Volvemos a los guionistas británicos de comic y a sus pinitos literarios. Si bien las novelas de luminarias como
Warren Ellis o
Joe Casey son más bien anécdotas de una carrera enteramente dedicada a las viñetas, es notorio que
Neil Gaiman hizo un (semi) retiro de los comics a mediados de los años 90 para volver sus miras a la literatura. Esta antología, posterior a la primeriza y recomendable
“Humo y Espejos” (publicada en 1998) cubre el periodo 1995-2005 de
Gaiman como cuentista y presenta por tanto el más reciente desarrollo de su técnica. Pero no solo de relatos cortos se nutre esta atractiva recopilación, sino que en sus más de cuatrocientas páginas encontramos poemas, letras de canciones, artículos ficticios, historias autobiográficas de dudosa credibilidad y textos de encargo para revistas, además de curiosos libretos de CD´s de música. Todo un caleidoscopio de distintos géneros, temas, estilos literarios y narrativos, que a pesar de cierta irregularidad –imposible que un libro con treinta y dos piezas, desperdigadas en varios años, sea uniforme en su calidad- se lee con agrado.
El esquema es similar al anterior
“Humo y Espejos” en el que
Gaiman también incluye, como aquí, una introducción que justifica el título de la antología, repasa de forma breve cada uno de los relatos y poemas, e inserta –de forma sorpresiva- un cuento oculto entre sus surcos que es el primero al que el lector accede. En este caso el autor británico justifica la nomenclatura
“objetos frágiles” como una metáfora de cada cuento y lo que contienen. Fragilidad que
Gaiman asocia a los sueños y a los propios corazones de sus personajes, para culminar en la idea de que esas cosas
“frágiles”, como la existencia misma, o la propia literatura, son en realidad duras como una roca, pues ambas consiguen perdurar a lo largo de los siglos en una forma u otra. No creo yo que los cuentos de
Gaiman aquí incluidos tengan tanta fuerza para perdurar como los de sus referentes (
Robert Aickman, Richard Matheson, Harlan Ellison, etc…), pero desde luego el tomo otorga múltiples alegrías para fans de la narrativa fantástica y –sobre todo- para los seguidores de
Mr. Neil.
"Corazón de Arlequín", uno de los relatos incluidos, tuvo versión comiquera.
Los cuentos dan saltos entre la literatura clásica y la narrativa contemporánea en una simbiosis que, si bien en
“Sandman” no ofrecía fisura alguna, en formato corto puede dar lugar a obras de arte o a fallidos experimentos meta ficcionales. En la parte buena del uso de la meta ficción, hay que destacar dos cuentos que son verdaderamente excelentes. Uno es el divertidísimo ( y de largo título)
“Las esposas prohibidas de los siervos sin rostro de la secreta morada de la noche”, que nos presenta a un escritor intentando escribir un relato
“fantástico”. La gracia del asunto es que dicho escritor vive en un entorno absolutamente gótico, fantasmal y casi de novela de
Walpole o
Radcliffe –con puertas chirriantes, duelos a espada y apariciones incluidas-, por lo cual su tentativa de escribir fantasía pasa por escribir cuentos realistas. Una desternillante muestra del cambio de perspectiva que puede ofrecer la mejor literatura. El otro cuento a destacar en este sentido sería el pastiche de
Sherlock Holmes “Estudio en Esmeralda”. Una joya sobre la que no comentaré más, dado que ya hablé de ella en otra parte de este blog (¿Ya queréis que os ponga el enlace? ¡Pinchad la etiqueta
“Neil Gaiman”, holgazanes!).
En la cuota de ciencia-ficción destaca por méritos propios
“Goliat”, una muestra de cómo puede extraerse una historia bastante decente de un entorno deprimente.
Si bien todos asistimos emocionados al primer visionado de
“Matrix”, admito que las revisiones y sus dos espantosas secuelas me hicieron apearme del carro
“ipso facto”. A
Gaiman le pidieron un relato para incluir en la
“web” de la película y escribió este cuento usando la atmósfera del film y alguno de sus elementos argumentales –las colmenas a las que viven conectados los humanos-, y realizando una historia breve que muestra como debería haber sido
“Matrix” si le quitamos la acción estrambótica, el romance
hollywoodiense y las chorradas filosóficas. Una fantasía divertida y oscura a la vez, que el mismo
Phillip K. Dick hubiera disfrutado como un enano.
No obstante, cuando juega con los géneros
Gaiman es también capaz de lo mejor (el atmosférico uso de lo
“zombie” en
“Amargo Despertar” o el demoníaco
“Los Otros”) y de lo peor (el sosísimo y tópico cuento de fantasmas
“Por la Senda del Recuerdo”), por lo que encuentro más valor en sus clásicas mezcolanzas y temas recurrentes. El autor brilla cuando se dedica a sus obsesiones y una de las que más cultiva es la de dar voz a entes no físicos –como ya hizo un par de veces en sus famosos cómics-, de la que aquí encontramos la reunión anual de los meses del año, cada uno contando una historia (y que evoca a aquella genial saga de
“La Posada del Fin del Mundo”) o la maravillosa
“Como hablar con las Chicas en las Fiestas”. Relato, este último, que conjuga suspense, emoción y fantasía en un entorno de inquietante realismo. En terreno propio juega también Gaiman con la novela corta que cierra el libro,
“El Monarca de la Cañada”, en la que incluso recupera un personaje de su novela
“American Gods”: el misterioso
Sombra. Una peripecia de extraños rituales y profecías ambientada en un apropiado entorno escocés.
Mirad una esquina -solo una esquina- de la biblioteca que tiene Gaiman en su casa (bastardo suertudo).
Y ya en un terreno más
“outre” –por no decir
“friki”-, algunas de las piezas realizadas por encargo incluyen la descripción de una enfermedad falsa para el libro colectivo
“The thackery t. lambshead pocket guide to eccentric and discredited diseases” –en el que también colaboraron algunos de sus ídolos, como
Alan Moore y
Michael Moorcock-, que en un giro genial, consiste en una enfermedad falsa que obliga a crear enfermedades falsas. Para más notas de excentricidad las historias casi
“carverianas” de
“Corazón de Arlequín” y
“La Verdad Sobre el caso de la Desaparición de la Señorita Finch”. Ambas han tenido su correspondiente adaptación a comic y, en la segunda, aparecen como personajes el propio
Gaiman y famosos amigos suyos como la guionista
Jane Goldman. Por cierto que amenacé con un post sobre ella y pienso cumplir mi amenaza. Hablando de celebridades
“extra-literarias” Gaiman también incluye un
“set” de micro-relatos cada uno dedicado a un personaje del disco de
Tori Amos “Strange Little Girls”, que aparecían unidos a una imagen de la cantante disfrazada como el personaje que tocara. Los mini-cuentos son abstractos y encantadores, pero desligados de la parte ilustrativa y musical, no dejan de ser piezas deslavazadas. Algo que ocurre con muchas partes de este libro, ahora que lo pienso.
Tori Amos, la mujer de las mil caras... o pelucas.
Sin embargo, como dije, la experiencia es positiva. Humor, terror, fantasía y ese toque especial de Gaiman para mirar los más extraños asuntos desde un punto de vista cercano y de cierto sentido de macabro
“naif”. Siempre en busca de una extraña humanidad teñida de oscura melancolía. Con estos mimbres no es de extrañar que uno de los autores a los que está dedicado el libro sea
Ray Bradbury en persona. Referente total en estas cuestiones.
Gaiman firmándole a su personaje Muerte.