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lunes, 27 de febrero de 2012

A VUELTAS CON EL CINE DE AUTOR (Y LA VANGUARDIA LITERARIA)


Lo admito, me encanta dar leña a los "gafapastas". Y esto lo dice alguien que consume -e incluso admira- a algunos de ellos. Pero es que, aparte de que ciertos autores y obras de arte son directamente infumables, hay tanta gente demonizando el cine (o la literatura) de género, que siempre es bueno echar un vistazo a ciertas personas que se dedican a repartir estopa a todo lo contrario. Hoy rescatamos cuatro documentos: Dos antiguos, uno histórico y otro de reciente cuño. Por partes:

1) El blog Poder Friki da la mejor definición de la historia sobre la "Nouvelle Vague":

Ocurrió hace unos años en una reseña de "Percival Le Gallois", ese insoportable tostón medieval de Eric Rohmer. Para introducir el asunto este texto, el cual quedó para la historia:

Esta es otra abominación de la "Nouvelle Vague", ese movimiento maléfico a la altura del Ku klux klan que a punto estuvo acabar con el cine de verdad. Por que antes uno hacía una película y lo único que le interesaba era contar una historia... y si eso, sacar un poco de dinero en el proceso. Pero a partir de que esta gentuza coge una cámara ya salen los "artistoides" que son una subraza despreciable de MORLOCKS que no tienen ni idea de lo que hacen pero, eso sí, lo hacen con muchísima seguridad.

Enlace a la reseña completa aqui:

http://poderfriki.blogspot.com/2009/02/cine-frances-vs-fantasia-ochentera.html

2) Shopenhauer distingue entre los dos tipos de literatura existentes

Cuando no soltaba diatribas sobre el amor, las mujeres o la necesidad de apalizar obreros, el gran filósofo teutón también soltaba perlas como esta:

"Para empezar se dan dos tipos de escritores: aquellos cuyo motivo para escribir es el tema y aquellos cuyo motivo para escribir es el hecho mismo de escribir. Los primeros han tenido pensamientos o experiencias que les parece que vale la pena compartir; los segundos necesitan dinero, y por eso escriben, por dinero. Piensan porque tienen que escribir. Se les reconoce en que se explayan en sus reflexiones haciéndolas todo lo largas posible y también en que elaboran pensamientos titubeantes, forzados, equívocos y verdaderos sólo a medias. En la mayoría de los casos, además, son amigos del claroscuro para aparentar lo que no son. Por este motivo desaparece toda precisión y exactitud de su escritura. De ahí que se pueda notar en seguida que escriben para llenar papel. [...] En el momento en que se perciba esto en un libro hay que desecharlo, ya que el tiempo es precioso. En rigor, el autor estafa al lector desde el momento en el que escribe para llenar papel, pues su tarea es la de escribir porque tiene algo que compartir."

Schopenhauer, "Sobre escritura y estilo"

Cazado en el maravilloso y recomendadísimo blog de Tongoy:

http://lamedicinadetongoy.blogspot.com

3) CARLOS BOYERO SE ABURRE EN LA "BERLINALE"


Este video demuestra que lo del renombrado reseñista de "El Pais" poniendo a parir el cine de autor y comprometido ya viene de lejos. Desde el Festival de Berlin de 1989 concretamente. También demuestra a las claras que a finales de los 80 las gafas setenteras seguían vigentes, pero eso es otro tema. Su reflexión es de las que dejan huella. He aqui el enlace:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/personajes-en-el-archivo-de-rtve/berlinale-1989-carlos-boyero-critica-cine-autor/399040

4) DALE PECK NOS OFRECE UN REPASO RÁPIDO A LA LITERATURA POSTMODERNA

El escritor y columnista americano Dale Peck (un apropiado nombre, leyendo lo siguiente) da su visión de las vanguardias literarias desde primeros del siglo 20 hasta la actualidad:

"...Una tradición en quiebra. Una tradición que comenzó con el flujo diarreico de "Ulises", continuó con los desvaríos incomprensibles del último Faulkner y las invenciones estériles de Nabokov (dos escritores que más o menos habían liquidado su brillantez inicial), y que después cobró plena y sucia vida con los titubeos ridículos de John Barth, John Hawkes y William Gaddis, las construcciones reduccionistas de cartón de Donald Barthelme, el malgasto de cada una de las palabras de un talento tan formidable como el de Thomas Pynchon, y finalmente se hizo pedazos como una acera agrietada bajo el peso de los estúpidos —simplemente estúpidos— tomos de Don DeLillo"

Heavy Metal, sin duda. La cita está sacada del libro de Steven Moore "La Novela. Una Historia Alternativa" y la traducción del primer capítulo -de donde sale la bomba de neutrones literaria de arriba- la podéis descargar en el otro excelentísimo blog (y van...) del señor Bolmangani:

http://bolmangani.blogspot.com

Por cierto, que también incluye una insólita entrevista al mismísimo y esquivo ¡¡Thomas Pynchon!! Un personaje al que, a pesar de su postmodernismo, admiramos en este Carnaval y que está pidiendo una entrada a gritos para ya mismo. Un autor clásico que rehuye la vida pública, las entrevistas y que no soporta que le fotografíen. Me pregunto porqué:

lunes, 20 de febrero de 2012

LA MUJER DE NEGRO: Inquietando de la Literatura al Cine, pasando por la TV

En esto de la ficción macabra se dan a veces curiosos fenómenos de culto que sin duda rebasan las intenciones de sus más apasionados valedores, logrando cobrar tanta vida después de la muerte como la de los espectros que la protagonizan. Nadie podía decirle a Susan Hill, prestigiosa escritora de género aun en activo a sus 70 años, que su novelita de horror clásico “La Mujer de Negro”, publicada de forma modesta en 1983 iba a convertirse en un pequeño favorito para fans del género, cuyo seguimiento no ha dejado de estar de moda desde que se adaptó al teatro en 1987.

