Soy de los que opina que cuando el rio suena, agua lleva. Normalmente esta regla no se cumple, pero en ocasiones hay que rendirse a la evidencia por mucho que uno quiera diversificar sus gustos, modificar opiniones o simplemente polemizar. Creo que es innegable que la fama de Poe como mejor escritor de terror de la historia no es infundada; y lo mismo podemos decir de Shakespeare, Dickens, Hitchcock, Goya o Cervantes en sus respectivos campos. Si están en el pedestal que están no ha sido por extraños fenómenos publicitarios o pura y llana miopía –estilo Dan Brown, Stephanie Meyer, etc…-, sino porque realmente se lo merecen. Lo mismo sucede con “The Wire” la macro-serie creada por David Simon que duró cinco incendiarias temporadas y que fracasó tanto a nivel de audiencia, como a nivel de premios y reconocimientos. El culto y posterior reivindicación de esta saga sobre drogas, política y poder en la ciudad de Baltimore –hogar de adopción de Poe, mira por donde- ha llevado a muchos a considerarla la mejor serie de la televisión actual, si no de la historia. Y mucho me temo que tampoco exageran esta vez.
Lo que le ocurre al espectador con un mínimo de sensibilidad al acabar esas cinco temporadas –de más o menos 10 o 13 episodios cada una- es sentir un monazo espectacular que ni el de los personajes más “yonquis” de la serie. No podemos concebir que ese oasis de narrativa implacable, personajes carismáticos, profundidad casi literaria y argumentos inolvidables se haya terminado. Algunos buscan consuelo en “Treme” la siguiente y parece ser que también excelente serie del propio Simon, otros se van a los libracos que el susodicho publicó en los 80 y 90, “Homicidio” y “La Esquina”, precedentes literarios de la propia “The Wire”. Otros buscan las sendas adaptaciones televisivas de estos tomos, que podrían servir como precuela o prólogo no oficial de la serie que nos ocupa.
Cualquier ayuda es poca, porque el casi repentino fin de las peripecias de McNulty, Bunk, Omar, Carcetti, Daniels, Barksdale, Bubbles, etc… (Debido a los cada vez más flojos resultados de audiencia) es un flaco favor a la creatividad en cualquier ámbito. Simon quería alejarse del tono convencional de la clásica serie policíaca y no solo lo consiguió sino que poco a poco expandió su propuesta hasta el punto de radiografiar de forma solemne e implacable el pálpito de una ciudad americana y universal. Hay que quitarse el sombrero, a pesar de todo, por una HBO que mantuvo en antena todo lo que pudo aquel fracaso de público, solo porque sabían que estaban haciendo historia de la televisión a pesar de la errática trayectoria del programa. Así como en la primera temporada seguimos al cuerpo policial en su caza de los principales capos de la droga, con la consiguiente cuota de escuchas, detenciones y, a pesar de eso, también asistimos al día a día de los propios traficantes y vendedores callejeros; en la segunda los responsables deciden destrozar el “status quo” y trasladarse a los tejemanejes sindicales del puerto de la ciudad. Pocas series que hubieran cosechado un mínimo seguimiento –contra más esta, que nunca fue un bombazo que digamos- se hubieran atrevido a hacer un borrón y cuenta nueva tan radical en su continuación. Creo que con recordar el caso de “House” –cuatro o cinco temporadas prácticamente clónicas-, queda más que claro lo que quiero decir. Es cierto que a veces echamos de menos un toque más amable o algo más de alivio ante tanta tensión y drama, pero la serie es como es y no hace concesiones. La cuarta temporada se me hizo algo cuesta arriba debido a que se concentra en las escuelas públicas y casi deja de lado el “policial procedure”, pero a pesar de ello es imprescindible en el engranaje completo de la serie. Sin esa cuarta parte más morosa, la quinta no sería tan soberbia.
