock moderno, consecuencia directa del éxito del de la BBC, y también consecuencia directa de la poca vergüenza, desidia, falta de ideas e ignorancia que tienen algunos entes de la industria del entretenimiento, en este caso americanos. Que esta supuesta “edad de oro” en la televisión yanqui que nos quieren vender a base de cuatro series gloriosas y docenas absolutamente mediocres es un poco exagerada es algo que llevo tiempo rumiando. Han habido series estupendas en los últimos años –aunque la verdad es que a la altura de “The Wire” ninguna-, pero también una procelosa cloaca de fracasos clamorosos (como las últimas series de Spielberg o Abrams) o éxitos totalmente sobrevalorados (admito ser uno de los que no han caído bajo el hechizo de los “Juegos Tronados” o los “Vivos Murientes”). Con “Elementary” inauguramos una nueva categoría: La “serial explotation”. Es decir, si modernizar a Holmes ha tenido éxito en la teuve inglesa, ¿Por qué no explotar la idea nosotros también? Eso sí… a la americana, claro.


Y literalmente eso es lo que encontramos aquí, un Sherlock a la americana –nada que ver con Harry Dickson o Solar Pons, por desgracia-, lo que implica el punto de vista de los americanos con respecto a Holmes y que viene a ser el de “un excéntrico yonki”. Así pues, vemos a un tipo que se hace llamar “Sherlock Holmes”, pero que ni actúa como él, ni se viste como él, ni se mueve como él ni recuerda a él más que en el nombre. Johnny Lee Miller no es mal actor, pero su interpretación se reduce a gesticular, tirarse al suelo, poner ojitos y hacer el mono, para demostrar que, en efecto, la visión estadounidense de la excentricidad “brittish” se reduce básicamente a ser un payaso. Quizás como contrapunto, se ha elegido como Watson a Lucy Liu, una mujer que, además de una intérprete pésima, es de una sosería y “cara-poker” de libro. Y ese libro no es de Conan Doyle precisamente. Lo de poner una Watson femenina no merece ni comentario, pues en este capítulo ni aporta nada como cambio ni tampoco es una mejora –la química entre los dos actores es nula-, así que supongo que esto quedará más desarrollado en posteriores episodios, que no me voy a molestar en ver. 


Porque… ¡Que aburrimiento de piloto! Que historia más trillada y que cantidad de chorradas realizan todos los personajes en una historia de misterio que no se sostiene por ridícula. Dos momentos de presentación de Holmes absolutamente patéticos merecen destacarse: Uno, su primera aparición, con el torso tatuado al descubierto y recitándole a Watson un parlamento amoroso que ha memorizado de una peli cutre que ponen en uno de los múltiples televisores que tiene en su cochambroso piso. No hay explicación a porqué hace esto ni que tiene que ver con nada. Inmediatamente descubrimos que este tipo que responde al nombre de Holmes fue enviado a America por su padre para desintoxicarse de su dependencia de la drogaína. Luego descubre que Watson fue una ex-cirujana, ahora “cuidadora social” y traumatizada por un paciente que estiró la pata en una de sus operaciones. El detective consultor muestra pocos rasgos de arrogancia y se disculpa repetidas veces por su extraño comportamiento y sus insensibles deducciones (¿¿¿????). En ese sentido el momento de traca es el segundo de los que os quería destacar: el tío ese de nombre Sherlock descubre un cadáver tras una pared en lo que, en un principio, se suponía que era el escenario de un secuestro. ¿Y que puede decir Holmes al verlo para salirse completamente del personaje? Pues lo que dice: “A veces odio tener razón” (Doble ¿¿¿¿????). En fin…


