Alborozado me abalancé hace unas semanas sobre la edición en
castellano de “Materia Oscura”,
tenebroso recopilatorio que reúne el trabajo durante décadas de David Lloyd y bellamente publicada por 001 Ediciones. Este ínclito “free-lance” de las viñetas británicas
lleva desde sus años mozos, allá por las postrimerías de los setenta, dando el
callo con sus lápices y tintas aunque todos le conocemos –y le estaremos siempre
agradecidos- por ser el ilustrador de “V
De Vendetta” la mítica obra de Alan
Moore. Por eso es motivo de regocijo tener la oportunidad de echar un
vistazo a su trabajo en el campo del relato corto, concretamente corto y de
corte siniestro, añadiéndole para más interés una pequeña intro a cada historieta en la que nos cuenta las circunstancias de
su creación y publicación. Y sí, como el mismo reconoce en el prólogo, “Era de lo más obvio que no estaba hecho
para dibujar gente alegre y sonriente”.
Lo genial de este batiburrillo de historias de terror, sci-fi y suspense es la variedad de
estilos narrativos según las épocas que vivió Lloyd y la ficción de género que imperara en los distintos y
alejados periodos en los que trabajó. Desde los vampiros y demonios estilo EC de las primeras y más ingenuas
historias –divertidísima “Arpía” con
una vampira enamorada que quiere llevar al huerto a su marido en vida y algo
más floja “El Oro de los Demonios”,
una pieza clásica de invocaciones infernales que salen rana-, pasamos poco a poco
a un tipo de relato de implicaciones psicológicas mucho más profundas y en el
que su experimentación formal en el campo ilustrativo se muestra mucho más
trabajada.
Especialmente estupenda es la historia de ambiente victoriano “El Hombre de la Niebla”, que según
cuenta Lloyd descubrió años después con gran vergüenza que se parecía
excesivamente a un viejo relato del maestro Algernon Blackwood, un pequeño plagio no intencionado. De todas
formas a mi me recuerda también mucho al típico cuento macabro de Conan Doyle, con su estilo seco, poco
complaciente y coronado con un giro de ingenio que deja el cuerpo en un
delicioso estado de mal rollo. Mientras que “Diario de un Viajero Espacial” es el comienzo abortado de una
posible serie de ciencia-ficción metafísica, tan en boga por la época del comic
ochentero en que fue publicada. La historia no desentonaría en un libro de Philip K. Dick o incluso de Lem, pero también nos sirve para
disfrutar de un David Lloyd cuyo
virtuosismo con el carboncillo va ganando unos enteros cada vez más
espectaculares y demostrándose que entre los pocos dibujantes realmente
personales –de esos que solo con echar un vistazo a una de sus páginas ya
sabemos identificarlo-, el británico debe ocupar sin duda un puesto de honor.
Tengo que destacar algunas historias más. La soberbia “La Gran Muerte”, cuenta con guión de
mi admirado Peter Milligan –ese hombre
que cuando se dedica a sus proyectos personales o de toque “Vértigo” brilla tanto como Morrison,
pero que cuando se dedica a los superhéroes la caga estrepitosamente-, y en
este relato crean juntos una atmósfera de fin del mundo más basada en la autodestrucción que en los apocalipsis y que es deprimente como ella sola. Las sombras
de Lloyd están por supuesto a la
altura del reto, siendo como es el dibujante que nos sobrecogió con la distopía
inglesa llena de claroscuros por la que se movía V. Igualmente negra es la extraña historia de fantasmas “En su Lugar”, que adapta con gran
maestría un cuento de su compatriota Ramsey
Campbell. Y en el que, como es habitual en la obra de este interesante autor
de horror moderno, la cotidianía más plácida y vulgar se puede romper con una
pequeña fisura en la realidad. En este caso una especie de edificio fantasma
que se aparece ante la morada de una aburrida ama de casa que recoge piedras
para su jardín. Impresionantes los rostros de los personajes, que en estas
viñetas cuentan la historia a través de unas miradas llenas de matices y
significados ocultos.
Aunque siguiendo con los cuentos de fantasmas melancólicos,
imprescindible el hermoso y terrible a la vez “Recordando a Rene”, escrito por otro gran artista vinculado al
señor Moore, Stephen Bissette. Una historia corta, sencilla y en la que la casi
inexistente trama se va punteando ella sola a base de detalles en cada plano –que
hay que seguir poco a poco con atención, hasta llegar a la inevitable
explicación final- y en la que queda claro que, a veces, menos es más. El relato
“Una Impresión Duradera” es otra de
las joyas de este libro, con una historia que no desentonaría para nada en
aquellos espeluznantes comics de la EC,
que antes ya mencionamos –a pesar de ser un tebeo realizado ya a primeros de
los noventa-, pero por supuesto con toda la maestría del que ya llevaba tiempo
curtiéndose en su trabajo. La historia de un cruel asesinato con otro giro
final que, no por tópico, deja de ser efectivo. Y menos ante el despliegue de
narrativa implacable y símbolos –como el del busto del asesino- que consiguen
hacerla atemporal.
En definitiva un tomo especialmente dedicado para
esquizofrénicos como yo que igualmente disfrutan con una historia de terror
pasada de moda, con un relato de surrealismo macabro o de vanguardia
terrorífica. Si a eso le añadimos el arte de un dibujante siempre ajeno a modas
o a escuelas temáticas dentro del cómic, poseyendo en cambio una poderosa
narrativa personal, pues miel sobre hojuelas.
1 comentario:
Qué bueno es Lloyd. Me apunto ese libro ya mismo de la interesante editorial 001 Ediciones. Saludos. Borgo.
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