De pura sorpresa nos enteramos a primeros de año que “El Jardín Colgante”, la segunda novela de la llamada “Trilogía de la Muerte” de Javier Calvo, había ganado el “Premio Narrativa Breve” de Seix Barrall. Admito que en mi caso no fue tanto la alegría por un galardón merecido –Admirable es, además, que se lo haya concedido precisamente uno de los pocos premios literarios libres de sospecha en este país- sino el saber que al fin Calvo volvía a publicar tras un par de años de espera tras su anterior y soberbia “Corona de Flores”, que fue la primera parte de esta saga barcelonesa ácrata, detallada en su deconstrucción de las convenciones narrativas e ideológicas del género negro, así como apasionante y lúcida. Así pues, de las “…Flores” decimonónicas de la primera piedra de esta trilogía, pasamos ahora al “…Jardín”, en un continuo espacio-temporal simétrico en extensión y lleno de psico-geografía oscura, violencia desatada y personajes para el recuerdo. Aun no sabemos cómo florecerá esta línea botánica que parece recorrer la saga de Javier Calvo como si fueran enredaderas manchadas de sangre, pero con dos primeras entregas tan memorables es lógico esperar un gran final.
"Que felices nos las veíamos"
Y esto sin necesidad de seguir un orden de lectura cronológico, claro. Mientras que la primera entrega transcurre en 1877, “El Jardin Colgante” da un salto de 100 años para situarnos en la Barcelona de la transición. Un auténtico hervidero de servicios secretos, espías, revolucionarios que devienen terroristas y todo cubierto por dos entes de poderosa narrativa, tangible uno y abstracto el otro. El primero sería el meteorito que acaba de caer sobre la ciudad condal, inundando de ceniza sus convulsas calles, y el otro es una especie de estado fantasma que está surgiendo de los escombros (¿O de nuevo cenizas?) del régimen franquista. En este entorno seguiremos las peripecias de un agente del orden y de un infiltrado que camina por el borde de la deserción, cayendo en las redes de un grupo de revolucionarios/terroristas/sectarios que acabarán recalando en una isla con ecos de la Guyana del Reverendo Jones. El meteorito es una poderosa metáfora de la reconstrucción tras la destrucción, y la posición de Calvo ante este futuro que promete la transición no puede ser más negativa, pero eso es mejor dejarlo al criterio del lector y que lo descubra por si mismo. Solo decir que la conclusión –literal y simbólica- del libro es devastadora e inquietantemente posible, en una época tan extraña y extrema como la que se nos retrata.
Cráter original del meteorito que cayó en Barcelona. ¡Ah, no! Perdón, que es ficción.
Pero no es eso todo lo que ofrece “El Jardin Colgante” en sus abundantes páginas –que se leen tan en un suspiro como ya se leían las de “Corona de Flores”-, sino que una alegoría tan negra como la que lleva a cabo el escritor sobre la polémica transición, no está exenta de momentos de humor y una rara humanidad. Los personajes conducen la trama a través de un trepidante viaje en el que puede pasar cualquier cosa, por estrafalaria, violenta o cómica que sea. Aristides Lao, símbolo casi icónico del nuevo sistema que nace, es una fría máquina de calcular que pasa su tiempo encajando piezas de puzzle de una forma inquietante, como si de fractales de pesadilla se tratara. Pero, al igual que el topo Teo Barbosa (o cualquier otro personaje del libro) no estamos ante un estereotipo, sino ante alguien con flaquezas reales e imperfecciones delirantes –véase su metafórica obsesión con la uniformidad de las paredes, o la presencia de su madre-, que nos lo hacen más vivo dentro de un entorno que página a página se va volviendo pesadillesco. Y dentro del cual tardaremos bastante en captar las implicaciones de lo que se nos quiere contar. ¡A Dios gracias que todavía hay libros imprevisibles en tan aciagos días! Al mismo tiempo que avanzamos a gatas por los entresijos de los servicios secretos, Calvo también se toma su tiempo para mostrar de forma detallada la experiencia de Barbosa como revolucionario. De la resistencia pasiva a la armada, y de ahí a lo más descarnado y etéreo a la vez. Una vez más no pienso desvelar nada de este fascinante viaje interior del personaje, pero os puedo asegurar que no se escatima en reflexión, decepciones, filosofías con un pie en el fanatismo, amor y violencia sin freno. Como si una vez que se pone en marcha la rueda de la oposición –o del simple pataleo-, no quedara más que dejarse llevar o ser aplastado. Algo parecido ocurre durante el resto de la obra con todos los personajes, reacios a admitir su condición de escombros de lo nuevo. Piezas de ajedrez situadas en un tablero que no comprenden. ¿O debería decir piezas de puzzle?
En definitiva, estamos ante otro puñetazo en la cara de la pluma de uno de los narradores incontestables del actual panorama español. Si hay una evolución de mérito en el panorama narrativa actual es la suya. Personalmente amo también sus primeras obras –“El Dios Reflectante”, “Mundo Maravilloso” y, especialmente, “Los Ríos Perdidos de Londres” eran fuente de múltiples alegrías para el lector atento-, pero ante este “Jardín…” uno no puede más que dejarse llevar, arbusto tras arbusto, y quitarse el sombrero en cada esquina. Ritmo perfecto, personajes que palpitan y una trama a prueba de bomba (y meteoritos) bullendo de humor, drama, horror, suspense y emoción. Todo en uno. Sobreviviendo a “nocillas”, a “poperías” varías, a “after-shits” e incluso a sí mismo, Javier Calvo ha decidido seguir su rumbo en continua evolución y ascendencia a una posición privilegiada en nuestras letras: la del autor que habla sobre lo que le da la gana y como le da la gana. Sin dobleces ni modas. Literatura en estado puro, vaya.