El resto es una sosísima trama de “whodunit” que se averigua  a la legua (lo de que solo haya un sospechoso también ayuda, la verdad), pero lo peor de todo es que es inconsistente con el plan que el supuesto “maestro criminal” pone en marcha. Plan que, por cierto, es una soberana memez. SPOILER ALERT (Y bazofia alert, también): Un nota decide que quiere matar a su esposa para cobrar unas movidas de seguros y enriquecerse. Hasta ahí bien. ¿Cuál es el plan maestro que se le ocurre para cargársela? ¿Cómo conseguir el crimen perfecto sin ensuciarse las manos? Pues resulta que el chaval es psicólogo y esta tratando a un asesino en serie que solo mataba pelirrojas jamonas y que está en proceso de rehabilitación en su consulta. Así que, tras no ayudarle mucho psicológicamente para que deje atrás su obsesión por asesinar “redhairs”… le dice a su mujer que se tiña de pelirroja, se haga la cirugía estética –“vas a estar más guapa, cariño”- y la señora no solo acepta, sino que su marido la pone en el punto de mira del asesino en serie sin mayores problemas.


Se la carga pues, se reabre pues el caso del mata-pelirrojas y el eminente doctor se ha salido de rositas porque toda la culpa va al veterano asesino en serie. El cual, aparece muerto en su casa en lo que parece un suicidio por la culpa. Pero gracias a las dotes deductivas de Holmes se descubre el pastel y que el malvado psicólogo mató al asesino en serie para que pareciera un suicido. Un momento, ¡Dadle al pause! ¿Me están diciendo que este tipo se tira años con la molestia de conseguir que su mujer se cambie de aspecto, azuza al asesino en serie para que se la cargue y así él no macharse las manos… Y al final se lo carga él personalmente? Y ya que su genial plan implicaba tener que arriesgarse a que descubran que ha matado al serial killer… ¿No le salía más a cuenta cargarse discretamente a su esposa y punto? Tanto trabajo para que al final te capturen por descuidado a última hora. ¡Y vaya forma de ser pillado, por cierto! Resulta que la clave de todo el caso es un paquete de arroz que no debería estar en la escena del crimen. ¿Y quién da la clave de ese giro inesperado? ¡¡Por supuesto que Watson!! Si hay arroces de por medio, la única oriental del elenco tenía que destapar el pastel.


Resumiendo, el “Sherlock” de la BBC respetaba obviamente el entorno y personajes de los libros originales pero por mucha modernización que le rodeara, Holmes era perfectamente reconocible por cualquiera que conozca mínimamente al personaje. Mientras que en “Elementary”, Sherlock está en America pero no parece un pez fuera del agua, porque sencillamente el que sale no es el detective. Es facilísimo plagiar algunos “tics” del personaje, insertarlos en una historia que hubiera funcionado con cualquier otro ente de ficción que no fuera él y llamarlo Sherlock Holmes. Bueno, facilísimo y rentabilísimo, claro. A ver quien se hubiera tragado este aburrido y desangelado piloto de serie policiaca genérica y mil veces vista si no fuera porque su protagonista se llama como se llama.

Serie a la hoguera, hala.

jueves, 9 de mayo de 2013

"JOHN CARTER" De Andrew Stanton


¡Ay, señor, señor! Con lo fácil que parecía adaptar a John Carter al cine. Tenemos una saga de nóvelas todas ellas casi películas en sí mismas, llenas de acción, romance, personalidad propia y calidad a raudales. No en vano fueron firmadas por Edgar Rice Burroughs, que ya había entregado otro icono de la cultura popular en su creación de Tarzan. Además con un reparto de personajes memorable como pocos: El propio John Carter, un curtido excombatiente de la guerra de secesión y su novia alienígena, la sexy y carismática Dejah Thoris. Conflictos entre facciones enfrentadas – ¡y encima una de ellas está formada por marcianos verdes de dos metros y cuatro brazos!-, el sentido de la maravilla propio de la literatura de primeros del siglo XX y la posibilidad de hacer al fin justicia fímica a una saga que ha sido una de las mayores influencias en el cine de fantasía y aventuras de la historia. Tanto “Star Wars” como “Avatar” han copiado cientos de elementos de la saga marciana que nos ocupa, y los poderes que adquiere el propio Carter al llegar a Marte –debidos a la gravedad del planeta- le convierten también en el principal precedente de Superman, y por ende, de todo el género superheróico.


