ARCHIVOS EXPIATORIOS: Hoy toca recordar el montaje de "Drácula" en el Valle Inclán de Madrid hace bastante tiempo (concretamente enero del 2010). Como este sábado asistiré a la versión actual de Eduardo Bazo y Jorge de Juan, tocará comparar.
Si tuvieramos que reducir a una sola palabra el enfoque del dramaturgo Ignacio Martinez May y del director Gerardo Vera a la hora de trasladar la novela “Drácula” a las tablas, esa palabra podría ser psicoanálisis. En el mismo siglo en que las teorías de Freud encontraron su acomodo más incómodo –en un entorno que bullía de sexo reprimido, figuras autoritarias y miedo a lo desconocido-, tuvo lugar el advenimiento del vampiro de Bram Stoker; quizás la metáfora más contundente sobre la enfermedad del siglo que terminaba. Y lo cierto es que el propio Freud no creía en las casualidades.
De este modo la obra de teatro que culminó su exitoso periplo el pasado domingo 10 en el Valle Inclan de Madrid hace de lo simple bandera al reducir el mobiliario escénico a un par de sillones que no paran de moverse, no importa que estemos en una cripta londinense, en el salón de una residencia de clase media en Whitby o en un castillo boyardo en medio de los Cárpatos. El juego escénico sigue reduciéndose a esos dos asientos que, haciendo un mínimo esfuerzo, podemos identificar con los clásicos divanes de las sesiones psicoanalíticas. Y así empieza la obra. No con Harker llegando a la fortaleza del vampiro o antes de eso, recopilando información sobre las inquietudes de los lugareños acerca de ese excéntrico noble que vive más allá del paso de Borgo; sino con Van Helsing interrogando a Arthur primero y a Mina después mientras estos se sientan sobre ese diván. Los dos hablan de sus miedos sobre la reciente muerte de Lucy y de la inquietud actual por la dolencia de la propia Mina, reflejo de la que se llevó a su amiga. Así pues, esta escena -que arranca la adaptación de la novela de Stoker “in medias res”- sirve de perfecto prólogo para ilustrar las intenciones de los responsables del montaje: captar la esencia de “Drácula” antes que su desarrollo lineal y, sobre todo, jugar con la obra en un plano mental antes que físico. No será el único interrogatorio que haga eco de las teorías de Freud, pues al final casi todos los personajes acabarán pasando por ese diván (Harker, Renfield y hasta el mismo Drácula), intentando descubrir las angustias propias y ajenas.
La inteligencia de este enfoque se basa en que permite condensar la densidad y variedad de la obra de Stoker en unas dos horas de espectáculo que, a pesar de reducir toda la acción del libro a una serie de diálogos –solo los episodios de la búsqueda de Lucy en la cripta y el ataque que sufre Harker a mano de las vampiras en el castillo del conde son desarrollados ante el espectador de forma similar al libro-, a pesar de su falta de movimiento de localizaciones y decorados, consigue reproducir a la perfección la historia de base que inyecta de vida al texto de Stoker y hace que siga siendo tan moderno: la idea de que una infección podrida del pasado puede llegar a desestabilizar el presente más moderno hasta el punto de cambiar la mentalidad de sus más equilibrados representantes. Y como esa misma infección podría llegar a darse cuenta de que en realidad sus días están contados y que necesita más el descanso antes que la perpetuación de su estirpe condenada. Y todo ello se consigue, como hemos dicho, con un decorado más que minimalista, fidelidad absoluta al texto de Stoker (nada de romanticismos a lo Coppola o chaqués apolillados) y unos intérpretes con plena convicción en lo que hacen, lo cual es a veces lo único necesario.