No solo el libro original no ha dejado de reeditarse en todo este tiempo -¿Cuántos pastiches de terror victoriano han sido publicados y olvidados desde mediados de los años 50 hasta la actualidad?- sino que la obra teatral sigue representándose puntualmente año tras año en una carrera dramática que la posiciona en el segundo puesto de las obras más representadas de la historia del West End londinense (siendo la primera, como ya habréis adivinado, “La Ratonera” de la señora Christie). Pero aun hay más. En 1989 se estrenó un telefilm de la BBC que adapta la misma historia, de gran éxito y similar seguimiento de culto entre los aficionados a las rarezas macabras.
Y actualmente se estrena en nuestro país la primera versión cinematográfica del libro, producida por una Hammer Films resucitada y protagonizada por una estrella como Daniel Radcliffe –que apellido tan gótico-, en su primer papel sin gafas desde que salió de Hogwarts. El guión es de Jane Goldman, una escritora a la que tenemos especial aprecio aquí en el Carnaval. Dos curiosidades casi sobrenaturales unen al telefilm de 1989 y a esta lujosa versión de 2012. La primera, que el guión de la película televisiva fue escrito por el mítico Niguel Kneale, creador de la franquicia “Quatermass” que popularizó… Hammer Films, en efecto. Y para rizar el rizo, el papel protagonista de la versión ochentera fue interpretado por Adrian Rawlins, que recientemente interpretó en cine a James Potter, padre de cierto mago juvenil que hizo famoso al propio Radcliffe. Como diría Martin Walker: “¿Mera coincidencia o…?”


¿Y es necesario tanto revuelo? La respuesta es un contundente sí, en el caso de que seas fanático de la buena literatura siniestra, las historias de fantasmas clásicas –con su cuota de telarañas, venganzas de ultratumba y presencias inquietantes- y la mejor ficción oscura del siglo XIX. La novela de la señora Hill –o “novella”, dada su brevedad- es un ABC de los mejores momentos que hicieron grandes a Le Fanu, Blackwood o, sobre todo, M.R. James y sus espíritus peludos. Es cierto que en la novela de Hill no hay fantasmas melenudos (a Dios gracias. Esa influencia de James ya ha impregnado bastante el cine de terror oriental), pero su estructura netamente clásica y esa atmósfera en la que prima más lo sugerido que lo palpable, la convierten en digna sucesora de los cuentos decimonónicos de nuestro bibliófilo-escritor favorito. Es empezar su lectura y sentirnos transportados a una época mejor, en la que no había nada más fascinante que una lluvia golpeando las ventanas, una chimenea y alguien dispuesto a narrar una historia para poner los pelos de punta.
En este caso, el relato comienza así, al más puro estilo de la “Vuelta de Tuerca” del otro James, con una familia que celebra la navidad contando cuentos de terror y el protagonista, el abogado Arthur Kipps, obligado a recordar un pasado y traumático encuentro con un terror que no tiene nada de “cuento”. Una época, cuando tenía veintipocos años, en la que un trabajo le llevó a examinar los papeles de una anciana fallecida que vivía en una solitaria casa rodeada de mareas cambiantes, brumas capaces de provocar asfixia y pantanos llenos de peligro. Para al final descubrir de primera mano, que aquella señora no estaba tan sola en aquella casa como él pensaba.

El estilo de Hill fagocita los recursos de sus ilustres predecesores –caserones apartados, difuntos recientes de dudosa reputación, una herencia de venganza y locura que sigue impregnando las silenciosas paredes de una habitación de empapelado agrietado- sin aportar excesivas novedades al asunto. Ni falta que hacen, claro. Los que sabemos disfrutar de estos viajes a la oscuridad (atávicos y casi infantiles en su poder evocador) nos dejamos llevar sin problemas por una narrativa implacable que consigue erizar los vellos del cogote –como si alguien invisible vigilara
lo que estamos leyendo- con los mínimos elementos. Solo hay un personaje en toda la historia que lleve la carga de la trama, lo cual sin duda la hizo óptima para la adaptación escénica. No hay apenas estridencias efectistas (tan abundantes e innecesarias en el terror actual), ni pasan más que dos o tres cosas en toda la novela; y sin embargo la prosa de Hill consigue ser de lo más subyugante en su aseptismo bien entendido. A pesar de ser relativamente reciente en su concepción y publicación, en “La Mujer de Negro” desaparecen florituras literarias, juegos posmodernos y la típica condescendencia del autor actual, para lograr sumergirnos en una narración pura. Más emparentada, como es lógico, con los autores antes mencionados y muchos otros que seguro tenéis en mente ahora mismo. En resumen, leer “La Mujer de Negro” es una experiencia acogedora para todos los enamorados de la “ghost story” victoriana y de todo tipo de espectros clásicos. La casa en la que Arthur Kipps sufre el acoso de presencias cada vez más tangibles, para los lectores es como un auténtico hogar. Aquí es donde queremos estar, y no marcharnos nunca.


