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jueves, 9 de febrero de 2012

DRÁCULA WEEK: CROSSOVER MAL ENTENDIDO "El Dossier Drácula" De James Reese

ARCHIVOS EXPIATORIOS: Hoy, aprovechando la coyuntura, resucitamos una reciente reseña que me publicó el blog de Sherlock Holmes "221B", de un decepcionante pastiche publicado hace unos meses en nuestro pais. Con esto, y con la próxima entrada dedicada al "Drácula" teatral actual -que iré a ver pasado mañana-, terminamos la semana dedicada al Conde.


Este libro es exactamente lo que parece, en ese sentido no se puede decir que engañe a nadie. Estamos ante la enésima entrega de “novelista famoso del XIX investiga”. Una curiosa rama de los best-sellers actuales sin duda emparentada con las ensaladas históricas de suspense estilo Marco Didio Falco o Umberto Eco, que ya ha hecho que hayamos visto libros en los que gente como Charles Dickens, Edgar Allan Poe, Jane Austen, Lord Byron o Wilkie Collins se convierten en los detectives improvisados de una serie de misteriosos asesinatos. El debutante en estas lides James Reese ha tenido la feliz ocurrencia de juntar a Bram Stoker, todo un icono de finales del siglo que nos ocupa, con la tópica amenaza de Jack el Destripador. Por supuesto no es la primera vez que Drácula o personajes relacionados se mezclan con la figura del
mítico asesino de Whitechapel, pero aquí la novedad radica en darle la voz cantante a su creador: el señor Stoker. Del cual se descubre que guardaba un dossier secreto que contenía un diario desconocido –acompañado de varias cartas y recortes de periódico- y que ordenados por el editor de esta reliquia bibliográfica revelan que aquel irlandés loco, tal y como lo llamó Louie en la saga vampírica de Anne Rice- tuvo bastante implicación en la trama del destripador londinense.

Hice todo lo posible por sumergirme en la trama y que el libro me resultara cuanto menos digno, dentro de un género tan manido como el de los pastiches policiales –y literarios- con el viejo Jack de por medio. Y aunque la novela de Reese tiene un arranque prometedor y al menos una primera parte realmente interesante, la historia se desinfla cuando irrumpe el caso del destripador en escena. El efecto meta ficcional de los primeros capítulos consigue crear buenas expectativas pero el verdadero meollo de la cuestión llega demasiado tarde, se despacha demasiado deprisa y contiene demasiadas convenciones como para ser disfrutable; lo cual hace de este “Dossier Drácula” una experiencia divertida y con cierto rigor, pero a la vez frustrante, fallida y, en algunos pasajes, directamente idiota. Pero no nos adelantemos.

Stoker siguiendo a su jefe Henry Irving, a punto de coger un carruaje.

Tras la introducción de rigor del supuesto compilador de este misterioso dossier que ningún estudioso de Stoker conocía, suspendemos la incredulidad y nos introducimos de lleno en la época victoriana de la mano del famoso escritor y sus diarios y cartas. En ellos, se cuenta su iniciación a la orden del Amanecer Dorado, y como en ese primer ritual una encarnación espiritual toma forma y acabará sembrando el terror en la ciudad. Esta estructura narrativa será llevada a sus máximas consecuencias, incluyendo constantes notas al pie de página en la que se aclaran algunas cuestiones relativas a la vida de Stoker o al siglo XIX para los no iniciados, dando verdaderamente la impresión de ser un texto descubierto. Precisamente este subterfugio novelístico es lo más atractivo de la propuesta; Si el lector decide entrar en el juego y dejarse llevar aprenderá mucho sobre la época, sobre la vida de Stoker en Londres cuando era el representante –o perro faldero, según algunos- del gran actor Henry Irving y su teatro londinense. Así como todo un muestrario fascinante de personajes relacionados que harán las delicias del buscador de cameos: desde el mismísimo Rossetti (y la mención a la recuperación de sus poemas del ataúd de su amada Elizabeth Siddal) a Lady Jane Wilde –genial madre del famoso Oscar- pasando por la amplia correspondencia de Stoker con Walt Whitman.


Precisamente esta larga exposición de antecedentes, preparativos y retratos fascinantes de la época tratada (con Stoker como centro, por supuesto) hacen que sea más chocante el poco desarrollo que tiene la parte supuestamente principal de la obra: la intriga policiaca. Tras dedicar casi 400 páginas a todo esto, en las que apenas hay acción ni elementos siniestros –y que no por ello se hacen tediosas, ojo- se quiere tirar todo por la borda e iniciar una persecución del Destripador que a pesar de estar insertada en las escasas ciento y pico páginas finales se hace tediosa y repetitiva. Todo se desmadra, la trama se agiliza porque parece que sabe que se está acabando y acabamos perdiendo el interés por unos personajes cada vez más aburridos. El retrato tan bueno de Stoker y su entorno de la primera parte se vuelve infantil en la segunda. ¿Era necesaria tanta exposición y tantos detalles psicológicos sobre el escritor de “Drácula”, por ejemplo sus sentidas misivas a Whitman, si después tendrán poca o nula relevancia en la historia general? La trama de fantasía –que incluye posesiones demoníacas, voces en la noche y algo de acción ectoplasmática- está torpemente desarrollada en una historia que en general parece descompensada. Como si Reese se lo hubiera pasado en
grande dedicando páginas y páginas a la parte de documentación que prima en el primer tercio del libro, y hubiera en cambio querido terminar su historia de golpe y porrazo con la típica y comercial excusa de añadir elementos del best-seller más machacón, ligados a la trama del Destripador.

