Gracias al artículo “El
Erotismo de un Zeppelin” publicado en El Pais hace unos días y que hace un somero repaso a la “weird fiction” moderna, me he decidido
al fin darle un tiento a este “Jagannath”
de la sueca Karin Tidbeck, que me
tentaba desde hacía un tiempo; Y el cual es una recopilación de cuentos “de lo extraño”, como los califica Luis Sucasas, autor del mencionado artículo.
El caso es que en Europa llevamos una buena temporada –de varios años ya- con
una corriente “underground” de
escritores de fantasía moderna que no tiene nada que envidiar a los clásicos.
Sin ir más lejos, en España existe una editorial como Aristas Martínez haciendo campaña de esta inclasificable rama nueva
del cuento de horror o fantasía clásico, con sus recopilatorios “Presencia
Humana” (del que van 3 entregas ya) en la que autores hispanos e
imprescindibles como Emilio Bueso, Colectivo Juan de Madre y muchos más
nos presentan el lado más retorcido del relato de género.
En un futuro me
gustaría hablar en profundidad de esta literatura “de lo extraño” como la calificó Javier Calvo en su artículo sobre los autores arriba mencionados,
que también se puede llamar “slipstream”,
concepto del cual ha hablado (y practicado) con extensión el autor Ismael Martínez Biurrum. Resumiendo
pues, en mi modesta –pero más o menos documentada- opinión de lector irredento,
nos referimos a ese tipo de relato en el que en un entorno más o menos
realista, hay una especie de desvío hacia otra parte que cambia la concepción
de todo lo que estábamos leyendo y nos sumerge en una atmósfera desasosegante.
Si bien esta definición parece típica del cuento de terror clásico, en realidad
esta nueva “weird fiction” tiene más
que ver con el surrealismo que con los fantasmas de toda la vida. Los personajes
a menudo no reaccionan con sorpresa frente a la rareza que inunda sus vidas,
sino que se dejan llevar por el entorno, creando en el lector una placentera
sensación de estar desubicado. Es, digámoslo así, el paso natural que va de Poe a Le Fanu, después a Conan
Doyle y Arthur Machen, pasa por Lovecraft y Kafka y acaba eclosionando en quien para mí es el primer clásico
imprescindible de este tipo de obra: Robert
Aickman.
Los cuentos de Karin Tidbeck recopilados en “Jagannath” –que han aparecido en Suecia
pero también en inglés en revistas tan prestigiosas como la nueva “Weird
Tales”- son un paseo por este tipo de literatura al margen de
convencionalismos. Narrativamente están escritos con un lenguaje conciso casi
siempre y rebuscado solo cuando es necesario crear un determinado efecto –hace
mucho en el placer de esta lectura la soberbia traducción de Carmen Montes Cano y Marian Womack- y todos ellos podrían
ser considerados como una especie de tétricos poemas en prosa. A mi me han
recordado mucho al Neal Gaiman más
sórdido, además de, por supuesto, al mencionado Aickman a quien debe más de un
toque de estilo. En “El Complejo de Vacaciones de Brita” aparece como escenario esa
típica casa de reposo aislada del mundo que recuerda a tantos balnearios y
hogares de retiro en los que Aickman ambientó muchas de sus historias. También
en “La
Montaña de los renos” Tidbeck presenta un escenario con ecos de un
pasado oculto que consigue meter a los personajes, y por ende al lector, en
otro mundo envenenado. Basta doblar una esquina para entrar en la locura, y una
de las virtudes de Tidbeck es conseguir una transición fluida y poética hacia esos
lugares escondidos. Llenos de personajes extravagantes, imposibles y, algunos
de ellos, sumamente atractivos.
Si tengo que elegir una
temática que recorre la espina dorsal de casi todas estas historias es la de la
posesión. Los protagonistas del mundo de Tidbeck suelen ser niños o adultos
caprichosos que buscan tener algo que atesorar, amar o esconder para ellos. Es
el caso de “Beatrice”, donde un hombre se enamora de un zeppelín –así como
suena- en un mundo en el que las máquinas tienen sentimientos aunque a veces
sean difíciles de interpretar. O ese malsano conflicto por una prenda que
recorre la mencionada “…Montaña de los Renos”. Además en
otro par de relatos aparecen homúnculos (ya sean de la clásica raíz de
mandrágora o bien de cultivo casero) y en ambos casos se produce una relación
de amo-esclavo entre persona y humanoide –como ocurría con los objetos en el
cuento del zeppelín-, a pesar de que la intención siempre era el cariño al
principio. “¿Quien es Arvid Pekon?” es, por el contrario, una historia de
horror corporativo que sin duda Kafka hubiera elogiado, y en el que la posesión
–en este caso mediante un juego de identidades telefónicas- puede cambiar la
realidad. La identidad es, de hecho, vital en este libro. No hay más que echar
un vistazo al índice para comprobar que la gran mayoría de relatos contienen el
nombre de un personaje.
Los últimos cuentos del
libro son los más cercanos a la literatura de género, y más concretamente al
relato de fantasía desviada que Gaiman ha practicado a veces. “Augusta
Prima” y “Tías” son como versiones “gore”
(de hecho muy “gore”) de los clásicos
cuentos “feéricos” ambientados en
reinos paralelos en los que aun habitan elfos y reyes de los bosques. Tienen
una estructura similar a los mismos y, de hecho, el caso de “Augusta
Prima” es especialmente logrado, pues uno asiste a su lectura como a la
de la descripción de un sueño. Una vez más tengo que quitarme el sombrero ante
la labor de traducción por conseguir reproducir el efecto sin duda envolvente
que debe tener la prosa original de Tidbeck. Aunque si debo destacar dos
relatos que me han encantado especialmente tengo que mencionar “Rebecka”,
con su realismo que se troca pesadilla en un par de frases memorables de su
final y “Pyret”, que con una estructura de estudio documental del
folklore, es quizás el más claro cuento de terror al estilo clásico. Recordando
en algunos momentos al postmodernismo del mejor Stephen King.
En definitiva una
opción más que respetable para los que no desdeñan el cuento clásico pero hoy
por hoy prefieren una relectura de “extrañeza” bien entendida y que no se quede
en mero juego pirotécnico, sino que comunique y sepa entretener a la vez.
2 comentarios:
Holmes, otra cosa que no conocía. Pa la saca. ¡Pa mi, pa mi, pa miiiiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Mr. Wolfville, jugoso, muy jugoso, nod ebo perder las esperanzas, algun dia, mientars tanto, mil gracias por darnoslo a conocer. Cordiales saludos.
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