En cuanto a las adaptaciones fílmicas, ambas son deudoras de sus respectivos periodos. El telefilm original de 1989 tiene un tempo pausado acorde con un terror más atmosférico, y aunque hace algunos cambios en la historia el resultado es una adaptación básicamente fiel de la obra de Hill. Las escenas en el cementerio y las apariciones de la Mujer de Negro –interpretada por nuestra querida Pauline Moran, que también es merecedora de una entrada aparte- tienen todo el espíritu añejo de las historias de fantasmas más “vintage” y escalofriantes. Es inevitable evocar a Henry James y la adaptación más genial de su obra (“Suspense” de Jack Clayton), ante planos como este.


Lástima que en su media hora final, y tras una magnífica estancia del protagonista en la casa maldita (llena de susurros, mecedoras que se mueven solas, etc…), la trama derive en un anticlimático epílogo que añade varias capas de significados a la obra original. Las cuales, en mi opinión, no aportan demasiado a la historia. Eso sí, perfectamente plasmado el espectro vengativo, la tensión casi irrespirable en el pueblo y la sensación de continua amenaza en cada plano. Una joyita de culto a reivindicar.


Por supuesto la actual versión es un “quiero y no puedo” entre mezclar un tono serio, clásico y de “ghost-story” tradicional con toda la parafernalia informática de sustos de cartón y efectitos macabros propios del cine de horror actual. Estéticamente muy estilizada –con un interesante prólogo que consigue enganchar con una habitación de juegos, tres niñas y una presencia en las sombras- y con algunas partes muy fieles a la obra de partida; el último tercio, sin embargo, es un continuo rosario de golpes musicales, espectros desbocados y una trama de más difícil todavía con toques casi de aventura. La habitualmente tenue aparición del fantasma titular aquí se transmuta en una sucesión de sobresaltos casposos y guiños a la galería, algo alejada de la sobriedad de la obra.


No obstante sigue siendo meritorio el hecho de dedicar al menos tres cuartos de hora de un film rodado en 2011 a la peripecia de un personaje solo en un caserón –Radcliffe no brilla, pero carga bien con la trama sobre sus hombros- y es inevitable que entre tanta escena de sustos, alguna consiga su objetivo. El final es una vez más una derivación algo extraña del epílogo de la novela, con curiosos toques de redención algo fuera de lugar en esta propuesta. Por estas y otras cuestiones –y aunque ambas adaptaciones son disfrutables cada una a su manera- lo mejor es irse a la fuente original para pasarlo de maravilla con un buen cuento de fantasmas “como los de antes”.

jueves, 16 de febrero de 2012

MISCELÁNEA MÓRBIDA: Un Sherlock Para Todas Las Naciones

Resulta que al igual que en los actuales cómics de Batman -en los que se ha creado una empresa llamada "Batman Inc." que aglutina a distintos superhéroes vestidos de murciélago a nivel mundial-, pronto podríamos hablar de un "Sherlock Inc." con un Holmes distinto para cada pais. Por supuesto hablamos de la actual tendencia de hacer aparecer al personaje de Conan Doyle en mil y un proyectos, desde que Guy Richie volviera a ponerlo de moda. De esta vorágine deberíamos excluir los ingleses -también conocidos como la BBC-, porque no han parado jamás de realizar películas y series sobre el mito, siendo la excelente "Sherlock" la última de la interminable lista. Historicamente hemos tenido Holmes rusos, canadienses y portugueses, y varias últimas noticias van ampliando el espectro de nacionalidades. A ver que sale de todo esto:

-Empezamos con un nuevo Sherlock salido de Rusia que empieza a emitirse este mismo año. Una nueva incursión venida de estas tierras, porque recordemos que Vasili Livanov fue el primer Holmes ruso hace la tira de años. La estrella Igor Petrenko, que interpreta al detective, ya se ha dejado ver en algunas fotillos de rodaje:




-Nuestra siguiente parada tiene lugar en los mismísimos U.S.A, donde se ha dado luz verde a un proyecto que surgió hace algunos meses y algunos tomamos con escepticismo. Pero la serie "Elementary" ya es una realidad. Este nuevo "show" parte de la originalísima premisa de colocar a Sherlock Holmes en la época actual, usando las nuevas tecnologías en su lucha contra el crimen. ¡En efecto, es lo mismo que el actual y laureado "Sherlock" de la BBC! Eso sí,
sus aventuras estarán ambientadas en Nueva York, por lo que podríamos pensar que estamos ante un Holmes americano -un Harry Dickson moderno, vaya-, pero no, la cosa tiene truco. El elegido para interpretarlo es el inglés-hasta-las-trancas Johnny Lee Miller, por lo que suponemos que lo único que cambia con respecto a la serie de la BBC es el entorno que rodea al protagonista. Porque para más escarnio, resulta que el plan de la CBS, productora del invento, no es realizar historias nuevas sino actualizar los relatos de Conan Doyle. Sí, igual que los británicos. En fin.