Simon, de escritor a productor, decidió usar un ritmo lento y pausado (novelístico), sin apenas tiroteos para una serie supuestamente “de policías”, y realizar un “scanner” completo del devenir de Baltimore vía sindicatos, políticos, el sistema de enseñanza y los periodistas en un cóctel que deja a las claras que casi todo está podrido. Que el que hace lo correcto –Daniels, D´angelo, Duquand, Bodie, McNulty…- acaba mal, mientras que los malos –traficantes, polis corruptos, periodistas mentirosos- suelen irse de rositas. Que si alguien es honesto y quiere hacer algo bueno por servir a la sociedad, debe invariablemente saltarse la ley o corromperse –Omar, Freemon, otra vez McNulty y Carcetti-, dado que la propia ley hará todo lo posible en su carácter burocrático, fiscal, jurídico, empresarial, etc… para poner todo tipo de trabas y cortapisas para su propio cumplimiento.
¿Qué mejor ejemplo de este desolador mensaje que personajes como Stringer Bell u Omar? El primero es un traficante que usa sus conocimientos empresariales y de economía para llevar un negocio mejor que
muchos estamentos legales. Y es hilarante como Omar es más efectivo haciendo seguimientos y cazando criminales que la propia policía. Pero cualquier análisis de personajes en “The Wire” queda cojo ante el increíble despliegue coral que cobra vida ante nuestros ojos.Hablábamos antes, algo erroneamente, de buenos y malos. No existe tal cosa en la serie. Niños de la calle condenados a ser vendedores de droga para siempre, otros niños que logran salir del atolladero gracias a la educación mientras a otros es precisamente la educación lo que les condena. Un político, Carcetti, de buenas intenciones que sufre una incómoda evolución hacia la ambigüedad moral junto a unos sindicalistas que quieren salvar su trabajo y acaban escaldadísimos, mientras que otros consiguen llamar la atención sobre sus problemas. Mafiosos de la vieja escuela chocando con los de nuevo cuño. Maniqueísmo cero, dado que los traficantes del “guetto” pueden ser capaces de las cosas más nobles y los policías como McNulty pueden llegar a ser auténticos desastres tanto en el plano privado como en el laboral. Y extrañas muestras de compasión y amor que florecen entre los escombros más humeantes y abandonados. El extraño convencimiento de que, y eso es lo más importante, a pesar de lo mal que está todo siempre habrá personas dispuestas a luchar por algo cuanto menos decente en esta locura que nos toca vivir a diario. ¿Un mensaje pesimista y oscuro? Sí, pero también lleno de humanismo, aunque sea a ráfagas.
En efecto, a la espera de ver “Los Soprano” que parece que podría ser la única capaz de plantarle cara, me temo que “The Wire” es para mí la mejor serie de la historia. Un diamante. No solo por bruto, sino porque está repleto de reflejos, de múltiples y variadas facetas que se enriquecen a cada nuevo vistazo. Y al que por desgracia se le debería haber permitido brillar aun más.
Lo que le ocurre al espectador con un mínimo de sensibilidad al acabar esas cinco temporadas –de más o menos 10 o 13 episodios cada una- es sentir un monazo espectacular que ni el de los personajes más “yonquis” de la serie. No podemos concebir que ese oasis de narrativa implacable, personajes carismáticos, profundidad casi literaria y argumentos inolvidables se haya terminado. Algunos buscan consuelo en “Treme” la siguiente y parece ser que también excelente serie del propio Simon, otros se van a los libracos que el susodicho publicó en los 80 y 90, “Homicidio” y “La Esquina”, precedentes literarios de la propia “The Wire”. Otros buscan las sendas adaptaciones televisivas de estos tomos, que podrían servir como precuela o prólogo no oficial de la serie que nos ocupa.
