.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

"TRES CUENTOS" De Gustave Flaubert



Es muy sintomático que estos tres cuentos del maestro francés supongan, en su brevedad, una especie de canto del cisne de toda su obra. Publicados en 1877, solo tres años antes de su muerte y mientras se encontraba batallando con su última –y casi inconclusa- obra de arte “Bouvard y Pecuchet”, todos los críticos han coincidido en señalar en la estructura y desarrollo de esta trilogía tan dispareja, un eco de cada uno de los tres temas –o narrativa, o ambiente, o inquietud en general- que Flaubert definió en sus grandes novelas. Eso sí, las tres coinciden en presentar una temática que rondaba a Flaubert desde largo tiempo atrás, lo cual las une en cierto modo como un recuento tardío de algunas de las obsesiones del autor cristalizadas en tres importantes versiones cortas de su novelística.

Así pues, “Un Corazón Sencillo”, la primera de ellas, sería una especie de ilustración de la vertiente más realista y mundana de Monsieur Gustave. Ecos de “Madame Bovary” y, sobre todo, de “La Educación Sentimental” –hay una escena en el puerto que me recordó horrores al comienzo de aquella- tiñen una trama en la que el autor vuelve a su empeño por contar una historia tan cercana que casi pareciera que no ocurre nada durante su desarrollo. Pero nada más lejos de la realidad. La muy vulgar biografía de la criada Felicité –los nombres, como en su “…Bovary”, son fundamentales-, le sirve a Flaubert para hacer una radiografía rural de plácido desarrollo pero con momentos de gran emoción. Importante en la historia es la presencia de un loro en el que la pobre criada acaba depositando todo su afecto. El excéntrico Flaubert de hecho escribió estos cuentos con un auténtico loro en su escritorio, al cual acabó incorporando al relato como metáfora de una espiritualidad esquiva que acaba personalizando la simple Felicité. Una mujer que nace, vive y se acerca hacia la muerte en un estado de ilógico éxtasis sacro anclado en la realidad, a pesar de los golpes que la vida le ha ofrecido. Precioso final e impecable desarrollo.

“La Leyenda de San Julián el Hospitalario” es la segunda obra incluida y sirve para despertarnos de la sosegada sensación que nos brindó la primera historia. Es un cuento medieval basado en una leyenda religiosa que, en este caso, nos retrotrae al Flaubert más explícito y violento, el de “Las Tentaciones de San Antonio”. Escenas de macabro onirismo salpican la historia del Julián del título, que comienza como una parábola sobre la dicotomía del futuro que aguarda a su protagonista. O será un emperador o un santo, y la historia jugará continuamente con la broma del destino que acabará siendo, porque Julián desde pequeño mostrará una crueldad propia de un genocida, torturando animales hasta el punto de acabar masacrando un valle entero de ciervos al llegar a la madurez. Las terribles consecuencias de sus actos –que culminarán en una tragedia familiar de la que él mismo es responsable y ejecutor- será el comienzo de un peregrinaje trágico para el titular del cuento. Salpicado de sangre derramada, violencia explícita y una parte final que se quiere un “happy end” redentor, pero que a mi me pareció tan sórdida como el resto del relato, este segundo cuento mezcla un tono de fábula clásica con el de un realismo atroz que resulta más que efectivo.