Por eso da tanta lástima que este glorioso legado no hay sido del todo aprovechado en esta primera película del personaje. El film que dirige Andrew Stanton es entretenido, consigue mantener la atención casi en todo momento –y digo “casi” debido a un par de estridentes bajones de ritmo- y tiene un diseño formal (y de efectos especiales) de los de quitarse el sombrero. PERO –y estamos ante un pero así de grande- hay un par de fallos de guión y, sobre todo, de casting que pueden resultar en una experiencia no todo lo satisfactoria que debería haber sido, cuando no directamente fallida. Lo primero es apabullar con personajes y elementos desde los primeros minutos, que en lugar de agarrar al espectador por medio de cierta exposición narrativa, se dedican a acumularse unos sobre otros pudiendo llevar al aturdimiento y, lo más grave, al desinterés. El personaje de Carter es llevado de la tierra a Marte (o Barsoom, como se dice allí) y se ve metido siempre en el meollo de cientos de situaciones frente a las que apenas reacciona, dejándose llevar de una “set-piece” a otra, como si de un videojuego se tratara sin demasiado desarrollo de su personalidad o motivaciones. La historia además, quitando un par de detalles oscuros, acaba pecando de exceso de simplicidad. No llega del todo al infantilismo, pero sí que no aprovecha multitud de elementos interesantes que podrían haber enriquecido la adaptación (el pasado bélico de Carter, el choque cultural, la matanza entre los distintos pueblos y las conspiraciones en la sombra…), quedándose sencillamente en una sucesión de peleas y rescates de princesas que nos recuerda que la productora del film es la mismísima Disney.


Pero lo peor de todo es sin duda la elección de los personajes principales. Lynn Collins está correctita tirando a insípida en el papel de Dejah Toris, pero es que lo de asignar el papel principal y motor de la película a un intérprete no solo tan justito, sino además tan soso como Taylor Kitsch, eso ya sí que no tiene nombre. Kitsch pasea sus músculos sin carisma con un único gesto facial en toda la película, mientras cualquiera de sus actores secundarios –especialmente James Purefoy, Mark Strong y hasta el perro marciano mutante- tienen más empatía con el espectador y con lo que cuenta la historia. En definitiva estamos ante un divertimento intrascendente que no hace llevarse las manos a la cabeza, pero tampoco consigue llegar a emocionar más allá de un par de aislados momentos. A pesar de la impresionante factura técnica y –a ratos- artística, las maravillosas novelas de Burroughs merecían mucho más.

jueves, 2 de mayo de 2013

“AFINIDAD” De Sarah Waters


Admito que afronto la escritura de esta supuesta reseña con un cierto sentimiento de culpa. Sarah Waters, escritora británica que comenzó a hacerse famosa a finales de la década de los noventa y que lleva publicadas cinco documentadísimas novelas sobre la época victoriana y primeros del siglo XX, posee una particularidad que ningún otro escritor ha logrado de momento: Conseguir que intente leerme al menos tres de sus novelas sin poder terminar ninguna. Y lo digo reconociendo que esta mujer sin duda escribe bien, que sus descripciones ambientales tienen mucho trabajo y que sus temas probablemente son más “profundos” de lo que me parece a primera vista… pero sus libros me resultan aburridísimos. Y no porque sean especialmente tediosos “per se”, sino porque me parecen un simple “revival” de mil cosas que ya me he leído antes.