-Y no podemos olvidar... ¡El Holmes patrio! Recordemos que Jose Luis Garci, el hombre al que le gusta más el humo que al mismísimo Fumador de "Expediente X", lleva ya unos mesecitos rodando su versión del inmortal personaje, llamada "Holmes: Madrid Suite 1890". Gary Piquer, actor español pero de ascendencia británica, agarra la pipa y la lupa para convertirse en el primer Sherlock castizo. ¿Su misión? Encontrar a Jack El Destripador, que ahora ronda por El Retiro. Veremos a ver.



¿Una nueva muestra de la universalidad e inmortalidad del personaje? ¿O la constatación final de la poca vergüenza que tienen algunos? Lo dejo en vuestras manos.

martes, 14 de febrero de 2012

LUGOSI CASTIZO: “Drácula”. Montaje de Eduardo Bazo y Jorge de Juan


Pues al fin, y tras la anterior semana vampirizada, culminamos el especial dedicado a la creación de Stoker con la más rabiosa actualidad: el nuevo montaje hispano en el Teatro Marquina (Madrid) de la mítica obra teatral “Drácula” de Hamilton Deane y John L. Balderston. Aun estáis a tiempo de verlo, porque las representaciones acaban el 29 de febrero, y aunque nada de lo que se ve sobre las tablas es original la obra presenta no solo la oportunidad de ver al fin en directo una pieza legendaria dentro de la historia del Conde, sino además un buen entretenimiento para todo tipo de públicos. Estamos hablando de la primera versión teatral de la obra de Stoker, la que interpretó Bela Lugosi –cuyo éxito acabaría llevándoles tanto al texto como a él mismo al cine- y la cual ha contado, durante toda la historia, con versiones estelares a cargo de actores como Jeremy Brett, Daniel Day Lewis o Frank Langella, el cual también llegó al celuloide con su interpretación.


Así pues el “deja vu” está garantizado en el montaje de Bazo y De Juan. Es exactamente la misma historia que adaptaron Tod Browning y John Badham, con ligeras modificaciones. Una pequeña pieza de cámara que comienza ya con Mina en proceso de vampirización y que muestra al Conde haciendo visitas sociales a la enferma hasta el inevitable final. Mientras tanto, el trasfondo de la novela se va desgranando en las conversaciones entre el Profesor Van Helsing (Emilio Gutierrez Caba, llevando el peso de toda la obra) y el Dr. Seward (Cesar Sanchez), así como las intervenciones de Jonathan Harker (Martiño Rivas) y la propia Mina (María Ruiz). Todos ellos nos presentan el clásico retablo: Lucy, en este caso hija de Van Helsing, muerta por una extraña enfermedad y la investigación de los mismos síntomas en Mina. Así como dos personajes que parecen saber más de lo que parece: un loco comemoscas de nombre Renfield (un gimoteante Mario Zorrilla) y un extraño noble boyardo muy simpático que se acaba de mudar a una casa en ruinas cercana y que responde al nombre de Drácula (Ramón Langa).


Por supuesto que tenemos las clásicas diatribas sobre vampirismo, la incredulidad de los personajes más ilusos al principio y la terrible constatación poco después. A Renfield escapándose de su celda cada dos por tres como ya hiciera Dwight Fry, y también el imprescindible ajo para "perfumar" la cama de Mina. No hay nada nuevo bajo el sol y sin embargo la obra hace disfrutar por igual a expertos y a legos en la materia. Es ágil, excelentemente interpretada y con un juego escénico de verdadero mérito. En una época de crisis como la que vivimos, se agradece que no se haya optado esta vez por el minimalismo y podamos disfrutar de un salón con todos los detalles –escalera incluida-, vestuario acorde con la época y toda una cripta, calaveras incluidas, en uno de los momentos más tensos de la historia.


Porque además la tensión es inevitable. Los efectos especiales, artesanales pero coherentes con el tema tratado, así como los efectos de sonido garantizan más de un sobresalto. Sin desvelar nada, diré que las puertas y los ventanales –mecidos por el viento- son parte fundamental del montaje. Los altavoces del Marquina arrojan desde el primer minuto ruidos siniestros e incluso voces de los actores desarrollando, de forma onírica, algunos de los elementos de la trama que no vemos físicamente en la obra. Y es en estos “soniditos” donde tengo que dar la primera pulla a esta versión: todos estos efectos de atmósfera inquietante me recuerdan, una vez más, a los del “Drácula” de Ford Coppola. Vale que la sombra de este film es alargada –está claro que los más jóvenes reconocen antes a Oldman y su pelucón que a Christopher Lee- pero a estas alturas habría que intentar tirar por otra vía, pienso yo. De todas formas, como decimos, los sustos y efectos especiales están insertados con toda la intención (una de las más canónicas y apreciables del teatro) de hacer partícipe al público de lo que no es sino una celebración. Del poder de la escena y de la magia de una obra inmortal.