Cualquier ayuda es poca, porque el casi repentino fin de las peripecias de McNulty, Bunk, Omar, Carcetti, Daniels, Barksdale, Bubbles, etc… (Debido a los cada vez más flojos resultados de audiencia) es un flaco favor a la creatividad en cualquier ámbito. Simon quería alejarse del tono convencional de la clásica serie policíaca y no solo lo consiguió sino que poco a poco expandió su propuesta hasta el punto de radiografiar de forma solemne e implacable el pálpito de una ciudad americana y universal. Hay que quitarse el sombrero, a pesar de todo, por una HBO que mantuvo en antena todo lo que pudo aquel fracaso de público, solo porque sabían que estaban haciendo historia de la televisión a pesar de la errática trayectoria del programa. Así como en la primera temporada seguimos al cuerpo policial en su caza de los principales capos de la droga, con la consiguiente cuota de escuchas, detenciones y, a pesar de eso, también asistimos al día a día de los propios traficantes y vendedores callejeros; en la segunda los responsables deciden destrozar el “status quo” y trasladarse a los tejemanejes sindicales del puerto de la ciudad. Pocas series que hubieran cosechado un mínimo seguimiento –contra más esta, que nunca fue un bombazo que digamos- se hubieran atrevido a hacer un borrón y cuenta nueva tan radical en su continuación. Creo que con recordar el caso de “House” –cuatro o cinco temporadas prácticamente clónicas-, queda más que claro lo que quiero decir. Es cierto que a veces echamos de menos un toque más amable o algo más de alivio ante tanta tensión y drama, pero la serie es como es y no hace concesiones. La cuarta temporada se me hizo algo cuesta arriba debido a que se concentra en las escuelas públicas y casi deja de lado el “policial procedure”, pero a pesar de ello es imprescindible en el engranaje completo de la serie. Sin esa cuarta parte más morosa, la quinta no sería tan soberbia.
Simon, de escritor a productor, decidió usar un ritmo lento y pausado (novelístico), sin apenas tiroteos para una serie supuestamente “de policías”, y realizar un “scanner” completo del devenir de Baltimore vía sindicatos, políticos, el sistema de enseñanza y los periodistas en un cóctel que deja a las claras que casi todo está podrido. Que el que hace lo correcto –Daniels, D´angelo, Duquand, Bodie, McNulty…- acaba mal, mientras que los malos –traficantes, polis corruptos, periodistas mentirosos- suelen irse de rositas. Que si alguien es honesto y quiere hacer algo bueno por servir a la sociedad, debe invariablemente saltarse la ley o corromperse –Omar, Freemon, otra vez McNulty y Carcetti-, dado que la propia ley hará todo lo posible en su carácter burocrático, fiscal, jurídico, empresarial, etc… para poner todo tipo de trabas y cortapisas para su propio cumplimiento.
¿Qué mejor ejemplo de este desolador mensaje que personajes como Stringer Bell u Omar? El primero es un traficante que usa sus conocimientos empresariales y de economía para llevar un negocio mejor que
muchos estamentos legales. Y es hilarante como Omar es más efectivo haciendo seguimientos y cazando criminales que la propia policía. Pero cualquier análisis de personajes en “The Wire” queda cojo ante el increíble despliegue coral que cobra vida ante nuestros ojos.Hablábamos antes, algo erroneamente, de buenos y malos. No existe tal cosa en la serie. Niños de la calle condenados a ser vendedores de droga para siempre, otros niños que logran salir del atolladero gracias a la educación mientras a otros es precisamente la educación lo que les condena. Un político, Carcetti, de buenas intenciones que sufre una incómoda evolución hacia la ambigüedad moral junto a unos sindicalistas que quieren salvar su trabajo y acaban escaldadísimos, mientras que otros consiguen llamar la atención sobre sus problemas. Mafiosos de la vieja escuela chocando con los de nuevo cuño. Maniqueísmo cero, dado que los traficantes del “guetto” pueden ser capaces de las cosas más nobles y los policías como McNulty pueden llegar a ser auténticos desastres tanto en el plano privado como en el laboral. Y extrañas muestras de compasión y amor que florecen entre los escombros más humeantes y abandonados. El extraño convencimiento de que, y eso es lo más importante, a pesar de lo mal que está todo siempre habrá personas dispuestas a luchar por algo cuanto menos decente en esta locura que nos toca vivir a diario. ¿Un mensaje pesimista y oscuro? Sí, pero también lleno de humanismo, aunque sea a ráfagas.
En efecto, a la espera de ver “Los Soprano” que parece que podría ser la única capaz de plantarle cara, me temo que “The Wire” es para mí la mejor serie de la historia. Un diamante. No solo por bruto, sino porque está repleto de reflejos, de múltiples y variadas facetas que se enriquecen a cada nuevo vistazo. Y al que por desgracia se le debería haber permitido brillar aun más.