Y si esta pieza nos evocaba “Las Tentaciones de San Antonio” y “Un Corazón Sencillo” podía ser un eco de “Madame Bovary”, en el último de los cuentos, “Herodías”, nos metemos de lleno en uno de los géneros más amados por Flaubert: el relato histórico. En este caso pensar en “Salambó” es más que inevitable, así como el ambiente que el propio autor vivió de primera mano y plasmó en su libro “Viaje a Oriente”. La reconstrucción histórica al dedillo –ropajes, arquitectura, personajes reales, la vívida descripción de los banquetes y demás costumbres, etc…- consigue dominar en esta versión de la historia bíblica de Herodes, Herodías, Salomé y Juan el Bautista. Y ello a pesar de su brevedad. Dividida a su vez en tres partes que culminan con un misterioso guiño a una figura femenina que acabará siendo vital en la trama, Flaubert entiende de sobras que ni Juan el Bautista ni la propia Salomé son los más importantes personajes de la obra, sino las maquinaciones de la propia “Herodías”, destinadas a una venganza de las que hacen época. Durante el camino tendremos intrigas palaciegas, un comentario sobre la situación judía y, por supuesto, un memorable discurso del bautista insultando a Herodías, totalmente a la altura de tan soez y  bíblico momento.

En definitiva una obra que, a pesar de su brevedad, resulta imprescindible como resumen del arte “flaubertiano”. Esta claro que si no entras al trapo ni al juego de estas tres historias, es posible que el solitario de Croissett no sea para ti. Pero si ya has leído al menos una parte de su gloriosa e imprescindible obra, los “Troi Contes” te proporcionarán unas pocas horas de inmensa dicha.

viernes, 22 de noviembre de 2013

NAVIDADES NEGRAS ("¿Por qué me hacéis esto?")

Esto son algunas de las novedades librescas que aparecen aprovechando el periodo de mayor consumo del año. A lo que yo debo exclamar... "¡¡No soy rico, dejenme en paz, dejenme vivir!!":














 

Por supuesto acabarán siendo mías. Antes una nochebuena bajo un puente que privarme de todo esto.

lunes, 18 de noviembre de 2013

“CUENTOS NEGROS” De Ambrose Bierce



Siguiendo con la lectura de los relatos de Bierce, llegamos a un punto de auténtico no retorno. “Cuentos Negros” en edición Alianza (a cargo del estudioso “bierciano” Aitor Ibarrola-Armendariz) recopila en su mayoría los relatos incluidos en el canon con el nombre “Tell Tale”, y son, básicamente, terrorismo literario. Si el “amargo Bierce” dedicaba sus cuentos de soldados a hacer una macabra radiografía anti-belicista y sus columnas periodísticas eran blanco para descargar todo el vitriolo que la sociedad que conoció merecía, estas piezas oscurísimas son auténticas patadas al estómago del lector. Más que cuentos son fábulas descacharrantes que ponen en solfa, ridiculizan y dinamitan no solo cualquier tipo de estamento social, sino también todo comportamiento humano. Bierce nunca estuvo más “bitter” que en estas piezas cargadas de odio. Eso sí, la selección tiene dos partes muy bien diferenciadas.

En la primera encontramos parricidios, maltrato animal, asesinatos que sobrepasan todos los niveles de sadismo, chantajes, robos, infanticidio, enterramientos en vida… los relatos son una auténtica juerga. Pero lo más terrible de todo es su tono “blanco” en el que seres despreciables cuentan sus aventuras en primera persona con un tono biográfico de total normalidad. Para ellos, sus acciones no son censurables ni mezquinas, sino simplemente la única forma posible de comportarse en la sociedad que les ha tocado vivir. Pese a todo, no hay moral alguna, sino que el toque de humor negro de estos testimonios casi acerca estas historias a un surrealismo macabro. El comienzo de “Un Incendio Imperfecto” es un maravilloso resumen para todo lo que vamos a encontrar en este libro: “Una mañana temprano de junio de 1872 asesiné a mi padre, un acto que por entonces me afectó profundamente”. Observamos a personajes que están por encima del bien y del mal y que, a pesar de actuar sin ningún tipo de arrepentimiento, al final también pueden ser burlados. No importa lo manipulador o criminal que se pueda llegar a ser para lograr los objetivos, siempre puede haber alguien más listo e implacable que te pase por encima.

