Una novela de Flann O´Brien -aquel irlandés entusiasta de los artículos periodísticos, el surrealismo como norma y la cerveza- siempre augura una buena sesión de chistes impagables, personajes estrambóticos y situaciones más grandes que la vida. Todo ello, eso sí, sin perder la oportunidad de tomar unas cuantas pintas en el pub de rigor. “Crónica De Dalkey” (1964) es la quinta y última novela publicada por O´ Brien, que era el más famoso seudónimo del polémico e irreverente columnista Brian O´Nolan. Si bien hay que reivindicar su cuasi-incomprensible novela “En Nadar-Dos-Pájaros”, alabada por Borges y causa principal de que se le meta en el saco de la vanguardia a lo Joyce, yo siempre me quedaré con la faceta de O´Brien como creador de disparates cómicos pero que siguen una estructura de cierta lógica, al estilo de su obra maestra “El Tercer Policía”. Pero esta “Crónica De Dalkey”, además de recuperar al zumbadísimo personaje De Selby (que continúa con sus grotescos experimentos espacio-temporales), añade a la clásica obsesión por las bicicletas una serie de desopilantes reflexiones metafísicas que envuelven a un hombre común de nombre Mick Shaughnessy –amigo de tomar unas copichuelas y planear su futuro matrimonial con su novia Mary- en una extraña peripecia encaminada a salvar al mundo de su próxima destrucción y también a… ¿Demostrar que James Joyce sigue vivo?
Portada de la primera edición (1964)
¿Resultado? He aquí una historia entretenidísima y que se lee en un suspiro. Que no tiene nada que envidiar a su obra más famosa, la soberbia “El Tercer Policía” y que a pesar de contar con una trama sencilla en apariencia y de pocos retruécanos, lo cierto es que están tan bien diseminados por la novela que la atención es constante en todo momento. El improbable héroe, un gris funcionario que se topa en su gris –y plácido- entorno rural con un científico que posee un gas capaz de alterar el tiempo, tendrá que lidiar con encuentros hilarantes con un San Agustin invocado para quejarse de la constante falta de moral de los próceres de la iglesia (él incluido, por supuesto), con la determinante intención del sabio pero loco De Selby por eliminar a la raza humana como castigo por su poco decoro en cuestiones intelectuales y espirituales, además de la reaparición de un James Joyce vivo en plenos años 60 y languideciendo de incógnito en un pequeño pueblo. Inevitable pensar en Elvis, Jim Morrison, Hitler y otros famosos personajes a los que se les ha atribuido el haber fingido su muerte para escapar de una vida de excesivo movimiento y agitación.
No. No es el secundario de una peli de Bela Lugosi. ¡Es el mismísimo Flann!
Lo que es genial, como de costumbre en O´Brien, es esa perspectiva tan irlandesa de pasar todo tipo de acontecimiento épico o filosófico por el tamiz del alcohol. Un científico loco como De Selby tiene un gas para viajar por el tiempo y lo usa para tener charlas con eminentes personalidades, pero también para envejecer su whiskey y darle un sabor más añejo. Todas las discusiones profundas, planes de acción para salvar el mundo o conspiraciones son siempre debatidas en el pub, frente a una espumosa cerveza. Y si la religión y la filosofía se mezclan en un disparatado cóctel de discusiones bovinas y sabios doctos con más ganas de juerga que de iluminación, lo que es ya directamente gloriosa es la aparición de un James Joyce redivivo que solo reconoce la autoría de “Dublineses”. Que dice que “Ulises” fue una falsa obra escrita por una mezcla de pasticheros con tendencias onanistas, zafias y de mal vivir y que usaron su nombre de forma deshonesta (De “Finnegan´s Wake”, directamente no sabe ni que se publicara tal cosa) y que su máxima aspiración actual es ingresar en la orden de los jesuitas. ¡Y eso que ya está metido en la sesentena!
Pero tampoco podemos olvidar al sargento de policía obsesionado con la intrínseca relación entre el hombre y la bicicleta como entes molecularmente complementarios. Esta teoría, en resumen, viene a postular como el ser humano y la bicicleta a la larga acaban mezclando átomos y cogiendo características físicas y morales el uno del otro. De ahí que haya algunos hombres sueltos por Dalkey que son prácticamente bicicletas y la tendencia casi segura –pero no probada- del comportamiento humano de algunas bicicletas. Flann O´Brien es sin duda uno de los mejores ejemplos históricos de cómo sumir al lector en una atmósfera desquiciada y llena de locuras pero presentándola como algo cercano y casi realista en su desnuda sencillez. Eso mismo consigue que una historia llena de bicicletas que se cuelan en las casas para buscar comida, conversaciones fantasmales bajo el agua con filósofos muertos hace siglos y gases que podrían robar todo el oxígeno de la vida sobre la tierra, al final se reduzca en ese maravilloso capítulo final a una charla entre amigos. Y es que no hay lucha moral, existencialismo surrealista o amenaza de apocalipsis mundial que no pueda ser dirimida en una mesa frente a dos buenas copas.
Este año que se acaba se cumple el primer centenario del gran O´Brien. ¡Imprescindible no dejar pasar su obra completa! Vuestro lado más irónico e irreverente lo agradecerá.