De esa cuestión “mágica” de la historia de Stoker tenemos cumplida representación en esta versión de Hamilton Deane, ya que su misma estructura –con Van Helsing contando la historia en un púlpito, como si fuera una de sus ponencias- nos retrotrae a la capacidad oral atávica de la novela original. Si Stoker aprendió las bases de la narrativa cuando languidecía en cama durante su enfermiza niñez y asimilaba las leyendas irlandesas de horror que le contaba su tía, justo es que, siglos después, se nos haga partícipe en directo del propio “cuento” de Stoker con tan maravilloso subterfugio. Máxime cuando la presencia de un Gutierrez Caba por el que no parecen pasar los años, nos implica en el relato de forma mucho más artística de lo que lo haría cualquier montaje “gafapasta” moderno, claro está. Suyo es el ritmo, la diversión y el alma de la obra, pero por supuesto el resto de actores, especialmente Langa y su Drácula carismático y extremadamente sexuado –no faltan los toques sensuales que acompañan al Conde desde que llegó al cine-, resultan un acompañamiento de lujo. Todos sus gestos (amenazadores o conciliadores) son un homenaje al propio Lugosi, detalle que lejos de ser sinónimo de poca imaginación, en este contexto está plenamente justificado. De la brillantez actoral yo excluiría un poco el Harker de Rivas, que me resultó excesivamente afectado y “declamante”. Y con mención especial al ama de llaves que interpreta Amparo Climent, capaz de pasar de la sobriedad victoriana a lo Srt. Rottenmeyer a un inesperado –y alto- voltaje erótico.


En definitiva, nadie esperaba descubrir la pólvora con este nuevo montaje de un clásico mil veces revisitado, pero el humor y la complicidad mezclados con el respeto y un toque riguroso siempre son bienvenidos. Y casualmente los responsables de esta versión tienen en su curriculum el haber llevado a las tablas “La Mujer de Negro” de Susan Hill, cuya nueva versión cinematográfica se estrena casualmente este mismo viernes. Y es que el escalofrío más clásico siempre esta de moda.

jueves, 9 de febrero de 2012

DRÁCULA WEEK: CROSSOVER MAL ENTENDIDO "El Dossier Drácula" De James Reese

ARCHIVOS EXPIATORIOS: Hoy, aprovechando la coyuntura, resucitamos una reciente reseña que me publicó el blog de Sherlock Holmes "221B", de un decepcionante pastiche publicado hace unos meses en nuestro pais. Con esto, y con la próxima entrada dedicada al "Drácula" teatral actual -que iré a ver pasado mañana-, terminamos la semana dedicada al Conde.


Este libro es exactamente lo que parece, en ese sentido no se puede decir que engañe a nadie. Estamos ante la enésima entrega de “novelista famoso del XIX investiga”. Una curiosa rama de los best-sellers actuales sin duda emparentada con las ensaladas históricas de suspense estilo Marco Didio Falco o Umberto Eco, que ya ha hecho que hayamos visto libros en los que gente como Charles Dickens, Edgar Allan Poe, Jane Austen, Lord Byron o Wilkie Collins se convierten en los detectives improvisados de una serie de misteriosos asesinatos. El debutante en estas lides James Reese ha tenido la feliz ocurrencia de juntar a Bram Stoker, todo un icono de finales del siglo que nos ocupa, con la tópica amenaza de Jack el Destripador. Por supuesto no es la primera vez que Drácula o personajes relacionados se mezclan con la figura del
mítico asesino de Whitechapel, pero aquí la novedad radica en darle la voz cantante a su creador: el señor Stoker. Del cual se descubre que guardaba un dossier secreto que contenía un diario desconocido –acompañado de varias cartas y recortes de periódico- y que ordenados por el editor de esta reliquia bibliográfica revelan que aquel irlandés loco, tal y como lo llamó Louie en la saga vampírica de Anne Rice- tuvo bastante implicación en la trama del destripador londinense.

Hice todo lo posible por sumergirme en la trama y que el libro me resultara cuanto menos digno, dentro de un género tan manido como el de los pastiches policiales –y literarios- con el viejo Jack de por medio. Y aunque la novela de Reese tiene un arranque prometedor y al menos una primera parte realmente interesante, la historia se desinfla cuando irrumpe el caso del destripador en escena. El efecto meta ficcional de los primeros capítulos consigue crear buenas expectativas pero el verdadero meollo de la cuestión llega demasiado tarde, se despacha demasiado deprisa y contiene demasiadas convenciones como para ser disfrutable; lo cual hace de este “Dossier Drácula” una experiencia divertida y con cierto rigor, pero a la vez frustrante, fallida y, en algunos pasajes, directamente idiota. Pero no nos adelantemos.

Stoker siguiendo a su jefe Henry Irving, a punto de coger un carruaje.

Tras la introducción de rigor del supuesto compilador de este misterioso dossier que ningún estudioso de Stoker conocía, suspendemos la incredulidad y nos introducimos de lleno en la época victoriana de la mano del famoso escritor y sus diarios y cartas. En ellos, se cuenta su iniciación a la orden del Amanecer Dorado, y como en ese primer ritual una encarnación espiritual toma forma y acabará sembrando el terror en la ciudad. Esta estructura narrativa será llevada a sus máximas consecuencias, incluyendo constantes notas al pie de página en la que se aclaran algunas cuestiones relativas a la vida de Stoker o al siglo XIX para los no iniciados, dando verdaderamente la impresión de ser un texto descubierto. Precisamente este subterfugio novelístico es lo más atractivo de la propuesta; Si el lector decide entrar en el juego y dejarse llevar aprenderá mucho sobre la época, sobre la vida de Stoker en Londres cuando era el representante –o perro faldero, según algunos- del gran actor Henry Irving y su teatro londinense. Así como todo un muestrario fascinante de personajes relacionados que harán las delicias del buscador de cameos: desde el mismísimo Rossetti (y la mención a la recuperación de sus poemas del ataúd de su amada Elizabeth Siddal) a Lady Jane Wilde –genial madre del famoso Oscar- pasando por la amplia correspondencia de Stoker con Walt Whitman.