“Mi Asesinato Favorito” es, básicamente, eso. La sádica descripción de un crimen sin motivo que en su exageración puede llegar a ser hilarante –inolvidable el momento en que la víctima es colgada en un árbol dentro de un saco, con un carnero embestidor rondando por allí cerca-, pero cuyo peso del estómago jamás se te aliviará durante su lectura, debido a la satisfacción que siente el criminal con su acto. En la negra realidad reconfigurada de estas historias, no hay justicia ni ley. Y todo se mira desde el prisma de la ambición y el lucro propio, independientemente de lo luctuoso de los hechos narrados. En “Aceite de Perro” –obra cumbre de este tomo- se mezclan abortos y el asesinato de perros para fabricar aceites, y además la mezcla es literal. Pero lo más fascinante es que la debacle final de este relato es juzgada por el narrador en términos económicos, expresando su remordimiento por el desastre comercial que suponen sus actos sin mención a la pérdida de vidas. Eso es lo que distingue esta primera fase de los “Cuentos Negros” y lo que hace que esta denominación sea tan apropiada para el veneno que recorre estas fábulas.

En la segunda mitad del libro, en cambio, y sin abandonar cierta oscuridad ni el tono satírico, los relatos parecen un poco más “luminosos”, si es que podemos asociar ese adjetivo a la narrativa de Bierce. No hay tanta violencia y predomina la crítica social un poco más amable, por lo que estos cuentos resultan algo más accesibles y divertidos aun siendo tan críticos como los otros. Pero desde luego si este libro deja huella es por lo cafre de las primeras historias, que colocan al autor como una figura auténticamente única en las letras americanas, y que justifican a la vez su excesivamente escaso predicamento en el “panteón” de los autores clásicos de finales del siglo XIX y primeros del XX, así como la absoluta necesidad de una reivindicación mucho más estrepitosa de la que actualmente goza entre los estamentos literarios y público lector por igual. Estudiosos de la ficción macabra tan prestigiosos como S.T. Joshi se encuentran en estos momentos realizando tan loable labor, que hay que apoyar sin miramientos.

jueves, 7 de noviembre de 2013

LA CASA DE HOJAS - Entrevista a MARK Z. DANIELEWSKI


Sí, amigos, llegó la hora de disfrutar al fin en español de "House Of Leaves", un libro de culto que solo unos pocos escogidos en este pais había leído de cabo a rabo en su idioma original -yo fui uno de los que lo compró en inglés, hizo el intento y despues dijo "Mejor me espero a que algún valiente se dedida a traducirlo"-, y ahora los chicos de Alpha Decay y Pálido Fuego se han asociado para traernos lo que parecía imposible. "La Casa de Hojas" ya es una realidad en toda su gloria de experimentación formal, múltiples tipografías, páginas al revés y una absorvente trama que mezcla vanguardia, terror, toques psicológicos, realismo... y sí, ¡Una casa encantada! Para celebrar este festival de placeres que nos espera he traducido la famosa entrevista a su autor, Mark Z. Danielewski, en la que se refiere exclusivamente a su libro y que -salvo error u omisión- creo que no estaba en castellano por ahi. El lunes tendréis esta joya en las librerías (aunque yo la tengo ya, porque la Fnac de Málaga ha traido algunos ejemplares. Ventajas de que uno de los editores sea paisano mio). Y sin más ni más, Danielewski toma la palabra:

Esta es tu primera novela y el producto de diez años de trabajo. ¿Cómo llegaste a escribir “La Casa de Hojas”?

Con muy poco dinero, muy poco tiempo de sueño y altas dosis de locura. Si empiezas a escribir algo como “La Casa de Hojas” es porque una parte de tí tiene que haber recibido un certificado de idiota por parte algún jurado. Pienso ahora, con perspectiva, que hubo una época en la que podría haber parado, sencillamente haberlo tirado todo a la basura. La casa, la familia, el extraño coro de voces. Pero entonces llegó el día –o debería decir la noche- en que me di cuenta de que habría sido imposible. Ya había cruzado algún tipo de línea invisible y el libro ahora me controlaba. Escuchaba sus peticiones y respondía a sus necesidades, convirtiéndose en una prioridad que estructuraba el orden de mi vida. Y, bueno, así fueron las cosas. Bienvenido al infierno. Has ganado el tour completo.

