“Algunas
personas entristecen cuando son terriblemente jóvenes. Al parecer sin una razón
especial, casi como si les viniera de nacimiento. Se hacen heridas más fácilmente,
se cansan antes, lloran más rápido que otros, recuerdan durante más tiempo y,
como digo, se vuelven tristes más jóvenes que nadie en el mundo. Lo sé, porque
yo soy uno de ellos”
Ray
Bradbury. “El Vino del Estío”
No sé si esta cita es realmente adecuada para abrir este
humilde homenaje a ese gran maestro de las letras, que nos dejó ayer tras una
vida plena de obras de arte en forma de relato, prodigios con disfraz de novela
y sapiencia camuflada como ensayos desenfadados. No sé si Bradbury fue realmente uno de esos niños tristes que supo retratar
tan bien, como el Douglas Spaulding
de este “…Vino del Estío” –un libro
imprescindible que no cuenta con la fama de sus “libros mayores”-, y no sé tampoco si yo llegue a encajar alguna
vez en esa categoría de niño melancólico. Disfruté como un enano de mi
infancia, aunque también me asaltaron muchos ecos oscuros y tristes. Por
ejemplo cuando leía a Ray Bradbury y
descubría que el mundo era hermoso pero feroz y tan luminoso como trágico. En
esa descarada nebulosa de invenciones teatrales que suele ser nuestra memoria
de lo que realmente ocurrió en nuestra niñez, quizás sea presuntuoso por mi
parte pretender evocar como me sentía en mi edad más temprana. Y como para
evocar ese sentimiento –de forma pura, descarnada, bella y real- ya tenemos los
libros del señor Bradbury, mejor me
concentro en intentar describir como me siento hoy. Y desde luego hoy sí estoy
triste.
Triste porque poco a poco la vieja guardia de la
ciencia-ficción clásica se apaga. Ya solo queda Matheson y, ay, solo tiene seis años menos que Bradbury. Alguien que, como el viejo Ray, llega a vivir hasta los noventa y uno –parece que quisiera llegar
a ver el futuro tan negro que pintó en sus “Crónicas
Marcianas” o en “Farenheit 451”-
dice mucho acerca de la alegría vital del creador. Si contemplamos sus últimas
fotografías seguimos viendo esa sonrisa del que se lo pasa en grande desde sus
años mozos, y es que a pesar del pesimismo del que a veces hacía gala de forma
tan sobrecogedora, también es cierto que hay pocas obras que destilen más
pasión, vitalidad y pura felicidad como la de Bradbury. Su infatigable proceso creativo quedaba bien a las claras
en su –recomendadísimo, lectura de cabecera para mí- “Zen en el Arte de Escribir”. No tanto un manual de narrativa
(aunque también), ni una lista de herramientas para el escritor novel (que sin
embargo no debe dejar de tomar nota casi en cada página), sino una
imprescindible guía para la existencia. Una declaración de amor hacia la
lectura y la escritura que Bradbury,
con su clásico tono sentimental pero sin concesiones, desgrana en unas páginas
llenas de gozo y alegría de vivir. Y de escribir.
Sensaciones. De eso trata la obra del maestro. Y en mi opinión
no era solo un autor de ciencia-ficción como rápidamente le etiquetaron, sino
uno de los mejores escritores –que usaron la fantasía- del siglo XX. De leer al
Bradbury “sci-fi” pasé al realista, incómodo y definitivamente variado en su
paleta de “El Hombre Ilustrado” –otra
joya de recopilación, a la altura de sus “marcianismos”
y que el inútil de Zack Snyder lleva
tiempo amenazando con llevar a la pantalla- y de ahí al melancólico y vanguardista
de la mencionada “El Vino del Estío” o
“La Feria de las Tinieblas”, que
cuenta con alguno de los párrafos más hermosos de toda su producción. ¡Pero hay más! ¿Qué decir del Bradbury macabro? Ese que comenzó publicando sus pesadillas en
forma de relato breve en la época de declive del “pulp”. El que haya leído su cuento “El Pequeño Asesino” dudo que lo olvide jamás, y para el que no lo
haya hecho podéis encontrarlo en el recopilatorio “Maestros del Horror de Arkham House” editado por Valdemar. Porque sí, estamos hablando
de alguien tan anciano que llegó a publicar en Arkham, la mítica casa en la que August Derleth recopiló tantas maravillas propias y ajenas. Alguien
que vino de la eclosión del género, atravesó su época dorada y se mantuvo hasta
que el público lector decidió darle la espalda a la triste fantasía y
conformarse con la triste realidad.
Prefiero dejarme de depresivas frases para la posteridad. No
tengo ganas de volver a buscar una cita de Bradbury
que demuestre una vez más su grandeza emotiva, su capacidad para agarrarnos por el
gaznate y llevarnos por un viaje de lágrimas y alegrías, casi siempre
efímeras. Prefiero acabar reproduciendo una de sus frases jocosas –también hay
mucho humor en su obra, como corresponde a un autor inteligente-, que desde hoy
adopto como lema oficial de vida:
“Nunca le
hago caso a nadie que critique mi afición por los viajes espaciales, las ferias
de monstruos o los gorilas. Cuando alguien lo hace, recojo mis dinosaurios y me
voy de la habitación”
¡Que curioso! Nació a finales de un verano y se ha ido empezando un nuevo verano.
Ya sabéis, todo renace. Descanse en Paz.
9 comentarios:
¡Qué hermosa crónica! Y encima esa cita final que, como usted ha decidido (y con su permiso) hago mía también desde ya: "Nunca le hago caso a nadie que critique mi afición por los viajes espaciales, las ferias de monstruos o los gorilas. Cuando alguien lo hace, recojo mis dinosaurios y me voy de la habitación”...
¡¡ESTE HOMBRE ERA UN GENIO!!
Ya sabía yo que con lo de los viajes espaciales, las ferias y los gorilas iba a tocar la fibra de la gente sensible. Me la tocó a mí, maldita sea!!!!
Un saludo, abuelito.
Me quito el sombrero y las gafas. El mejor homenaje a Bradbury de los que he leído. Bravo, Wolfville.
Emotiva muestra de admiración por Bradbury. Yo siento debilidad por "El hombre ilustrado", precisamente el único libro de este autor del que he ilustrado una portada. Larga vida a Matheson por el momento. Borgo.
Caramba. Acabo de publicar una entrada sobre Bradbury y después leo tu entrada y veo que he puesto la misma foto que tu. Perdona, no lo sabía a priori.
En ella hablo de un proyecto de comentar mis obras preferidas de Bradbury, y esta se cuenta entre ellas. Me encanta que lo hagas tú. Por cierto ¿no será tuya esa edición firmada de "Dandelion Wine"? Y en inglés.
Yo por ese libro ¡ma-to!.
Su obra, simplemente, me apasiona y me provoca sentimientos que pondría entre los mejores que puede evocar la lectura.
Pues me parece fatal que me hayas robado la foto para tu post. ¡Donde quedó aquello del copyright! XDDDD Bromas aparte, la internet es muy grande y las fotos molonas siempre apelan a los mismos instintos sensibles ;)
Ya quisiera yo que esa copia firmada fuera mia, ya :( Es un libro por el que matar, sin duda. Sobrecogedor y mágico, como practicamente todo lo que escribió este genio.
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