Sí, amigos, llegó la hora de disfrutar al fin en
español de "House Of Leaves", un libro de culto que solo unos pocos
escogidos en este pais había leído de cabo a rabo en su idioma original
-yo fui uno de los que lo compró en inglés, hizo el intento y despues
dijo "Mejor me espero a que algún valiente se dedida a traducirlo"-, y
ahora los chicos de Alpha Decay y Pálido Fuego se han asociado para
traernos lo que parecía imposible. "La Casa de Hojas" ya es una realidad
en toda su gloria de experimentación formal, múltiples tipografías,
páginas al revés y una absorvente trama que mezcla vanguardia, terror,
toques psicológicos, realismo... y sí, ¡Una casa encantada! Para
celebrar este festival de placeres que nos espera he traducido la famosa
entrevista a su autor, Mark Z. Danielewski, en la que se refiere
exclusivamente a su libro y que -salvo error u omisión- creo que no
estaba en castellano por ahi. El lunes tendréis esta joya en las librerías (aunque yo la tengo ya, porque la Fnac de Málaga ha traido algunos ejemplares. Ventajas de que uno de los editores sea paisano mio). Y sin más ni más, Danielewski toma la palabra:
Esta es tu primera novela y el producto de diez años de
trabajo. ¿Cómo llegaste a escribir “La Casa de Hojas”?
Con muy poco dinero, muy poco tiempo de sueño y altas dosis de locura. Si empiezas a escribir algo como “La Casa de Hojas” es
porque una parte de tí tiene que haber recibido un certificado de idiota por parte algún
jurado. Pienso ahora, con perspectiva, que hubo una época en la que podría
haber parado, sencillamente haberlo tirado todo a la basura. La casa, la
familia, el extraño coro de voces. Pero entonces llegó el día –o debería decir
la noche- en que me di cuenta de que habría sido imposible. Ya había cruzado
algún tipo de línea invisible y el libro ahora me controlaba. Escuchaba sus
peticiones y respondía a sus necesidades, convirtiéndose en una prioridad que
estructuraba el orden de mi vida. Y, bueno, así fueron las cosas. Bienvenido al
infierno. Has ganado el tour completo.
Debido a lo singular de “La Casa de Hojas” es más complicado
definirla que cualquier otra típica obra de ficción. Has hablado de ella como una
historia literaria de fantasmas, pero es mucho más que eso. Háblanos de tu
libro y de como lo describirías.
Creo que muchos dirían que trata sobre una casa que es más
grande por dentro que por fuera. Sin embargo hoy en día me gusta ver “La Casa
de Hojas” como una obra de tres personajes: un viejo ciego, un
hombre joven y
una extraordinaria mujer. Los tres se cuentan historias unos a otros
–historias
terroríficas, historias tristes… ¿Has leido las historias sexuales?- y
es fácil
no dares cuenta de ellos, porque te sientes barrido por sus narrativas,
por sus
imágenes. Al menos eso me pasó a mi. Pero entonces, igual que ocurre
cuando
escuchas a un amigo que te está contando algo, hay momentos en los que
tomas consciencia de la persona que tienes delante y asimilas todas las
cosas que te esta
describiendo: el diálogo, los hechos, junto a los gestos e incluso las
dudas.
Todo lo que rodea a lo que estas oyendo –los errores, las repeticiones,
la
energía- es, de hecho, un íntimo retrato de ellos mismos; y cada vez veo
más
así a “La Casa de Hojas”. Tres personas. Hermosas, tristes y por supuesto
terríbles, vagando como unos condenados en los horrendos salones de su
imaginación colectiva y de sus historias. Hechizándonos a nosotros –o al menos
a mi- de la forma en que ellos hechizan a sus propios relatos.
Parece haber un súbito interés por el
horror, con los estrenos cinematográficos este verano de nuevas películas como
“El Proyecto de la Bruja de Blair”, “The Haunting” o “El Último Escalón”. ¿Qué
sacas en claro de esta tendencia y como se relaciona “La Casa de Hojas” con el
género del horror?
Leí hace poco un titular –creo que fue en el USA Today-
anunciando que el terror inteligente estaba de moda. Eso es esperanzador, y me
refiero en un nivel cultural. Este tipo de films plantean una pregunta muy
importante: ¿Qué es lo que temo? El horror inteligente, o al menos tal y como
yo lo veo, no se limita al típico asesino en serie o clichés por el estilo. El
terror inteligente va en busca de los orígenes más profundos del miedo. Por lo
general se basa en los fantasmas, la religion, la violencia inesperada y todo
ello tratado con el suficiente nivel de incertidumbre como para no provocar un
chute de adrenalina sino más bien un chute al pensamiento. Mira lo que ocurre
con “The Blair Witch Project”. Los chicos quieren hablar sobre ella, y leerlo
todo en internet.
