Cuando miramos atrás en la historia de los cómics, podemos diferenciar
claramente entre los autores que nacieron para perdurar y los que simplemente
hicieron un trabajo, sea este bueno o malo. Joe Kubert es una de
esas maravillosas excepciones que ha dado el medio, en el sentido de que la
pasión, el sacrificio y la entrega que este excepcional artista ha aportado a
las viñetas sólo pueden definirse como la obra de un verdadero enamorado de las
mismas. Podemos glosar su trayectoria como alguien ligado a la industria desde su nacimiento,
además de imprescindible para su evolución. El hecho de que Kubert haya pasado
por todos los estados de la historia de los cómics: desde las tiras
humorísticas hasta la novela gráfica adulta, pasando por los cómics de raiz
"pulp" y, cómo no, los de superhéroes, nos dan una idea de cómo su propio
desarrollo como artista es el mismo que los propios cómics han tenido.
Demostrando que estamos ante un autor siempre a la última.
Receptivo a las nuevas vías expresivas de cada época
y, ante todo, un importante revulsivo para hacer avanzar un estilo que en sus
manos jamás ha resultado caduco. Lo suyo siempre ha sido innovar y cambiar de
género, porque al fin y al cabo su maestría le daba alas para ofrecer
impresionantes dibujos, ya fuera en el género de terror, suspense, westerns,
etc… Mejorando y afinando su estilo con los años. Y si tenemos en cuenta que
este icono de los comics comenzó a dibujar desde su misma infancia (y que publicó su
primera historia a la tierna edad de 12 años), podemos hacernos una idea del
desarrollo tan rico en posibilidades de su lápiz. Desde sus raíces como
enamorado del estilo de Hal Foster, hasta su explosión como un artista único.
Es Kubert poseedor de un estilo inmediatamente reconocible que ha influenciado a varias
generaciones y sin miedo a probar nuevas vías y posibilidades dentro del noveno
arte, lo cual le acerca al maestro Will Eisner. Desde la ilustración pura y
dura hasta la obra gráfica de autor, pasando incluso por los comics en “3D”,
como su mítico “Tor”. La clave siempre ha sido para él incluir ese “algo”
extra, que hace que de entre toda la marabunta de dibujantes que han
embellecido la historia de los cómics, tengamos que destacar su aportación como
la de un maestro.
Si hay algo que siempre he amado de su forma de
enfocar la narrativa gráfica es como, a pesar de la época tan temprana en la
que empezó a dar forma a los héroes de cómic, el tono nunca ha sido del todo
luminoso o agradable. Su Hawkman, su Sargento Rock y su trabajo para portadas
de todo tipo de colecciones siempre me ha sugerido una expresividad
emocionante, oscura, casi siniestra en su innovador enfoque. Si comparamos su
producción en los años 50 con la de sus ilustres compatriotas podremos ver que
el señor Kubert parecía ir a lo suyo, jugando en una liga distinta. Y no nos
cuesta ningún esfuerzo sentir escalofríos ante el perfecto movimiento físico de
sus personajes y el impacto de sus ilustraciones de cubierta.
Pero si hay algo que nos sugiere su estilo gráfico es un dinamismo, con encuadres
llenos de acción que casi parecen salirse de las viñetas o de la
correspondiente “cover”, muchos años antes de que Neal Adams comenzara a
revolucionar el medio. Es evidente el mérito del genial Adams, pero está claro
que su camino le debe mucho a los primeros rupturistas del cómic de
superhéroes, entre los cuales tenemos que situar a Joe Kubert en uno de los más
altos lugares de honor. El “As Enemigo” de Kubert fue, obviamente, la principal
inspiración de Adams en aquel mítico episodio de su etapa en Batman, “Ghost
From The Killer Skyes”, donde vemos a un villano que tiene los rasgos ominosos
–aunque nobles- que Kubert supo trasferir al clásico personaje de DC.
Volviendo a mi opinión sobre la “oscuridad” de su propuesta, no tengo más
remedio que hacer mención de nuevo a su mítica versión del Sargento Rock (en la
que se han tenido que mirar todas las posteriores). Si hay algo que transmite
la mirada de este personaje en manos de Kubert es experiencia y desolación. La cara
amarga de un veterano de guerra que ha combatido demasiado, pero que continúa
en la brecha porque el deber le obliga a ello sin importar el dolor que pueda
llegar a sentir en su interior. Quizás el haber servido en el ejército le
sirvió al artista para plasmar una realidad bélica nada complaciente con el
género. Lo quisiera él o no, el toque siniestro de estos cómics (y otros como
“The Haunted Tank”) parecían emanar cierto toque anti-militarista a pesar de
sus mensajes, en el sentido de mostrarnos una realidad –la del ejercito- que
estaba quizás llena de hombres buenos y valientes, pero que carecía de glamour
y compasión. En una época en la que muchos artistas repetían los mismos
esquemas, esta modernidad impacta por su cruda desnudez. Y lo mismo podríamos
decir de las escenas de acción que salieron de su pluma, vigorosas y con un
movimiento casi cinematográfico. La majestuosidad del vuelo de Hawkman alcanzó
nuevos niveles de excelencia en sus manos, llevando al lector en un viaje
trepidante que pocos artistas pueden lograr transmitir con éxito.