Portada de la primera edición (1964)
¿Resultado? He aquí una historia entretenidísima y que se lee en un suspiro. Que no tiene nada que envidiar a su obra más famosa, la soberbia “El Tercer Policía” y que a pesar de contar con una trama sencilla en apariencia y de pocos retruécanos, lo cierto es que están tan bien diseminados por la novela que la atención es constante en todo momento. El improbable héroe, un gris funcionario que se topa en su gris –y plácido- entorno rural con un científico que posee un gas capaz de alterar el tiempo, tendrá que lidiar con encuentros hilarantes con un San Agustin invocado para quejarse de la constante falta de moral de los próceres de la iglesia (él incluido, por supuesto), con la determinante intención del sabio pero loco De Selby por eliminar a la raza humana como castigo por su poco decoro en cuestiones intelectuales y espirituales, además de la reaparición de un James Joyce vivo en plenos años 60 y languideciendo de incógnito en un pequeño pueblo. Inevitable pensar en Elvis, Jim Morrison, Hitler y otros famosos personajes a los que se les ha atribuido el haber fingido su muerte para escapar de una vida de excesivo movimiento y agitación.
No. No es el secundario de una peli de Bela Lugosi. ¡Es el mismísimo Flann!
Lo que es genial, como de costumbre en O´Brien, es esa perspectiva tan irlandesa de pasar todo tipo de acontecimiento épico o filosófico por el tamiz del alcohol. Un científico loco como De Selby tiene un gas para viajar por el tiempo y lo usa para tener charlas con eminentes personalidades, pero también para envejecer su whiskey y darle un sabor más añejo. Todas las discusiones profundas, planes de acción para salvar el mundo o conspiraciones son siempre debatidas en el pub, frente a una espumosa cerveza. Y si la religión y la filosofía se mezclan en un disparatado cóctel de discusiones bovinas y sabios doctos con más ganas de juerga que de iluminación, lo que es ya directamente gloriosa es la aparición de un James Joyce redivivo que solo reconoce la autoría de “Dublineses”. Que dice que “Ulises” fue una falsa obra escrita por una mezcla de pasticheros con tendencias onanistas, zafias y de mal vivir y que usaron su nombre de forma deshonesta (De “Finnegan´s Wake”, directamente no sabe ni que se publicara tal cosa) y que su máxima aspiración actual es ingresar en la orden de los jesuitas. ¡Y eso que ya está metido en la sesentena!
Pero tampoco podemos olvidar al sargento de policía obsesionado con la intrínseca relación entre el hombre y la bicicleta como entes molecularmente complementarios. Esta teoría, en resumen, viene a postular como el ser humano y la bicicleta a la larga acaban mezclando átomos y cogiendo características físicas y morales el uno del otro. De ahí que haya algunos hombres sueltos por Dalkey que son prácticamente bicicletas y la tendencia casi segura –pero no probada- del comportamiento humano de algunas bicicletas. Flann O´Brien es sin duda uno de los mejores ejemplos históricos de cómo sumir al lector en una atmósfera desquiciada y llena de locuras pero presentándola como algo cercano y casi realista en su desnuda sencillez. Eso mismo consigue que una historia llena de bicicletas que se cuelan en las casas para buscar comida, conversaciones fantasmales bajo el agua con filósofos muertos hace siglos y gases que podrían robar todo el oxígeno de la vida sobre la tierra, al final se reduzca en ese maravilloso capítulo final a una charla entre amigos. Y es que no hay lucha moral, existencialismo surrealista o amenaza de apocalipsis mundial que no pueda ser dirimida en una mesa frente a dos buenas copas.
Este año que se acaba se cumple el primer centenario del gran O´Brien. ¡Imprescindible no dejar pasar su obra completa! Vuestro lado más irónico e irreverente lo agradecerá.
2 comentarios:
Buenas noches, Sr Wolfville:
Coincido plenamente en su adoración por este escritor. Hace casi dos años que puse pie por primera vez en la isla esmeralda y como parte de la preparación del viaje hice una reselección/relectura de la (inacabable) lista de autores irlandeses. Este era un autor al que solo conocía por el nombre de esa novela que tan raro sonaba "En-nadar-dos-pájaros". Empecé por "El tercer policía" y me lo pasé pipa. Luego descubrí esta novela. Y curiosamente la descubrí en el mismo pueblecito de Dalkey, al que me escapé en tren y que puedo recomendar fervientemente. Una obra divertida, bien escrita y que me recuerda mucho la impresión que me dieron en general los irlandeses en lo que pude contactar con ellos.
Por cierto, me gusta mucho el diseño de su blog. Voy a darme una vuelta por aqui...
Un cordial saludo
¡Genial anécdota! Personalmente, y hablando de viajes litararios y de Joyce, tengo un amigo que estuvo en Dublin y se llevó el "Ulises" para repasar. Sí, sin duda era lo apropiado, pero también es innegable que su viaje, O´Brian mediante, tuvo que ser mucho más divertido XD
Muchas gracias por sus amables palabras y las imperdibles actualizaciones de su estupendo blog.
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