El caso es que un amigo mio está haciendo un máster sobre literatura en el que uno de los temas estrella es el, así llamado, “Neovictorianismo”, en el que están estudiando a escritoras que escriben novelas ambientadas en el XIX pero filtradas a través de un tapiz moderno y transgresor para con la literatura del periodo. Aparte de a Sarah Waters también le están hincando el diente a A.S. Byatt de la que disfruté sus “Ángeles e Insectos” y estoy pendiente de leer su “Posesión”, pero el caso es que ya que intenté leer sin éxito a la Waters via “Falsa Identidad” o la más reciente “El Ocupante” y aprovechando que mi colega, fan del cine y del completismo, se ha hecho con una adaptación de la BBC de “Affinity” (1999), el otro día decidimos videarla juntos. Y la vimos por dos razones de peso. La primera, para poder al fin ver una historia de Sarah Waters completa dado mi incapacidad para terminar de leer ninguno de sus tochos victorianos –de ahí el sentimiento de culpa del que os hablaba al principio del texto, porque voy a reseñar una adaptación televisiva, que no el libro, a pesar de que según me dice mi amigo es bastante fiel- y, la segunda razón de peso para verla… es que no funcionó el dvd de “Black Dinamite”, parodia petarda de la “blacksplotation” que era lo que en realidad queríamos ver. Lo dicho, Mea Culpa.


Asi pues “Affinity” cuenta las aventuras de una “visitadora” de la mítica prisión de Millbank, concretamente el ala de mujeres peligrosas, y allí se encontrará con una “rea” médium acusada de asesinato. Ambas mujeres de tan distinta extracción social acabarán llevándose más que bien y dando lugar a un romance con complicaciones, las cuales incluyen un plan de fuga, un pretendiente mete-mano, espiritismo “lúbrico”, una herencia millonaria y por supuesto la sociedad, que se pone nerviosa ante tanta intolerabilidad. Todo ello con un tono negro, deprimente y de bastante poco aire en general, acorde con la época y la situación femenina por aquellos entonces. Lo único que voy a destacar es la visión del espiritismo como una cueva de embaucadores con tendencias violadoras. En efecto la faceta del espiritualismo como sesiones en las que se mezclaban tanto la invocación a los muertos como las “metidas de mano” y la guarrería en general es algo que no ha sido lo suficientemente explotado en ficción. 

¿El resto? Clichés, clichés y más clichés. Una mujer sufridora en el siglo decimonónico, chantajes y tejemanejes para embaucar, un petimetre barbado que quiere sacar a la protagonista de su lesbianismo a base de “yo te voy a hacer mujer”, la sombra suicida de un padre sobre una hija traumatizada, el clásico ambiente en las prisiones femeninas –sin faltar, por supuesto, la perrísima jefa en el cargo y un ejército de celadoras corrupias-, herencias, misterios hereditarios, amores imposibles, tragedia… vamos a dejar las cosas claras: ¿Qué tiene de nuevo el lesbianismo en el XIX como factor semi-renovador de estas historias si luego las tramas son exactamente iguales? ¿Tanto nos escandalizamos hoy en día con el amor “chica-chica” que simplemente añadiéndolo a la misma historia de toda la vida ya conseguimos una obra original, renovadora o transgresiva? Sí, dos mujeres enamoradas y que, en algún momento, hasta se dan un beso… ¿Y qué narices importa si después resulta que la historia ya la contaron mucho mejor Dickens, Trollope, James, Wharton o Collins? ¿De verdad una universidad seria considera que aquí hay materia de estudio para un máster?

En fin… espiritismo, cárceles inhumanas, los señores con bigote salvaguardando las convenciones sociales, amores desesperados, asuntos monetarios y familiares, levitas, vestidos de encaje… Seguiré apreciando que gente que no se ha leído en su vida una novela del XIX alucine en colores con la señora Waters –quizás incluso queda algún inocente que le parezca lo más eso de meter “love of lesbian” en una obra de época-, pero con respecto a la obra en sí, me resulta sumamente innecesaria además de plomiza. Para leer una obra escrita en plan "periodo victoriano", la verdad es que prefiero las que están escritas por gente que de verdad vivió ese periodo. Esto de hacer "pastiches" pero en serio y para colmo hacernoslos pasar por algo innovador... será que me estoy haciendo mayor, pero lo siento, a mi no me la cuelan.