Precisamente esta larga exposición de antecedentes, preparativos y retratos fascinantes de la época tratada (con Stoker como centro, por supuesto) hacen que sea más chocante el poco desarrollo que tiene la parte supuestamente principal de la obra: la intriga policiaca. Tras dedicar casi 400 páginas a todo esto, en las que apenas hay acción ni elementos siniestros –y que no por ello se hacen tediosas, ojo- se quiere tirar todo por la borda e iniciar una persecución del Destripador que a pesar de estar insertada en las escasas ciento y pico páginas finales se hace tediosa y repetitiva. Todo se desmadra, la trama se agiliza porque parece que sabe que se está acabando y acabamos perdiendo el interés por unos personajes cada vez más aburridos. El retrato tan bueno de Stoker y su entorno de la primera parte se vuelve infantil en la segunda. ¿Era necesaria tanta exposición y tantos detalles psicológicos sobre el escritor de “Drácula”, por ejemplo sus sentidas misivas a Whitman, si después tendrán poca o nula relevancia en la historia general? La trama de fantasía –que incluye posesiones demoníacas, voces en la noche y algo de acción ectoplasmática- está torpemente desarrollada en una historia que en general parece descompensada. Como si Reese se lo hubiera pasado en
grande dedicando páginas y páginas a la parte de documentación que prima en el primer tercio del libro, y hubiera en cambio querido terminar su historia de golpe y porrazo con la típica y comercial excusa de añadir elementos del best-seller más machacón, ligados a la trama del Destripador.

En cuanto a ésta, queda sumamente resumida en tres o cuatro elementos que ni siquiera parecen bien documentados. La historia presenta como sospechoso al americano Francis Tumblety, hace tiempo descartado. Y por supuesto pone de secundario de lujo al eterno inspector Abberline, a pesar de que se sabe de sobras que no fue tan importante en la investigación del destripador como nos quiere vender el cine (vía Michael Caine, por ejemplo). Stoker y sus amigos –patéticamente autoproclamados “Hijos de la Luz”- persiguen el fantasma que acecha por los barrios de prostitutas londinenses y cada vez que una víctima famosa cae, se nos regala con un informe policial que detalla sus mutilaciones. Luego Stoker and Co. reflexionan sobre el tema, hacen más planes y se reafirman en la importante tarea que tienen entre manos. Esta misma estructura se repite capítulo tras capítulo y puede acabar provocando sopor o, en su defecto, tremendos deseos de saltarse páginas y terminar el repetitivo relato de una buena vez.


Por supuesto todas estas aventuras y esta inmersión en la oscuridad se supone que darán alas a Stoker para escribir “Drácula” unos años más tarde. La novela de Reese hace el clásico juego ficcional de hacer que el escritor protagonista se tope con algunos de los elementos que luego incorporará a su obra maestra y de los que aquí podemos destacar la visita a un manicomio para interrogar a un loco carismático –remedo de Reinfield-, la presencia de una amenaza sobrenatural, la aparición de algunos nombres reales que luego serán importantes en la ficción –Harker o Carfax, entre ellos- y la constante persecución de
un oscuro personaje por las oscuras esquinas de un Londres iluminado por la
luz de gas. Es realmente irónico como el autor intenta hacer una especie de anticipación histórica de “Drácula”, evocando la trama de la novela y su estructura epistolar, para acabar cayendo en el mismo fallo de la novela original: una última parte morosa y que incluye una persecución que acaba resultando reiterativa antes que emocionante.

Quizás si Reese hubiera decidido escribir una novelización de la vida profesional de Bram Stoker en Londres sin añadir absurdas tramas detectivescas, estaríamos ante un libro de cierto interés. Al menos desde el punto de vista del entretenimiento. Pero con un desarrollo irregular, un arranque denso y documentado y un final tan anti climático, la novela concluye varada en tierra de nadie. Quizás divertida para aquellos que busquen algo ligero o les interese saber un poco más sobre Stoker y la época del Destripador, pero insuficiente para los que sepan ya de que va el asunto o sencillamente necesiten una historia más trabajada.

lunes, 6 de febrero de 2012

DRÁCULA WEEK: El Conde Sale A Escena.



ARCHIVOS EXPIATORIOS: Hoy toca recordar el montaje de "Drácula" en el Valle Inclán de Madrid hace bastante tiempo (concretamente enero del 2010). Como este sábado asistiré a la versión actual de Eduardo Bazo y Jorge de Juan, tocará comparar.

