INTRO NO-RELACIONADA PERO INTERESANTE: Como podéis ver, amigos de lo ajeno a la realidad, estrenamos nuevo y polvoriento "look". La temporada estival nos ha dejado extenuados, góticos y más siniestros que el hombre al que dedicamos la entrada de hoy, así que el carnaval debe reflejarlo. En cuanto a "La Frati Negra" el proyecto de "crodwfunding" de un grande de nuestras letras como es Lem Ryan os conmino a que pinchés en el enlace de arriba y os ilustréis debidamente, pero aun así hablaré de ello en la próxima entrada. Os dejo con el "amargo Bierce":
Como me parece imperdonable no haber
mencionado más que un par de veces a Ambrose
Bierce en esta mansión de telas deshilachadas y polillas rampantes, vamos a
comentar un par de cosas sobre una de sus obras magnas: “Tales of Soldiers and Civilians”. Sobre la parte “civil” del título me concentraré quizás
en otra ocasión –estamos hablando de algunos de los mejores relatos de humor
negro y horror de la historia, y eres réprobo si no los has leído o tienes
intención de hacerlo pronto-, así que dado que le he echado una relectura a la
parte “soldadesca” del asunto vía el
estuchito tan mono con casi todos los relatos de Bierce que publicó Alianza
hace un par de años, vamos con ellos.

Leer por primera vez los cuentos que
el veterano de guerra yanqui (en todos los aspectos, porque luchó con los
unionistas) dedicó a sus experiencias en la sangrienta contienda impacta y
hechiza a partes iguales. Y para la relectura puedo decir que el efecto es
exactamente el mismo. La prosa elegante y fluida de Bierce puesta al servicio de una descripción de horrores tan
siniestra, es de las que se te clavan en el córtex y te retuerce de por vida,
sean cuantas sean las veces que se vuelva a ella. No es de extrañar que estas
fábulas –entre el realismo grumoso y el onirismo más gélido- no fueran plato
del gusto de los lectores de la época, aun hipnotizados por los conceptos de la
guerra basados en el honor, patria, etc… y que de repente se topaban de bruces
con el barro, las vísceras derramadas, los ahorcamientos por traición y la
ausencia de esa felicidad guerrera que se vendía desde los periódicos. Es
sintomático el hecho de que Bierce se sintiera, pese a todo, a gusto en un
contexto bélico que también le llevo a comprobar la grandeza del ser humano y
la camaradería que puede surgir entre hombres al límite… pero en los “Cuentos de Soldados” apenas vemos nada
de eso.
Lo que si aparece de continuo es la
sensación de que estas experiencias –fueran exageraciones de la realidad o
puras invenciones al completo- son las que sin duda moldearon el carácter del
que posteriormente fue apodado “bitter bierce” debido a sus
sarcásticas columnas o su genial “Diccionario
del Diablo”, es decir, el de un hombre amargado y receloso del género
humano. Aunque por un lado parece ser que el autor tenía buen recuerdo de
algunos momentos de su etapa militar, lo cierto es que no se puede evitar ser
sacudido por el anti-belicismo de cuentos como “Chickamauga” un sobrecogedor encuentro nocturno entre un extraño
niño y un grupo de soldados heridos que gatean. O por el tenso retrato de las instituciones
militares que empaña historias como la famosísima “Episodio en el Puente de Owl Creek” o “El Golpe de Gracia”. Estos tres cuentos -especialmente los dos primeros-, pueden entrar sin problemas en el top de los mejores relatos cortos de la historia. Aunque solo fuera por la detallada ambientación, la belleza de la prosa o la profundidad de sus conceptos ya estaríamos ante joyas impolutas, pero es que además, su crudeza te patea de tal forma las entrañas que Bierce consigue lo que más aprecio en un escritor: que su relato siga aferrado a tu estómago unos cuantos días despues de haberlo devorado.

Es casi común a todos los cuentos el
tema del aislamiento; suelen empezar “in
medias res” y con un solo personaje (soldado la mayoría de las veces)
perdido en un bosque, en un rio o, de alguna forma, “atascado” en una situación
de la que le va a costar salir, si es que sale. En un libro tan negro y
pesimista en general, el humor hace escasas apariciones. Podremos encontrar
algo de la ironía de Bierce en las respuestas del espía “Parker Adderson, filósofo”, que comienza siendo interrogado y
respondiendo de forma divertida e inteligente y que, poco a poco, se nos
mostrará un trasfondo mucho más oscuro para todo ello. Algo similar ocurre en
la obra maestra “Caído en Resaca”,
llena de un humor negrísimo que nos recuerda que, al fin y al cabo, la valentía
del soldado proviene a veces de lugares insospechados… y ridículos. Pero otro
detalle importante: Exceptuando algunas, pocas, de las historias que sí tratan
realmente de maniobras de los soldados durante la Guerra de Secesión (Como “La Batalla en la Vaguada de Coulter” que a pesar de eso aun se reserva una bellísima y necrófila imagen final),
el resto, más que relatos bélicos entran más claramente en el género del horror
que Bierce cultivó de forma tan certera
en el resto de su obra.
Y ello es debido a una atmósfera
ominosa y cruel. A unos personajes desorientados que piensan que están llevando a
cabo alguna acción de evasión, o de gloria para su pelotón, para de repente
despertar y darse cuenta de que su destino ya ha sido sangrientamente fijado
desde un lugar superior. Se repite en muchos relatos el equívoco de un
personaje que cree estar haciendo algo (huir de un derrumbamiento, recuperarse
de una horca de la que se ha escapado), cuando en realidad su mayor miedo se ha
cumplido de forma fatal y asistimos a una especie de purgatorio mental o
fantasía que configura el relato y a veces nos golpea con el clásico, pero no
por ello menos efectivo, final sorpresa. Nunca el determinismo ha tenido para
mi tanto sentido como en esta oda a la vida de unos personajes (o personas) que
firmaron su sentencia de muerte en cuanto pusieron el pie en el campo de
batalla.