Muchos films “mainstream” de los 80 eran solo acción,
“Rambo”, “Arma Letal”, “La Jungla de Cristal”. Ofrecían heroes envueltos en
actos de valentía imposibles, probando los límites de su aguante y su habilidad
para soportar el dolor. No importa el presupuesto o lo enorme de su enfoque,
casi todos sin excepción trataban sobre la rabia.
Tengo que ser un poco cuidadoso con esto, porque algunas partes de “La Casa de
Hojas” reflejan mi propio aprendizaje en ese género. Sin embargo, lo que los 80
nos proporcionó fue una mirada muy cercana a esa rabia. Probablemente ya sabes
por donde voy. Y no te preocupes, no voy a profundizarte en los exactos
mecanísmos psicológicos y químicos. Para que no te termines toda tu botella
mientras dura esta conversación voy a simplificarlo: La rabia es siempre el
resultado y una respuesta al miedo. Lo digo así porque las respuestas podrían
ser categóricamente multiples.
Es posible que conozcas a el clásico que dice que nunca tiene
miedo (digo “él”, porque es típico –aunque no siempre sea el caso- que los
hombres sean los más dispuestos a decir algo tan ridículo). Bueno, si le
preguntas a este tipo si alguna vez ha estado enfadado, probablemente
responderá: “claro”. Diablos, seguro que incluso alardea de ello. Pero si estas
enfadado, también estas asustado. No me importa si es un cabreo en la carretera
o la respuesta a una puya de tus padres, o la pinta tan rara que tiene un libro
nuevo. Si te sientes agitado por la ira, entonces algo te ha asustado.
Por supuesto este pensamiento no es lo más innovador del mundo, es tan viejo
como las montañas. Pero a veces este conocimiento es malinterpretado. El
subidón que nos provoca la rabia, el sentimiento de poder y posibilidades, es
tan intenso que olvidamos su origen. No recordamos que en realidad somos el
producto más alto de nuestro propio laboratorio químico interno. Y es un
laboratorio muy sofisticado.
Asi que me siento ilusionado por esa tendencia hacia el
horror inteligente, porque sugiere que hay una voluntad, a nivel cultural, por
superar la respuesta de la ira y tratar con una pregunta mucho más heroica:
¿Qué es eso que temo? ¿Y por qué? ¿Y como debería responder a ello?
En fin, quizás aquello que nos asusta tanto resulte ser solo
una habitación oscura y vacía. Pero a lo mejor no es asi. Estamos aquí para
averiguarlo.
Los muros y las
limitaciones no tienen sentido en el mundo que has creado. Mientras el caos y
el terror se adueñan de tu novela, el texto lo sufre; A la vez que la casa se
transforma, también lo hace el manuscrito de Zampanò. ¿Qué es lo que intentas
decir sobre el poder mutante del miedo?
Voy a tener que contradecirte en
esto. “Sin sentido” y “terror” no pueden coexistir. En el corazón de todo
terror está el miedo a perder aquello que tiene más sentido para nosotros.
Incluso el “terror del sinsentido” es lo mismo. Es el miedo a que tu vida y
aquellos a los que amas se conviertan en algo intrascendente. El hecho de que
tu experimentes personalmente el terror me indica que hay mucho en “La casa de
Hojas” a lo que le encuentras sentido.
De un extraño y quizás irónico modo –sobre todo estimulado
por el peligro sobre los otros- el terror puede ser en realidad la prueba de
nuestra habilidad para preocuparnos, y sobre todo amarnos.
Johnny Truant es un
chico típico de los clubes de Los Ángeles y un personaje fantástico. ¿Está
basado en alguien que te encontraste en L.A.?
Sip. Aunque lo ultimo que supe de él es que estaba desaparecido.
Eso es todo lo que vas a contarme, ¿Verdad?
Sip.
Tu libro pone nervioso al lector de una forma fascinante y
totalmente nueva. ¿Tenías intención de inquietarnos así?
