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miércoles, 15 de agosto de 2012

R.I.P. JOE KUBERT: MAESTRO DE MAESTROS

ARCHIVOS EXPIATORIOS: Resucitamos brevemente este insólito carnaval para homenajear como se merece al gran Joe Kubert (1926-2012), que nos ha dejado tras toda una vida dedicada al comic, tanto en su vertiente artística como en la docente, ensayística y mentora de las nuevas generaciones. El texto que sigue fue publicado, allá por el 2005, en un fanzine dedicado a Batman y el comic en general en el que colaboré con un par de artículos.

Cuando miramos atrás en la historia de los cómics, podemos diferenciar claramente entre los autores que nacieron para perdurar y los que simplemente hicieron un trabajo, sea este bueno o malo. Joe Kubert es una de esas maravillosas excepciones que ha dado el medio, en el sentido de que la pasión, el sacrificio y la entrega que este excepcional artista ha aportado a las viñetas sólo pueden definirse como la obra de un verdadero enamorado de las mismas. Podemos glosar su trayectoria como alguien ligado a la industria desde su nacimiento, además de imprescindible para su evolución. El hecho de que Kubert haya pasado por todos los estados de la historia de los cómics: desde las tiras humorísticas hasta la novela gráfica adulta, pasando por los cómics de raiz "pulp" y, cómo no, los de superhéroes, nos dan una idea de cómo su propio desarrollo como artista es el mismo que los propios cómics han tenido. Demostrando que estamos ante un autor siempre a la última.


Receptivo a las nuevas vías expresivas de cada época y, ante todo, un importante revulsivo para hacer avanzar un estilo que en sus manos jamás ha resultado caduco. Lo suyo siempre ha sido innovar y cambiar de género, porque al fin y al cabo su maestría le daba alas para ofrecer impresionantes dibujos, ya fuera en el género de terror, suspense, westerns, etc… Mejorando y afinando su estilo con los años. Y si tenemos en cuenta que este icono de los comics comenzó a dibujar desde su misma infancia (y que publicó su primera historia a la tierna edad de 12 años), podemos hacernos una idea del desarrollo tan rico en posibilidades de su lápiz. Desde sus raíces como enamorado del estilo de Hal Foster, hasta su explosión como un artista único.
Es Kubert poseedor de un estilo inmediatamente reconocible que ha influenciado a varias generaciones y sin miedo a probar nuevas vías y posibilidades dentro del noveno arte, lo cual le acerca al maestro Will Eisner. Desde la ilustración pura y dura hasta la obra gráfica de autor, pasando incluso por los comics en “3D”, como su mítico “Tor”. La clave siempre ha sido para él incluir ese “algo” extra, que hace que de entre toda la marabunta de dibujantes que han embellecido la historia de los cómics, tengamos que destacar su aportación como la de un maestro.
Si hay algo que siempre he amado de su forma de enfocar la narrativa gráfica es como, a pesar de la época tan temprana en la que empezó a dar forma a los héroes de cómic, el tono nunca ha sido del todo luminoso o agradable. Su Hawkman, su Sargento Rock y su trabajo para portadas de todo tipo de colecciones siempre me ha sugerido una expresividad emocionante, oscura, casi siniestra en su innovador enfoque. Si comparamos su producción en los años 50 con la de sus ilustres compatriotas podremos ver que el señor Kubert parecía ir a lo suyo, jugando en una liga distinta. Y no nos cuesta ningún esfuerzo sentir escalofríos ante el perfecto movimiento físico de sus personajes y el impacto de sus ilustraciones de cubierta.

Pero si hay algo que nos sugiere su estilo gráfico es un dinamismo, con encuadres llenos de acción que casi parecen salirse de las viñetas o de la correspondiente “cover”, muchos años antes de que Neal Adams comenzara a revolucionar el medio. Es evidente el mérito del genial Adams, pero está claro que su camino le debe mucho a los primeros rupturistas del cómic de superhéroes, entre los cuales tenemos que situar a Joe Kubert en uno de los más altos lugares de honor. El “As Enemigo” de Kubert fue, obviamente, la principal inspiración de Adams en aquel mítico episodio de su etapa en Batman, “Ghost From The Killer Skyes”, donde vemos a un villano que tiene los rasgos ominosos –aunque nobles- que Kubert supo trasferir al clásico personaje de DC.