Debido a lo singular de “La Casa de Hojas” es más complicado definirla que cualquier otra típica obra de ficción. Has hablado de ella como una historia literaria de fantasmas, pero es mucho más que eso. Háblanos de tu libro y de como lo describirías.
 
Creo que muchos dirían que trata sobre una casa que es más grande por dentro que por fuera. Sin embargo hoy en día me gusta ver “La Casa de Hojas” como una obra de tres personajes: un viejo ciego, un hombre joven y una extraordinaria mujer. Los tres se cuentan historias unos a otros –historias terroríficas, historias tristes… ¿Has leido las historias sexuales?- y es fácil no dares cuenta de ellos, porque te sientes barrido por sus narrativas, por sus imágenes. Al menos eso me pasó a mi. Pero entonces, igual que ocurre cuando escuchas a un amigo que te está contando algo, hay momentos en los que tomas consciencia de la persona que tienes delante y asimilas todas las cosas que te esta describiendo: el diálogo, los hechos, junto a los gestos e incluso las dudas. Todo lo que rodea a lo que estas oyendo –los errores, las repeticiones, la energía- es, de hecho, un íntimo retrato de ellos mismos; y cada vez veo más así a “La Casa de Hojas”. Tres personas. Hermosas, tristes y por supuesto terríbles, vagando como unos condenados en los horrendos salones de su imaginación colectiva y de sus historias. Hechizándonos a nosotros –o al menos a mi- de la forma en que ellos hechizan a sus propios relatos.


Parece haber un súbito interés por el horror, con los estrenos cinematográficos este verano de nuevas películas como “El Proyecto de la Bruja de Blair”, “The Haunting” o “El Último Escalón”. ¿Qué sacas en claro de esta tendencia y como se relaciona “La Casa de Hojas” con el género del horror?

Leí hace poco un titular –creo que fue en el USA Today- anunciando que el terror inteligente estaba de moda. Eso es esperanzador, y me refiero en un nivel cultural. Este tipo de films plantean una pregunta muy importante: ¿Qué es lo que temo? El horror inteligente, o al menos tal y como yo lo veo, no se limita al típico asesino en serie o clichés por el estilo. El terror inteligente va en busca de los orígenes más profundos del miedo. Por lo general se basa en los fantasmas, la religion, la violencia inesperada y todo ello tratado con el suficiente nivel de incertidumbre como para no provocar un chute de adrenalina sino más bien un chute al pensamiento. Mira lo que ocurre con “The Blair Witch Project”. Los chicos quieren hablar sobre ella, y leerlo todo en internet.

Muchos films “mainstream” de los 80 eran solo acción, “Rambo”, “Arma Letal”, “La Jungla de Cristal”. Ofrecían heroes envueltos en actos de valentía imposibles, probando los límites de su aguante y su habilidad para soportar el dolor. No importa el presupuesto o lo enorme de su enfoque, casi todos sin excepción trataban sobre la rabia.

Tengo que ser un poco cuidadoso con esto, porque algunas partes de “La Casa de Hojas” reflejan mi propio aprendizaje en ese género. Sin embargo, lo que los 80 nos proporcionó fue una mirada muy cercana a esa rabia. Probablemente ya sabes por donde voy. Y no te preocupes, no voy a profundizarte en los exactos mecanísmos psicológicos y químicos. Para que no te termines toda tu botella mientras dura esta conversación voy a simplificarlo: La rabia es siempre el resultado y una respuesta al miedo. Lo digo así porque las respuestas podrían ser categóricamente multiples.