Si tuvieramos que reducir a una sola palabra el enfoque del dramaturgo Ignacio Martinez May y del director Gerardo Vera a la hora de trasladar la novela “Drácula” a las tablas, esa palabra podría ser psicoanálisis. En el mismo siglo en que las teorías de Freud encontraron su acomodo más incómodo –en un entorno que bullía de sexo reprimido, figuras autoritarias y miedo a lo desconocido-, tuvo lugar el advenimiento del vampiro de Bram Stoker; quizás la metáfora más contundente sobre la enfermedad del siglo que terminaba. Y lo cierto es que el propio Freud no creía en las casualidades.



De este modo la obra de teatro que culminó su exitoso periplo el pasado domingo 10 en el Valle Inclan de Madrid hace de lo simple bandera al reducir el mobiliario escénico a un par de sillones que no paran de moverse, no importa que estemos en una cripta londinense, en el salón de una residencia de clase media en Whitby o en un castillo boyardo en medio de los Cárpatos. El juego escénico sigue reduciéndose a esos dos asientos que, haciendo un mínimo esfuerzo, podemos identificar con los clásicos divanes de las sesiones psicoanalíticas. Y así empieza la obra. No con Harker llegando a la fortaleza del vampiro o antes de eso, recopilando información sobre las inquietudes de los lugareños acerca de ese excéntrico noble que vive más allá del paso de Borgo; sino con Van Helsing interrogando a Arthur primero y a Mina después mientras estos se sientan sobre ese diván. Los dos hablan de sus miedos sobre la reciente muerte de Lucy y de la inquietud actual por la dolencia de la propia Mina, reflejo de la que se llevó a su amiga. Así pues, esta escena -que arranca la adaptación de la novela de Stoker “in medias res”- sirve de perfecto prólogo para ilustrar las intenciones de los responsables del montaje: captar la esencia de “Drácula” antes que su desarrollo lineal y, sobre todo, jugar con la obra en un plano mental antes que físico. No será el único interrogatorio que haga eco de las teorías de Freud, pues al final casi todos los personajes acabarán pasando por ese diván (Harker, Renfield y hasta el mismo Drácula), intentando descubrir las angustias propias y ajenas.



La inteligencia de este enfoque se basa en que permite condensar la densidad y variedad de la obra de Stoker en unas dos horas de espectáculo que, a pesar de reducir toda la acción del libro a una serie de diálogos –solo los episodios de la búsqueda de Lucy en la cripta y el ataque que sufre Harker a mano de las vampiras en el castillo del conde son desarrollados ante el espectador de forma similar al libro-, a pesar de su falta de movimiento de localizaciones y decorados, consigue reproducir a la perfección la historia de base que inyecta de vida al texto de Stoker y hace que siga siendo tan moderno: la idea de que una infección podrida del pasado puede llegar a desestabilizar el presente más moderno hasta el punto de cambiar la mentalidad de sus más equilibrados representantes. Y como esa misma infección podría llegar a darse cuenta de que en realidad sus días están contados y que necesita más el descanso antes que la perpetuación de su estirpe condenada. Y todo ello se consigue, como hemos dicho, con un decorado más que minimalista, fidelidad absoluta al texto de Stoker (nada de romanticismos a lo Coppola o chaqués apolillados) y unos intérpretes con plena convicción en lo que hacen, lo cual es a veces lo único necesario.

En el plantel actoral encontramos una buen equilibrio en la idoneidad de los intérpretes para con sus personajes. El argumento hace la habitual mezcla de caracteres; un clásico de las adaptaciones del libro. En este caso Arthur Holmwood se fusiona con el doctor Seward y es hermano de Mina. El naufragio de la Démeter es obviado, pero se hace una genial referencia al mismo, así como desaparecen personajes como Quincy Morris o el anciano señor Swales. Lógico teniendo en cuenta la duración de la obra. Una curiosidad es el hecho de que todos los actores interpretan varios papeles, por lo que Rocío Leon y Xenia Sevillano interpretan a Lucy y a Mina, y también a las dos vampiras que acosan a Harker en el castillo de Drácula; añadiendo más motivos freudianos al asunto. Lucy es casi un fantasma durante toda la obra, mientras que Mina muestra toda la fuerza oculta bajo su débil cáscara de mujer victoriana. Jose Luis Patiño interpreta un Van Helsing erudito y recto, como el del libro, mientras que Jose Luis Alcobendas crea un Drácula cansado, con un aura de malditismo que encaja con el toque melancólico de la adaptación y que, a pesar de su romanticismo, no es un "latin lover" asalta-camas que encuentra al amor de su vida en Inglaterra. Aqui la relación entre el vampiro y Mina es la que encontramos entre alimaña y presa. Como debe ser.

Se agradecen también los guiños a la obra de teatro clásica de Hamilton Deane que tanto éxito tuvo en Broadway y que propulsó al personaje a las pantallas cinematográficas, Bela Lugosi mediante. Son evidentes, sobre todo, en las visitas de sociedad que realiza Drácula al manicomio del Dr. Seward para mostrar su interés por la salud de Mina. Así vemos pues el clásico enfrentamiento verbal entre el Conde y Van Helsing, escena clásica del espejo incluida, aunque eché de menos la frase "Para ser un hombre que solo ha vivído una vida, Profesor, es usted muy sabio". Una de mis aportaciones favoritas a la historia original de Stoker. Pocos "peros" más puedo ponerle a un espectáculo bien concebido y bien realizado.