Volviendo a mi opinión sobre la “oscuridad” de su propuesta, no tengo más remedio que hacer mención de nuevo a su mítica versión del Sargento Rock (en la que se han tenido que mirar todas las posteriores). Si hay algo que transmite la mirada de este personaje en manos de Kubert es experiencia y desolación. La cara amarga de un veterano de guerra que ha combatido demasiado, pero que continúa en la brecha porque el deber le obliga a ello sin importar el dolor que pueda llegar a sentir en su interior. Quizás el haber servido en el ejército le sirvió al artista para plasmar una realidad bélica nada complaciente con el género. Lo quisiera él o no, el toque siniestro de estos cómics (y otros como “The Haunted Tank”) parecían emanar cierto toque anti-militarista a pesar de sus mensajes, en el sentido de mostrarnos una realidad –la del ejercito- que estaba quizás llena de hombres buenos y valientes, pero que carecía de glamour y compasión. En una época en la que muchos artistas repetían los mismos esquemas, esta modernidad impacta por su cruda desnudez. Y lo mismo podríamos decir de las escenas de acción que salieron de su pluma, vigorosas y con un movimiento casi cinematográfico. La majestuosidad del vuelo de Hawkman alcanzó nuevos niveles de excelencia en sus manos, llevando al lector en un viaje trepidante que pocos artistas pueden lograr transmitir con éxito.

Y volviendo a nuestro admirado señor de la noche, no puedo dejar de mencionar su portada para “Detective Comics” # 350. En un año como 1966, con uno de los Batman más pop y amables de la historia, debió suponer un gran impacto ese señor de la noche estilizado y oscuro, de siniestros rasgos. Con algunos elementos (largas orejas, capa llena de movimiento y sombras) que hasta la llegada de Neal Adams no volveríamos a disfrutar. Una muestra temprana del retorno a las sombras que el cruzado con capa estaba necesitando a gritos y que no se concretaría hasta algunos años después, ya con Adams a bordo. Nueva muestra de que el arte hosco de Kubert, lleno de alucinantes curvas y sombras que parecen moverse, fué fundamental en la educación de otros gigantes de la historieta posteriores como John Buscema, Berni Whrightson, Gil Kane, Ernie Chua y tantos otros.

¿Y qué decir de sus dos hijos? Adam y Andy han demostrado lo que significa ser un auténtico profesional de los cómics, alejado de la pose de estrellas de algunos de sus colegas. Cosa normal, teniendo en cuenta la benéfica influencia que han recibido de Kubert padre. Andy tuvo la difícil papeleta de sustituir a Jim Lee en los mutantes de Marvel y desde luego aprobó con nota. Nosotros, fans del murciélago, no podemos olvidar su excelente trabajo en la reciente etapa al frente de la colección titular junto a Grant Morrison. En cuanto a Adam, inolvidable su Lobezno y su corta, pero intensa, etapa junto al gran Peter David en “Hulk”. Los dos son excelentes dibujantes, eso está claro, pero algo para mí igual de importante es como son dos “profesionales” del género superheroico. En una época en la que un artista joven dibuja tres cómics, dos portafolios y poco más, consiguiendo una fama que le hace dormirse en los laureles, es realmente reconfortante que exista gente como ellos. Verdaderos artesanos llenos de amor por su trabajo, al estilo de clásicos como George Pérez.


Y esa profesionalidad les viene, cómo no, de la raíz paterna. Ambos vástagos son parte de una estirpe que ha influenciado, como dijimos, a gran cantidad de dibujantes, no sólo a aquellos con los que Joe comparte glóbulos rojos. Desde los artistas legendarios que antes he mencionado –de ahí la definición para Kubert de “maestro de maestros”- hasta multitud de autores de todas las épocas y nacionalidades. Sin ir más lejos yo siempre he observado una fuerte influencia de este clásico en Jordi Bernet, uno de nuestros más famosos y laureados dibujantes. Desde luego podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que Kubert es uno de los maestros espirituales de gran parte del cómic moderno.