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domingo, 15 de abril de 2012

EL ASESINO HIPOCONDRÍACO De Juan Jacinto Muñoz Rengel

Por más que en la portada del último libro de Muñoz Rengel aparezca el epígrafe de "Novela", yo tengo mis dudas. ¿Es una recopilación de ensayos sobre eminentes enfermos de la historia con un fictício hilo argumental? ¿Quizás es una sucesión de relatos cortos que, eso sí, tienen como protagonista al mismo asesino a sueldo en busca y captura de la misma víctima? Y por cierto, ¿Qué género le ponemos al argumento que nos presenta? ¿"Noir" de enfermedades? ¿"Chascarrillo" médico? ¿Tragedia surrealista? Yo lo que en realidad creo, tras este trabajoso -y altamente absurdo- recuento, es que "El Asesino Hipocondríaco" es todo eso y mucho más. Es divertida hasta decir basta y esta bien escrita (también hasta decir basta), pero a pesar de ser un espectácular catálogo de enfermedades, también es un tónico para el alma. Es un verdadero tratado sobre como dar en la diana de la excelencia casi en cada maldito párrafo y además es un batiburrillo que abarca más cosas de las que realmente parece a primera vista. Así que sí, también es una novela.

La historia viene a contar las aventuras, y sobre todo desventuras, del Señor J (qué "kafkiano", como quien dice), un profesional del asesinato, un hombre que tiene una misión: acabar con la vida del señor Blaisten. Y ese es el único hilo narrativo de toda la obra. Sin embargo, durante todo el vodevil de encuentros y desencuentros, conocemos al dedillo los delirios y jocosas obsesiones del protagonista, al cual aprendemos a queder practicamente desde la primera línea. No ya por esas fichas que parece que guarda sobre las enfermedades de laureados escritores y pensadores que en el mundo han sido, sino también por su sempiterna mala suerte. Otra enfermedad que podríamos achacarle -como si no se inventara él solito las suficientes- sería el "Síndrome del Correcaminos": Esa especie de maravillosa alegría que le lleva a meter la pata y salir escaldado de mil y un periplos, pero que en ningun momento le hacen cejar en su misión, casi sagrada. Porque estamos ante un hombre, como él mismo se autodenomina con regularidad, "de moral kantiana"; la cual le hace sacar fuerzas de flaqueza y realizar todo tipo de disparatados subterfugios (disfraces de pena, allanamientos de morada...) en pos de un grial que parece cada vez más lejano.
Immanuel Kant. Como para no ser enfermizo con esa cara.

No quiero contar mucho más porque la novela es un disfrute continuo y es mejor saborearla sin haber catado demasiado de la misma (tan solo decir que hacía siglos que no me reía a carcajadas con un libro, quizás desde "La Conjura de los Necios"). Por eso mejor dedicarme a glosar la obra de Rengel, uno de los mejores representantes del clasicismo moderno en nuestra lengua. ¿Que a qué me refiero con eso de clasicismo moderno? Pues basicamente a la gozosa circunstancia que supone encontrar un autor que tiene todos los mimbres que hicieron grandes a los clásicos de todas las épocas -siempre le he notado un regustillo a Borges que dudo que niegue- pero con un lavado de cara y un jugueteo literario que convierte sus relatos en rabiosa y absorvente actualidad. Descubrí a Rengel siguiendo su estupenda labor de antologuista y presentador de "Perturbaciones", una excelente recopilación de fantasías pergeñadas por lo más granado de los actuales actores patrios y me hice admirador irreductible al leer sus dos primeros libros de cuentos:
"88 Mill Lane", que para mi es uno de esos libros que gente como Maupassant, Poe o Carrere hubieran disfrutado como enanos, y "De Mecánica y Alquimia", que es un recorrido apasionante por el mundo de los relojes, las fantasías arábigas, las vidas artificiales, los engranajes y, en definitiva, todos los temas que interesan. Esperemos que Rengel continúe con esta línea ascendente y nos regale pronto otra novela tan absorbente y adictiva como esta.

4 comentarios:

Ricardo Signes dijo...

Me la pido, Wolfville. La semana que viene voy a por ella.

Moniruki dijo...

anda! la semana pasada lo vi en la biblioteca. Si lo sé me lo cojo. Bueno, la próxima vez que vaya lo pillo fijo.

MAV dijo...

La verdad es que no lo conocía, pero por lo que has comentado, de que te has reído a carcajadas como con la Conjura de los necios (que por cierto estoy leyendo) la apuntaré para próximas lecturas.

Por cierto, gracias por pasarte por mi blog y dejar tu huella.

Un saludo ^^

Urzay dijo...

El recuerdo aterrador de este retrato de Kant me persigue desde que lo he visto esta mañana. También me ha gustado mucho la entrada, y la anterior, que yo soy de Tori Amos desde “Silent all these years”, pero conste que esto lo digo sólo para que César Vidal no publique otro libro.
:-)