Y volviendo a
nuestro admirado señor de la noche, no puedo dejar de mencionar su portada para
“Detective Comics” # 350. En un año como 1966, con uno de los Batman más pop y
amables de la historia, debió suponer un gran impacto ese señor de la noche
estilizado y oscuro, de siniestros rasgos. Con algunos elementos (largas orejas, capa llena de
movimiento y sombras) que hasta la llegada de Neal Adams no volveríamos a
disfrutar. Una muestra temprana del retorno a las sombras que el cruzado con
capa estaba necesitando a gritos y que no se concretaría hasta algunos años
después, ya con Adams a bordo. Nueva muestra de que el arte hosco de Kubert,
lleno de alucinantes curvas y sombras que parecen moverse, fué fundamental
en la educación de otros gigantes de la historieta posteriores como John
Buscema, Berni Whrightson, Gil Kane, Ernie Chua y tantos otros.
¿Y qué decir de sus dos hijos? Adam y Andy han demostrado lo que significa ser un auténtico profesional de los cómics, alejado de la pose de estrellas de algunos de sus colegas. Cosa normal, teniendo en cuenta la benéfica influencia que han recibido de Kubert padre. Andy tuvo la difícil papeleta de sustituir a Jim Lee en los mutantes de Marvel y desde luego aprobó con nota. Nosotros, fans del murciélago, no podemos olvidar su excelente trabajo en la reciente etapa al frente de la colección titular junto a Grant Morrison. En cuanto a Adam, inolvidable su Lobezno y su corta, pero intensa, etapa junto al gran Peter David en “Hulk”. Los dos son excelentes dibujantes, eso está claro, pero algo para mí igual de importante es como son dos “profesionales” del género superheroico. En una época en la que un artista joven dibuja tres cómics, dos portafolios y poco más, consiguiendo una fama que le hace dormirse en los laureles, es realmente reconfortante que exista gente como ellos. Verdaderos artesanos llenos de amor por su trabajo, al estilo de clásicos como George Pérez.
¿Y qué decir de sus dos hijos? Adam y Andy han demostrado lo que significa ser un auténtico profesional de los cómics, alejado de la pose de estrellas de algunos de sus colegas. Cosa normal, teniendo en cuenta la benéfica influencia que han recibido de Kubert padre. Andy tuvo la difícil papeleta de sustituir a Jim Lee en los mutantes de Marvel y desde luego aprobó con nota. Nosotros, fans del murciélago, no podemos olvidar su excelente trabajo en la reciente etapa al frente de la colección titular junto a Grant Morrison. En cuanto a Adam, inolvidable su Lobezno y su corta, pero intensa, etapa junto al gran Peter David en “Hulk”. Los dos son excelentes dibujantes, eso está claro, pero algo para mí igual de importante es como son dos “profesionales” del género superheroico. En una época en la que un artista joven dibuja tres cómics, dos portafolios y poco más, consiguiendo una fama que le hace dormirse en los laureles, es realmente reconfortante que exista gente como ellos. Verdaderos artesanos llenos de amor por su trabajo, al estilo de clásicos como George Pérez.
Y esa profesionalidad les viene, cómo no, de la raíz paterna. Ambos
vástagos son parte de una estirpe que ha influenciado, como dijimos, a gran
cantidad de dibujantes, no sólo a aquellos con los que Joe comparte glóbulos
rojos. Desde los artistas legendarios que antes he mencionado –de ahí la definición
para Kubert de “maestro de maestros”- hasta multitud de autores de todas las
épocas y nacionalidades. Sin ir más lejos yo siempre he observado una fuerte
influencia de este clásico en Jordi Bernet, uno de nuestros más famosos y
laureados dibujantes. Desde luego podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que
Kubert es uno de los maestros espirituales de gran parte del cómic
moderno.
1 comentario:
Joder, qué malísima noticia... era el mejor, con permiso del Dios Kirby... un grande de los que hay bien pocos, capaz de levantar cualquier guión por truño que fuera... Hace poco pude hacerme con buen número de sus Tarzanes, dignos de codearse con Foster y Russ Manning, conservador del genuno espíritu de Burroughs...
No me había enterado: menudo disgusto...
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