En cuanto a ésta, queda sumamente resumida en tres o cuatro elementos que ni siquiera parecen bien documentados. La historia presenta como sospechoso al americano Francis Tumblety, hace tiempo descartado. Y por supuesto pone de secundario de lujo al eterno inspector Abberline, a pesar de que se sabe de sobras que no fue tan importante en la investigación del destripador como nos quiere vender el cine (vía Michael Caine, por ejemplo). Stoker y sus amigos –patéticamente autoproclamados “Hijos de la Luz”- persiguen el fantasma que acecha por los barrios de prostitutas londinenses y cada vez que una víctima famosa cae, se nos regala con un informe policial que detalla sus mutilaciones. Luego Stoker and Co. reflexionan sobre el tema, hacen más planes y se reafirman en la importante tarea que tienen entre manos. Esta misma estructura se repite capítulo tras capítulo y puede acabar provocando sopor o, en su defecto, tremendos deseos de saltarse páginas y terminar el repetitivo relato de una buena vez.


Por supuesto todas estas aventuras y esta inmersión en la oscuridad se supone que darán alas a Stoker para escribir “Drácula” unos años más tarde. La novela de Reese hace el clásico juego ficcional de hacer que el escritor protagonista se tope con algunos de los elementos que luego incorporará a su obra maestra y de los que aquí podemos destacar la visita a un manicomio para interrogar a un loco carismático –remedo de Reinfield-, la presencia de una amenaza sobrenatural, la aparición de algunos nombres reales que luego serán importantes en la ficción –Harker o Carfax, entre ellos- y la constante persecución de
un oscuro personaje por las oscuras esquinas de un Londres iluminado por la
luz de gas. Es realmente irónico como el autor intenta hacer una especie de anticipación histórica de “Drácula”, evocando la trama de la novela y su estructura epistolar, para acabar cayendo en el mismo fallo de la novela original: una última parte morosa y que incluye una persecución que acaba resultando reiterativa antes que emocionante.

Quizás si Reese hubiera decidido escribir una novelización de la vida profesional de Bram Stoker en Londres sin añadir absurdas tramas detectivescas, estaríamos ante un libro de cierto interés. Al menos desde el punto de vista del entretenimiento. Pero con un desarrollo irregular, un arranque denso y documentado y un final tan anti climático, la novela concluye varada en tierra de nadie. Quizás divertida para aquellos que busquen algo ligero o les interese saber un poco más sobre Stoker y la época del Destripador, pero insuficiente para los que sepan ya de que va el asunto o sencillamente necesiten una historia más trabajada.

3 comentarios:

Nit dijo...

Por lo que cuentas me pregunto (de nuevo, por enésima vez) si algunos aún saben de que va lo del trabajo de "editor". ¿Tú que crees?

(Y por cierto, lo de las notas a pie, yo sólo lo he visto genialmente usado en una novela moderna en Jonathan Strange & Mr Norrell, con la que me reí horrores.)

Oscar dijo...

Pues primero, permite me felicitarte sinceramente por la entrada. Esta magníficamente escrita y carita como la luz del día. La verdad es que con la cantidad de pastiches sherlockianos que leí en su día (y que son los únicos que sigo leyendas a veces) descubrí que con pocos su tipos literarios es tan frecuente tener que hacer de tripas corazón, cerrar los ojos y saltar al vacío, ignorando la portada del libro el nombre del escritor, muchas veces tan ridículo o la trama esbozada en la contraportada. Le damos concesiones a libros basados en nuestros héroes conocidos precisamente por eso, por hablar de quien hablan, que nunca franquearíamos a cualquier otro libro ("Shelock Holmes contra Fu-Manchu", Dios mío, cada vez que recuerdo haberlo leído....). En cualquier caso todo debe tener un límite y con esta crítica tu se lo has puesto a este libro. Y a muchos otros.

Saludos.

El Abuelito dijo...

A mí esta moda de poner escritores célebres a hacer de detectives, que en principio pudo hacerme gracia, hoy me parece de lo más estomagante y cansino... Además de verlo como recusrso barato para enganchar de algún modo a los fans de aquellos autores, síntoma, me parece, de poco fuste liteario y escasa fe en los propios recursos...