6 comentarios:
Coincido plenamente contigo y con todos los que dicen que The Wire es, si no la mejor (estos ránkings son siempre un poco arbitrarios), sí una de las mejores series de la historia. Impecable de principio a fin. ¡Qué actores, Dios mío! ¡Qué guiones! ¡Qué personajes! Omar, Bunk o McNulty me acompañarán toda la vida. Vi las cinco temporadas una detrás de otra y cuando terminé me quedé huérfano, orfandad que sólo pude llenar con Los Soprano, otro río que también lleva mucha agua y que, puedes estar seguro, le planta cara a The Wire muy dignamente. Al contrario que a ti, la cuarta temporada me pareció mejor que la quinta. Pienso que en esta última les faltó un poco de ambición y no relacionaron lo suficiente el papel de la prensa en la sociedad. Mientras habían conseguido implicar el mundo de las drogas y el crimen con el de la política y la educación, en la última temporada la prensa parece quedar como mero testigo, al margen de todo el meollo. No obstante, eso no es más que una pequeña mácula, y esa temporada sigue siendo una obra de arte en todos los sentidos.
Treme me decepcionó de tal manera que no llegué al tercer episodio. Topicazos a mansalva y empalagoso buen rollete.
En una onda completamente distinta, pero casi al mismo nivel de calidad está, en mi opinión, A dos metros bajo tierra. Mira, me has dado ganas de volver a descubrir y meterme en una serie.
Un saludo.
Confieso mi ignorancia en lo relativo a estas series, pero no es en absoluto discplicente mi desconocimiento: ya me gustarfía tener más tiempo para disfrutarlas. Recuerdo que en una entrevista Norman Mailer decía que Shakespeare hoy trabajaría de guionista para la tele o el cine. Al respecto, creo que te gustará leer lo que dice mi amigo David Montesinos en su blog, La cueva del gigante.
Saludos
Blog hoping tiene sus ventajas, y así llego a esta genial entrada de una de las que es, también, mi serie favorita. Que bien me lo pasé con ella y que bien tengo planeado pasármelo pues las últimas dos temporadas me las estoy goteando después del atragante de las 3 primeras. Coincido con todo lo que dices. Que narración más genial. Que actorazos, por dios, ahora, cuando los veo en otras series o películas me exclamo: es Omar! es Stringer Bell (cosa q hice en Thor, pues Idris Elba sale en ella), etc. y nadie me entiende XD. Inolvidable.
A mí The Wire me gusta, pero creo que está sobrevalorada, y hablo después de verla enterita. En el fondo no es tan desmitificadora como parece -los polis son buenos, por borrachuzos y fracasados en sus vidas personales que sean, y los narcos malos, por más amtices con que se adornen sus caracteres-, sin que llegue a alcanzar las gloriosas cotas de ambigüedad moral de la que opino es muy superior, "Los Soprano". O también otra más reciente y que personalmente, aunque esto de los rankings personales es ejercicio narcisista que a nadie tiene porqué convencer, "Breaking Bad", demoledora, caústica, cuestionadora de toda convicción ética... En fin, cuestión de gustos: yo prefiero estas dos a The Wire por ser más heterodoxas, aún reconociendo los méritos de estos polis cínicos, desengañados y conscientes, demasiado para mi gusto, de su deber hasta la heroicidad, por muy vestidos de antihéroes que aparenten ir... La segunda temporada tal vez sea, con ese giro portuario, la que más me convenció, junto a la que la misma poli crea ese guetto alegal donde se hace la vista gorda ante tráfico y consumo...
Vea Los Soprano y Breaking Bad. No creo que en absoluto vayan a disgustarle...
Al ver tu entrada, no he podido evitar preguntarme ¿y por qué dejé yo de ver esta serie tan buena?. Supongo que la respuesta es poco elevada: siempre acaban cansándome las series de mafiosospoliciasvíctimas, no me refiero a las series de la mafia, o de policías, o de víctimas, me refiero a las series en las que la linea que separa cada una de estas categorías, sencillamente, no existe.
También me cansé de Dexter por un motivo parecido (ya sé que no es lo mismo), pero en algún momento necesito que me dejen un resquicio por el que escapar, si no, me ahogo.
Nadie me ha preguntado, mejor te dejo un saludo y me voy ;-)
Muchas gracias a todos por vuestras maravillosas opiniones!! De aquí saco dos cosas en claro: Una, que el siguiente objetivo debe ser "Los Soprano" y dos, que por mis contactos el buen gusto rebosa :)
Saludos!!
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