Es posible que conozcas a el clásico que dice que nunca tiene miedo (digo “él”, porque es típico –aunque no siempre sea el caso- que los hombres sean los más dispuestos a decir algo tan ridículo). Bueno, si le preguntas a este tipo si alguna vez ha estado enfadado, probablemente responderá: “claro”. Diablos, seguro que incluso alardea de ello. Pero si estas enfadado, también estas asustado. No me importa si es un cabreo en la carretera o la respuesta a una puya de tus padres, o la pinta tan rara que tiene un libro nuevo. Si te sientes agitado por la ira, entonces algo te ha asustado.

Por supuesto este pensamiento no es lo más innovador del mundo, es tan viejo como las montañas. Pero a veces este conocimiento es malinterpretado. El subidón que nos provoca la rabia, el sentimiento de poder y posibilidades, es tan intenso que olvidamos su origen. No recordamos que en realidad somos el producto más alto de nuestro propio laboratorio químico interno. Y es un laboratorio muy sofisticado.


Asi que me siento ilusionado por esa tendencia hacia el horror inteligente, porque sugiere que hay una voluntad, a nivel cultural, por superar la respuesta de la ira y tratar con una pregunta mucho más heroica: ¿Qué es eso que temo? ¿Y por qué? ¿Y como debería responder a ello?

En fin, quizás aquello que nos asusta tanto resulte ser solo una habitación oscura y vacía. Pero a lo mejor no es asi. Estamos aquí para averiguarlo.

Los muros y las limitaciones no tienen sentido en el mundo que has creado. Mientras el caos y el terror se adueñan de tu novela, el texto lo sufre; A la vez que la casa se transforma, también lo hace el manuscrito de Zampanò. ¿Qué es lo que intentas decir sobre el poder mutante del miedo?

Voy a tener que contradecirte en esto. “Sin sentido” y “terror” no pueden coexistir. En el corazón de todo terror está el miedo a perder aquello que tiene más sentido para nosotros. Incluso el “terror del sinsentido” es lo mismo. Es el miedo a que tu vida y aquellos a los que amas se conviertan en algo intrascendente. El hecho de que tu experimentes personalmente el terror me indica que hay mucho en “La casa de Hojas” a lo que le encuentras sentido.


De un extraño y quizás irónico modo –sobre todo estimulado por el peligro sobre los otros- el terror puede ser en realidad la prueba de nuestra habilidad para preocuparnos, y sobre todo amarnos.

Johnny Truant es un chico típico de los clubes de Los Ángeles y un personaje fantástico. ¿Está basado en alguien que te encontraste en L.A.?

Sip. Aunque lo ultimo que supe de él es que estaba desaparecido.

Eso es todo lo que vas a contarme, ¿Verdad?

Sip.

Tu libro pone nervioso al lector de una forma fascinante y totalmente nueva. ¿Tenías intención de inquietarnos así?

Cuando tenía seis o siete años vi una película de vampiros y me aterrorizó. Pude superarlo a base de buscar todo lo que pude sobre ellos; el "Drácula" de Bram Stoker, cómics, artículos. Cualquier cosa que se te ocurra seguro que la leí. Por supuesto a mis padres no les gusto que me pasara meses espolvoreando la casa con sal de ajo.

“La Casa de Hojas” trata en realidad sobre la inquietante naturaleza del miedo y mi intención era ilustrar eso, pero también es sobre recuperarse del miedo. Puedes decir que es “Drácula”, autoayuda y sal de ajo todo en uno. Solo que huele mucho mejor.

Los lectores de “La Casa de Hojas” notarán enseguida que eres un aficionado al cine. ¿Cuándo comenzó ese interés?

Mi padre era cineasta. Hizo television en directo en los años  50 y posteriormente cine vanguardista, para acabar finalmente en los documentales. Recuérdame que algún día te hable de cuando vivimos en España. Lo que pasó allí fue bastante asombroso. Incluso mucho más, creo yo, que lo de las cobras en la India.

