La historia es un refrito de un par de cuentos
originales - especialmente el primero de los que Chesterton dedicó al
supuestamente candoroso sacerdote católico, “La Cruz Azul”-, pero al final
estira la trama en una especie de vodevil de misterio “con poco misterio”, y embarca
al padrecito en una persecución del ladrón de obras de arte Gustav Flambeau
(que seguro que recordaréis como el futuro “sidekick” del propio Brown) en una
peripecia destinada a recuperar la antiquísima y valiosa cruz del cuento
original, así como el alma descarriada del carismático y entrañable –aunque perdido
en el mal camino- de Flambeau. A pesar de que la interpretación de Guiness
tiende a la simplificación del personaje (ese toque de falsa bobaliconería exagerado
y ciertos chascarrillos propios de un bufón, culpa sin duda del guionista), la personalidad y dignidad a prueba de bomba
que aportaba siempre el actor inglés en todos sus trabajos nos hace ver al
auténtico Padre Brown en más de un destello.
La preocupación del personaje por meterse en la piel de los criminales que persigue aparece aquí representada, así como su tendencia a elaborar los más rocambolescos planes en su mente para desentrañar los misterios más enredados. Por desgracia el guion no da tregua. Y deja esos momentos en simples bosquejos mientras campa a sus anchas el tono “amable” de una comedia de enredos, con un misterio fácilmente discernible desde el principio y una historia –rodada además de forma un tanto plana- que se despoja de estudios complicados para concentrarse en un sacerdote buscando como loco una redención ajena. Y todo ello cayendo en todo tipo de golpes de chiste facilones que provocan cierto rubor al ser comparados con los brotes de humorismo filosófico que pueblan los cuentos de Chesterton.
Pero… ¡Maldición! La historia en su simpleza está tan bien llevada, la sucesión de eventos es tan vertiginosa y divertida, los requiebros dramáticos –“deus ex machina” incluidos- son tan poco censurables y todo tiene un encanto tan “naif”, “vintage”, “camp” (y cualquier otro bastardo adjetivo anglosajón que se os ocurra) que no podemos más que pasar un rato agradable durante unos ochenta y pocos minutos que se pasan en un suspiro. Acaba de ser editada en DVD por Cineclub en una primorosa edición coleccionista, pero eso sí, aciagos desconocedores de las andanzas de este magno icono de la ficción, mejor comiencen a andar por aquí:
Que encima tiene en portada un fotograma de esta peli. ¡Si es que estoy en todo! |
6 comentarios:
Mr. Wolfville, magnifico y encantador film, con un Guiness, que como siempre, esta espectacular. Un saludo y muy buena entrada.
En el desván de mi memoria guardo llenos de polvo algunos recuerdos maravillosos de una serie de televisión sobre los misterios del padre Brown. Hay una escena -creo que pertenece a algún capítulo de la serie, aunque no estoy nada seguro- que me impresionó muchísimo cuando la vi: el padre Brown está en el confesionario, llega un tipo, se arrodilla, ave María purísima, sin pecado concebida... Y sale gritando el cura detective como si hubiera visto al diablo. Resulta que el pecador arrepentido era el asesino que acudía al padre Brown parav que este no pudiera utilizar en su contra la información suministrada en la confesión. Chesterton era un genio, un auténtico rey de la paradoja. Te regalaré, amigo Wolfville, una anécdota que sabrás valorar: ¿sabes qué obra de teatro triunfaba en Berlín en el primer año de la II G.M? Su "Pygmalion". Parece un chiste escrito por él mismo.
Saludos
El dato es tan genial como el propio GKC, adjetivo que tan sabiamente le dedicas.
Precisamente esta película fue la que hizo convertirse a Guinness al catolicismo. Recuerdo bien aquella serie televisiva con Kenneth Moore (Frase genial: "Me encantan los ateos, no me hacen trabajar") y los libros de Chesterton que editaba aquí la Editorial Molino. Saludos. Borgo.
Seguro que, con todos sus fallos, Chesterton hubiera apoyado la película, al conseguir convertir al protagonista para su causa :)
Y en cuanto a la estupenda frase... A todos los ateos nos gusta el Padre Brown también. Creo que hay pocas cosas más morales y/o católicas que la obra de Chesterton (su "El Hombre que fue Jueves" es un alegato casi divino) y aun así hay que ser imbécil para desdeñarla por ello.
Como ejemplo fijaos en los chavales de la editorial Valdemar. Son unos maravillosos ateos, paganos, dionisíacos... y a la vez editores de todas las obras de Chesterton.
Uy, El padre Brown es uno de esos detectives míticos que tenemos pendientes.
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