Os dejo para terminar con un fragmento de la banda sonora elegida para abrir y cerrar la obra: la emocionante “Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis” de Ralph Vaughan-Williams que también sirvió de genial "soundtrack" para "Remando al Viento" de Gonzalo Suárez.

viernes, 3 de febrero de 2012

DRACULA WEEK: "THE UNDEAD" La secuela del nietísimo.


ARCHIVOS EXPIATORIOS: Como el sábado próximo estaré en Madrid viendo la nueva versión teatral de "Drácula" de Hamilton Deane, con Ramón Langa en el papel principal, comienza una semana de recordatorios vampíricos. Y para abrir boca, la reseña de la secuela del clásico a cargo del nieto de Stoker. Spoilers leves incluidos.

Estamos ante la "secuela oficial" del clásico de Bram Stoker . ¿Y por qué es oficial? Pues parece ser que porque la ha escrito, o co-escrito (o lo más probable argumentado y poco más) Dacre Stoker, biznieto por parte de madre -o algo así, ya me he liado con el origen del chaval- del mismísimo Bram. Una especie de sello o marchamo de autenticidad que hace de este "Drácula, The Undead" la continuación más fidedigna de la novela de vampiros más importante de la historia de la literatura. Pero sucede una cosa. Casi desde la publicación del original han habido al menos 10.000 secuelas, pastiches, spin-offs, continuaciones en forma de trilogía, secuelas fílmicas... y ha habido incluso al menos una novela dedicada a cada uno de los protagonistas del relato de Stoker (Renfield incluido). Además, incluso una de estas secuelas se llamó también "Dracula. The Undead", que fue escrita por Freda Warrington en 1997. En todo este piélago de segundas partes de "Drácula", ¿Que aporta esta novela de Dacre? Pregunta sencilla con sencilla y demoledora respuesta: Nada. Es simplemente una secuela-pastiche más.

El marchamo ese de "oficialidad" que da el venir (supuestamente) de un descendiente de Stoker y que tanto él como su co-escritor Ian Holt han acudido a las notas originales de su bisabuelo para desarrollar el argumento son absurdas. Primero porque esas notas las podía haber consultado cualquiera -de hecho estan publicadas en un facsímil excelente presentado por la experta "draculiana" Elizabeth Miller- y segundo porque la trama no tiene nada que ver con la novela original. Ni el estilo de la historia (moderno y rápido, nada de rollos epistolares), ni el propio argumento (que hace lo que le da la gana con el canon y hasta cambia radicalmente la personalidad de algunos personajes principales) dan la impresión en ningun momento de que estemos ante una verdadera segunda parte de aquello que contó Stoker, sino ante una "explotation" más.

Dacre Stoker con la versión en castellano de su retoño.

Y que conste que el libro me ha gustado, porque es entretenido y no pierde el ritmo. En ningún momento se hace pesado, por lo que estamos ante un producto de consumo rápido total. Un "best-seller" palomitero sin nada del espíritu del original ni de su sensación de terror y amenaza sobrenaturales. De hecho tiene toda la pinta de estar más que pensado para su posterior adaptación cinematográfica. Para que nos vamos a engañar, juro que en ocasiones me ha parecido una novela de acción o de espías, por la cantidad de aventuras trepidantes que viven los personajes. Hay un par de segmentos (el incendio de cierto edificio y una lucha en plena persecución de carruajes) que son momentos frenéticos de acción pura. ¡Casi superheroíca! Bastante bien narrados, por cierto. Hay por ahí también algun duelo de sables espectacular.

Dacre Stoker, biznietísimo y Ian Holt, sentados los primeros por la izquierda, con unos amigos mientras escribían el invento este.

O sea, que si olvidamos por un momento que esto se supone que es la continuación oficial de una de las más famosas novelas de horror psicológico y de atmósfera de la historia del género, sin duda podremos disfrutar ante una trama estrambótica que de tan petarda resulta impagable. Ahi es nada introducir a la Condesa Bathory como verdadero villano de la historia, o hacer conexiones con el mismísimo Jack El Destripador sin olvidar que aparecen como personajes el propio Bram Stoker y el director teatral Hamilton Deane, que se ocupó de llevar "Drácula" a las tablas. Otro personaje destacado es el Inspector Cotford, policía que tuvo Stoker en mente para su novela, pero que acabó por borrar de la versión final.

Para mi lo peor es la interpretación del personaje principal, que una vez más se aleja de la alimaña repugnante de Stoker para convertirse en una especie de héroe romántico, tal y como lo presentó Coppola. Esta visión a lo Anne Rice que no desentona demasiado con el actual clima de vampiros modernillos -lease esa soberana bazofia de "Crepúsculo"- la verdad es que empieza a tocar las narices más de la cuenta. Pero bueno...

En fin, para un fan de "Drácula" sin prejuicios y para el obseso del ambiente victoriano y la literatura de la época, sin duda este "..., El No Muerto" puede resultar altamente entretenido. Además de un festín de guiños para el "connoisseur". ¡Ah! Y prometen secuela, o trilogía, que no me extrañaría nada, la verdad. Hay que exprimir todo lo que se pueda. Para el que busque una obra literaria de mérito o una novela a la altura del original, que siga buscando. Repito, es otro pastiche. Y nada más que eso.