Cuando tenía seis o siete años vi una película de vampiros y
me aterrorizó. Pude superarlo a base de buscar todo lo que pude sobre ellos; el
"Drácula" de Bram Stoker, cómics, artículos. Cualquier cosa que se te ocurra
seguro que la leí. Por supuesto a mis padres no les gusto que me pasara meses
espolvoreando la casa con sal de ajo.
“La Casa de Hojas” trata en realidad sobre la inquietante
naturaleza del miedo y mi intención era ilustrar eso, pero también es sobre
recuperarse del miedo. Puedes decir que es “Drácula”, autoayuda y sal de ajo
todo en uno. Solo que huele mucho mejor.
Los lectores de “La
Casa de Hojas” notarán enseguida que eres un aficionado al cine. ¿Cuándo
comenzó ese interés?
Mi padre era cineasta. Hizo television en directo en los
años 50 y posteriormente cine
vanguardista, para acabar finalmente en los documentales. Recuérdame que algún
día te hable de cuando vivimos en España. Lo que pasó allí fue bastante
asombroso. Incluso mucho más, creo yo, que lo de las cobras en la India.
En cualquier caso no importa lo que él estuviera haciendo, ya
fuera rodar un film en Africa o dirigir un culebrón en New York, él hablaba
sobre cine constantemente. Y cuando mi hermana y yo eramos jóvenes siempre
traía las pelis de 16 mm a casa. Por aquel entonces teníamos a mano un viejo
proyector y un gran surtido de pantallas. “La
pantalla es lo más importante” decía, y entonces comenzaba a discutir sobre el
tamaño, niveles de reflejo y todo eso. Muchas familias gastan dinero en coches,
vacaciones y ropa, aunque estén arruinados y nosotros lo estábamos por
entonces. Muy arruinados. Fue una lección importante la de que los zapatos no
eran vitales, papa gastaba dinero en las pantallas.
Y fue un precioso regalo. Mi Hermana y yo no lo sabíamos entonces pero fue una
magnífica y extraña educación. Cada semana Kubrick, Reed, Chaplin, Fellini, Bergman,
Ford, Welles, Lean entraban en nuestra habitación. Todas sus luces, maravillas,
genio y conceptos erróneos eran lanzados en la pared abriendo un pasillo mágico
y extendiéndose hacia lugares lejanos. Mi padre siempre estaba detrás nuestra,
en su silla, en las sombras. Por supuesto solo porque teníamos una pantalla
decente no quiere decir que tuvieramos un proyector decente, y desde luego no
teníamos más de uno. Eso quiere decir que cada treinta o cuarenta minutos el
carrete se salía y había que enroscar uno nuevo. Imagina a quien le tocaba
hacerlo.
El caso es que durante esta interrupción mi padre comenzaba a
preguntar: “Niños, ¿Qué estamos viendo en realidad?” “¿Por qué esos colores?”
“¿Por qué ese nombre?” “¿Y que hay del sonido, la música o las interpretaciones?”
“¿En realidad trata solo sobre cowboys?” Pero nada de ello era comparable a lo
que venía al terminar la película. Largas discusiones de horas, a veces
inspiradoras, a veces crudas en las palabras. Y sí, por supuesto, miedo. Lo
cubríamos todo. Estructura, contenido politico, logros estéticos (o no).
Cuando venían amigos de visita, ellos siempre experaban la
típica experiencia cinematográfica. Ya sabes, dos horas de entretenimiento y
fin de la historia, así que les esperaba todo un shock. La película solo era el
punto de partida. No creo que ninguno de ellos se fuera igual que vino, y estoy
seguro de que si hablas con algunos de mis colegas de la escuela o la
Universidad te dirán exactamente lo mismo. La película estaba bien, pero era la
charla lo que más importaba.
Mi padre sera recordado por un montón de cosas, pero para algunos TZD –como
algunos de mis amigos le llamaban- siempre sera conocido por su apasionada
consideración por el arte del cine.
¿Sigues teniendo el
proyector y las pantallas?
Estan en algún almacén por ahi, no
las he visto en años. Muchos años. [pausa] Acabo de recorder algo, cuando mi familia murió la
pantalla se puso negra
¿Tienes algún interés en ver “La Casa de
Hojas” convertida en película?