En cualquier caso no importa lo que él estuviera haciendo, ya fuera rodar un film en Africa o dirigir un culebrón en New York, él hablaba sobre cine constantemente. Y cuando mi hermana y yo eramos jóvenes siempre traía las pelis de 16 mm a casa. Por aquel entonces teníamos a mano un viejo proyector y un gran surtido de pantallas. “La pantalla es lo más importante” decía, y entonces comenzaba a discutir sobre el tamaño, niveles de reflejo y todo eso. Muchas familias gastan dinero en coches, vacaciones y ropa, aunque estén arruinados y nosotros lo estábamos por entonces. Muy arruinados. Fue una lección importante la de que los zapatos no eran vitales, papa gastaba dinero en las pantallas.

Y fue un precioso regalo. Mi Hermana y yo no lo sabíamos entonces pero fue una magnífica y extraña educación. Cada semana Kubrick, Reed, Chaplin, Fellini, Bergman, Ford, Welles, Lean entraban en nuestra habitación. Todas sus luces, maravillas, genio y conceptos erróneos eran lanzados en la pared abriendo un pasillo mágico y extendiéndose hacia lugares lejanos. Mi padre siempre estaba detrás nuestra, en su silla, en las sombras.
Por supuesto solo porque teníamos una pantalla decente no quiere decir que tuvieramos un proyector decente, y desde luego no teníamos más de uno. Eso quiere decir que cada treinta o cuarenta minutos el carrete se salía y había que enroscar uno nuevo. Imagina a quien le tocaba hacerlo.


El caso es que durante esta interrupción mi padre comenzaba a preguntar: “Niños, ¿Qué estamos viendo en realidad?” “¿Por qué esos colores?” “¿Por qué ese nombre?” “¿Y que hay del sonido, la música o las interpretaciones?” “¿En realidad trata solo sobre cowboys?” Pero nada de ello era comparable a lo que venía al terminar la película. Largas discusiones de horas, a veces inspiradoras, a veces crudas en las palabras. Y sí, por supuesto, miedo. Lo cubríamos todo. Estructura, contenido politico, logros estéticos (o no).

Cuando venían amigos de visita, ellos siempre experaban la típica experiencia cinematográfica. Ya sabes, dos horas de entretenimiento y fin de la historia, así que les esperaba todo un shock. La película solo era el punto de partida. No creo que ninguno de ellos se fuera igual que vino, y estoy seguro de que si hablas con algunos de mis colegas de la escuela o la Universidad te dirán exactamente lo mismo. La película estaba bien, pero era la charla lo que más importaba.

Mi padre sera recordado por un montón de cosas, pero para algunos TZD –como algunos de mis amigos le llamaban- siempre sera conocido por su apasionada consideración por el arte del cine.

¿Sigues teniendo el proyector y las pantallas?

Estan en algún almacén por ahi, no las he visto en años. Muchos años. [pausa] Acabo de recorder algo, cuando mi familia murió la pantalla se puso negra

¿Tienes algún interés en ver “La Casa de Hojas” convertida en película?

Igual que dice Will Navidson sobre la casa de Ash Tree Lane: “No está a la venta”. Hoy en día se escriben demasiados libros pensando en los derechos cinematográfios, lo cual creo que limita el enorme potencial de la palabra escrita. Me refiero a que cualquier autor que ha leído y escrito mucho debería saber que el cine es un  medio diferente, con un lenguaje diferente. Si piensas en el contrato con Hollywood mientras escribes estas ya vendiendo todas las posibilidades que se te abren ahí en la página. Me encanta el cine, pero “La Casa de Hojas” no es ese tipo de experiencia. Si quieres ver la película, tendrás que leer el libro.