En el plantel actoral encontramos una buen equilibrio en la idoneidad de los intérpretes para con sus personajes. El argumento hace la habitual mezcla de caracteres; un clásico de las adaptaciones del libro. En este caso Arthur Holmwood se fusiona con el doctor Seward y es hermano de Mina. El naufragio de la Démeter es obviado, pero se hace una genial referencia al mismo, así como desaparecen personajes como Quincy Morris o el anciano señor Swales. Lógico teniendo en cuenta la duración de la obra. Una curiosidad es el hecho de que todos los actores interpretan varios papeles, por lo que Rocío Leon y Xenia Sevillano interpretan a Lucy y a Mina, y también a las dos vampiras que acosan a Harker en el castillo de Drácula; añadiendo más motivos freudianos al asunto. Lucy es casi un fantasma durante toda la obra, mientras que Mina muestra toda la fuerza oculta bajo su débil cáscara de mujer victoriana. Jose Luis Patiño interpreta un Van Helsing erudito y recto, como el del libro, mientras que Jose Luis Alcobendas crea un Drácula cansado, con un aura de malditismo que encaja con el toque melancólico de la adaptación y que, a pesar de su romanticismo, no es un "latin lover" asalta-camas que encuentra al amor de su vida en Inglaterra. Aqui la relación entre el vampiro y Mina es la que encontramos entre alimaña y presa. Como debe ser.
Se agradecen también los guiños a la obra de teatro clásica de Hamilton Deane que tanto éxito tuvo en Broadway y que propulsó al personaje a las pantallas cinematográficas, Bela Lugosi mediante. Son evidentes, sobre todo, en las visitas de sociedad que realiza Drácula al manicomio del Dr. Seward para mostrar su interés por la salud de Mina. Así vemos pues el clásico enfrentamiento verbal entre el Conde y Van Helsing, escena clásica del espejo incluida, aunque eché de menos la frase "Para ser un hombre que solo ha vivído una vida, Profesor, es usted muy sabio". Una de mis aportaciones favoritas a la historia original de Stoker. Pocos "peros" más puedo ponerle a un espectáculo bien concebido y bien realizado.
Os dejo para terminar con un fragmento de la banda sonora elegida para abrir y cerrar la obra: la emocionante “Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis” de Ralph Vaughan-Williams que también sirvió de genial "soundtrack" para "Remando al Viento" de Gonzalo Suárez.
9 comentarios:
Casi que me quedo chasqueado, Wolfville, porque cuando pensaba que ese montaje era un bodrio del que ibas a hacer escarnio para deleite de tus malvados lobeznos, va y resulta que te pones serio y encima dejas la obra tan bien que al final habrá que ir a verla. ¡No te digo!
Ya tengo entrada para ver ese Drácula en el Marquina la semana próxima. La última vez que vi una obra de terror en el teatro fue "La dama de negro" con Gutiérrez Caba que también aparece en este montaje y años antes vi a Daniel Day Lewis encarnando al personaje en un teatro de Londres. A ver qué tal lo hace Ramón Langa. Saludos. Borgo.
Yo también fui a ver la versión del Valle-Inclán y luego estuvimos con Jose Luis Alcobendas. Me apetece muchísimo ver esta nueva adaptación así que ya no contaras.
No se preocupe, señor Signes, que como la actual obra del señor Langa sea deficitaria, echaré sapos y culebras como en mis mejores tiempos XD
En cuanto a usted, señor Zueras, habría dado AÑOS DE MI VIDA, por ver a Danniel Day Lewis en la piel del Conde. ¡Y encima en directo!
Ciertamente Alcobendas es un actor de categoría, señorita Moniruki. También le estuve viendo en el "Tocala Otra vez, Sam" de Woody Allen y sin duda es uno de los grandes.
Pues no pinta mal la cosa, entonces...
Desde luego, los productores de la obra le van a tener que dar a usted algo, señor Wolfville, porque nos ha convencido a todos de que deberíamos verlo sin falta. Por cierto coincido en el enamoramiento por la pieza de Vaughan Williams
Saludos.
PD: Ire si puedo, a pesar de que odio el abuso de enfoque psicoanalítico de todo a cien que nos rodea. Cad vez menos, afortunadamente.
Ya dirás que te parece que la facción polaca igual podemos ir a verla.
No te servirá de mucho pero hace unos años fui a ver La mujer de negro y he visto que es de los mismo creadores, así que en principio puede estar bien.
Saludos!!
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