Igual que dice Will Navidson sobre la casa de Ash Tree Lane: “No está a la
venta”. Hoy en día se escriben demasiados libros pensando en los derechos
cinematográfios, lo cual creo que limita el enorme potencial de la palabra
escrita. Me refiero a que cualquier autor que ha leído y escrito mucho debería
saber que el cine es un medio diferente,
con un lenguaje diferente. Si piensas en el contrato con Hollywood mientras
escribes estas ya vendiendo todas las posibilidades que se te abren ahí en la
página. Me encanta el cine, pero “La Casa de Hojas” no es ese tipo de
experiencia. Si quieres ver la película, tendrás que leer el libro.
Hablemos un poco sobre
la estructura de “La Casa de Hojas” que no es nada convencional y completamente
fascinante. ¿Como
llegaste hasta este concepto? ¿Y qué hay de las notas al pie?
Creo que explicar la
estructura de “La Casa de Hojas” es más difícil que leer el libro. Y aunque me
gustaría reclamar para mi algún tipo de extraordinaria originalidad, la verdad
es que no hago más que aprovecharme de las capacidades inherentes a
cualquier persona. Ya sea con revistas, radio, TV y, por supuesto, Internet,
mucha gente de los 90 no tienen problemas para multi-procesar enormes
cantidades de información. Lo hacen quizás sin saberlo. Es lo mismo que caminar o buscar el
horario de una película, todos estamos involucrados –sobre todo de forma
inconsciente- en gigantescos y normalmente exitosos malabarismos mentales.
Clasificando historias, listas de la compra, el sonido del vecino hablando en
un lenguaje que desconocemos, música que nos encantaría entender mejor, la
imagen de un poster… Y todo esto mezclado con nuestros apetitos, murmullos
emotivos, y, con frecuencia, la aparición repentina de recuerdos aparentemente
inconexos.
En realidad la única
parte difícil de mi libro es la propia idea de un libro. Las generaciones más
veteranas –ignorando el hecho de que ellos también multi-procesan su desayuno,
un choque de trenes en la India y pensamientos dedicados a un amigo enfermo-
quizás piensen que “La Casa de Hojas” es difícil, porque tendrán ciertos
prejuicios. Ellos han sido aleccionados sobre que pinta debe tener un libro y
como debería leerse. La didáctica del manejo más común les ha inculcado la
noción de que un libro debe empezar por aquí, moverse de tal forma y acabar en
aquella parte.
Pero los libros no tienen porque ser tan limitados. Puede
intensificarse la experiencia y el contenido informativo. Pueden unirse
multiples historias en la misma páginas. Elementos de búsqueda –en “La Casa de
Hojas” es un índice de palabras- puede facilitar las referencias cruzadas.
Ciertas partes pueden ser encontradas, estudiadas, revisitadas o incluso
aligeradas. Y eso es solo el comienzo. Las palabras también pueden colorearse y
ese color puede tener un significado. Podemos plantear como de rápido se deben o no
se deben volver las páginas. ¡Diablos! Las páginas pueden estar inclinadas,
boca abajo, e incluso pueden leerse al revés. Me encanta contemplar a alguien
en el metro dándole la vuelta a su libro mientras lo lee.
Pero ahí esta la gracia. Los libros han tenido esta capacidad
desde siempre. Lee a Chomski, Derrida, Pinker, Cummings. Mira los manuscritos
de primeros del siglo dieciséis. ¡Maldición! Abre el Talmud. Los libros son
construcciones de gran importancia, y con enormes posibilidades. Puede que
usaramos un G3 de 300 Mhz para terminar la maquetación de mi libro, pero llegar
de la primera página hasta la última te llevará un tiempo demencial. Y aun así
puedes coger un libro, incluso una enciclopedia, y llegar de la primera hasta
la número 100 en mucho menos tiempo. Y puedes llevar esta creación mágica
contigo, escribir en ella y nunca necesitaras software de búsqueda para
encontrar lo que escribiste y leíste hace años. Pero en cierta forma los
poderes de estos maravillosos paquetes de papel han sido olvidados. En algún
punto del camino todas sus posibilidades han sido relegadas.
Me gustaría ver como cambia esa percepción y que el libro
fuera presentado de nuevo como lo que realmente es. No es imposible, solo
tenemos que llevarlo a cabo.
Gracias, Mark
A ti.
¿Me contarás lo de las cobras? ¿Y España?
Algún día.
Bueno... ¡Pues ese día ya ha llegado! Danielewski al fin habla sobre qué demonios le pasó en España, algo que, por cierto, ya me pregunté en ESTE POST de hace... ¡¡¡Tres años!!! AQUI tenéis la más reciente entrevista al autor en la que al fin aclara un poco sus miedos castizos.