Hablemos un poco sobre la estructura de “La Casa de Hojas” que no es nada convencional y completamente fascinante. ¿Como llegaste hasta este concepto? ¿Y qué hay de las notas al pie?

Creo que explicar la estructura de “La Casa de Hojas” es más difícil que leer el libro. Y aunque me gustaría reclamar para mi algún tipo de extraordinaria originalidad, la verdad es que no hago más que aprovecharme de las capacidades inherentes a cualquier persona. Ya sea con revistas, radio, TV y, por supuesto, Internet, mucha gente de los 90 no tienen problemas para multi-procesar enormes cantidades de información. Lo hacen quizás sin saberlo. Es lo mismo que caminar o buscar el horario de una película, todos estamos involucrados –sobre todo de forma inconsciente- en gigantescos y normalmente exitosos malabarismos mentales. Clasificando historias, listas de la compra, el sonido del vecino hablando en un lenguaje que desconocemos, música que nos encantaría entender mejor, la imagen de un poster… Y todo esto mezclado con nuestros apetitos, murmullos emotivos, y, con frecuencia, la aparición repentina de recuerdos aparentemente inconexos.

En realidad la única parte difícil de mi libro es la propia idea de un libro. Las generaciones más veteranas –ignorando el hecho de que ellos también multi-procesan su desayuno, un choque de trenes en la India y pensamientos dedicados a un amigo enfermo- quizás piensen que “La Casa de Hojas” es difícil, porque tendrán ciertos prejuicios. Ellos han sido aleccionados sobre que pinta debe tener un libro y como debería leerse. La didáctica del manejo más común les ha inculcado la noción de que un libro debe empezar por aquí, moverse de tal forma y acabar en aquella parte.


Pero los libros no tienen porque ser tan limitados. Puede intensificarse la experiencia y el contenido informativo. Pueden unirse multiples historias en la misma páginas. Elementos de búsqueda –en “La Casa de Hojas” es un índice de palabras- puede facilitar las referencias cruzadas. Ciertas partes pueden ser encontradas, estudiadas, revisitadas o incluso aligeradas. Y eso es solo el comienzo. Las palabras también pueden colorearse y ese color puede tener un significado.  Podemos plantear como de rápido se deben o no se deben volver las páginas. ¡Diablos! Las páginas pueden estar inclinadas, boca abajo, e incluso pueden leerse al revés. Me encanta contemplar a alguien en el metro dándole la vuelta a su libro mientras lo lee.

Pero ahí esta la gracia. Los libros han tenido esta capacidad desde siempre. Lee a Chomski, Derrida, Pinker, Cummings. Mira los manuscritos de primeros del siglo dieciséis. ¡Maldición! Abre el Talmud. Los libros son construcciones de gran importancia, y con enormes posibilidades. Puede que usaramos un G3 de 300 Mhz para terminar la maquetación de mi libro, pero llegar de la primera página hasta la última te llevará un tiempo demencial. Y aun así puedes coger un libro, incluso una enciclopedia, y llegar de la primera hasta la número 100 en mucho menos tiempo. Y puedes llevar esta creación mágica contigo, escribir en ella y nunca necesitaras software de búsqueda para encontrar lo que escribiste y leíste hace años. Pero en cierta forma los poderes de estos maravillosos paquetes de papel han sido olvidados. En algún punto del camino todas sus posibilidades han sido relegadas.

Me gustaría ver como cambia esa percepción y que el libro fuera presentado de nuevo como lo que realmente es. No es imposible, solo tenemos que llevarlo a cabo.

Gracias, Mark

A ti.

¿Me contarás lo de las cobras? ¿Y España?

Algún día.

Bueno... ¡Pues ese día ya ha llegado! Danielewski al fin habla sobre qué demonios le pasó en España, algo que, por cierto, ya me pregunté en ESTE POST de hace... ¡¡¡Tres años!!! AQUI tenéis la más reciente entrevista al autor en la que al fin aclara un poco sus miedos castizos.