"Que felices nos las veíamos"
Y esto sin necesidad de seguir un orden de lectura cronológico, claro. Mientras que la primera entrega transcurre en 1877, “El Jardin Colgante” da un salto de 100 años para situarnos en la Barcelona de la transición. Un auténtico hervidero de servicios secretos, espías, revolucionarios que devienen terroristas y todo cubierto por dos entes de poderosa narrativa, tangible uno y abstracto el otro. El primero sería el meteorito que acaba de caer sobre la ciudad condal, inundando de ceniza sus convulsas calles, y el otro es una especie de estado fantasma que está surgiendo de los escombros (¿O de nuevo cenizas?) del régimen franquista. En este entorno seguiremos las peripecias de un agente del orden y de un infiltrado que camina por el borde de la deserción, cayendo en las redes de un grupo de revolucionarios/terroristas/sectarios que acabarán recalando en una isla con ecos de la Guyana del Reverendo Jones. El meteorito es una poderosa metáfora de la reconstrucción tras la destrucción, y la posición de Calvo ante este futuro que promete la transición no puede ser más negativa, pero eso es mejor dejarlo al criterio del lector y que lo descubra por si mismo. Solo decir que la conclusión –literal y simbólica- del libro es devastadora e inquietantemente posible, en una época tan extraña y extrema como la que se nos retrata.
Cráter original del meteorito que cayó en Barcelona. ¡Ah, no! Perdón, que es ficción.
Pero no es eso todo lo que ofrece “El Jardin Colgante” en sus abundantes páginas –que se leen tan en un suspiro como ya se leían las de “Corona de Flores”-, sino que una alegoría tan negra como la que lleva a cabo el escritor sobre la polémica transición, no está exenta de momentos de humor y una rara humanidad. Los personajes conducen la trama a través de un trepidante viaje en el que puede pasar cualquier cosa, por estrafalaria, violenta o cómica que sea. Aristides Lao, símbolo casi icónico del nuevo sistema que nace, es una fría máquina de calcular que pasa su tiempo encajando piezas de puzzle de una forma inquietante, como si de fractales de pesadilla se tratara. Pero, al igual que el topo Teo Barbosa (o cualquier otro personaje del libro) no estamos ante un estereotipo, sino ante alguien con flaquezas reales e imperfecciones delirantes –véase su metafórica obsesión con la uniformidad de las paredes, o la presencia de su madre-, que nos lo hacen más vivo dentro de un entorno que página a página se va volviendo pesadillesco. Y dentro del cual tardaremos bastante en captar las implicaciones de lo que se nos quiere contar. ¡A Dios gracias que todavía hay libros imprevisibles en tan aciagos días! Al mismo tiempo que avanzamos a gatas por los entresijos de los servicios secretos, Calvo también se toma su tiempo para mostrar de forma detallada la experiencia de Barbosa como revolucionario. De la resistencia pasiva a la armada, y de ahí a lo más descarnado y etéreo a la vez. Una vez más no pienso desvelar nada de este fascinante viaje interior del personaje, pero os puedo asegurar que no se escatima en reflexión, decepciones, filosofías con un pie en el fanatismo, amor y violencia sin freno. Como si una vez que se pone en marcha la rueda de la oposición –o del simple pataleo-, no quedara más que dejarse llevar o ser aplastado. Algo parecido ocurre durante el resto de la obra con todos los personajes, reacios a admitir su condición de escombros de lo nuevo. Piezas de ajedrez situadas en un tablero que no comprenden. ¿O debería decir piezas de puzzle?
En definitiva, estamos ante otro puñetazo en la cara de la pluma de uno de los narradores incontestables del actual panorama español. Si hay una evolución de mérito en el panorama narrativa actual es la suya. Personalmente amo también sus primeras obras –“El Dios Reflectante”, “Mundo Maravilloso” y, especialmente, “Los Ríos Perdidos de Londres” eran fuente de múltiples alegrías para el lector atento-, pero ante este “Jardín…” uno no puede más que dejarse llevar, arbusto tras arbusto, y quitarse el sombrero en cada esquina. Ritmo perfecto, personajes que palpitan y una trama a prueba de bomba (y meteoritos) bullendo de humor, drama, horror, suspense y emoción. Todo en uno. Sobreviviendo a “nocillas”, a “poperías” varías, a “after-shits” e incluso a sí mismo, Javier Calvo ha decidido seguir su rumbo en continua evolución y ascendencia a una posición privilegiada en nuestras letras: la del autor que habla sobre lo que le da la gana y como le da la gana. Sin dobleces ni modas. Literatura en estado puro, vaya.
15 comentarios:
Qué buena pinta tiene el libro. La verdad es que me has abierto el apetito con tu reseña. No he leído ninguno de sus libros, pero por sus entrevistas sí que parece un tipo interesante, que no tiene que demostrar nada a nadie, con pasión por la literatura y, a pesar de todo ello, y a diferencia de otros, accesible y simpático, es decir sin imposturas de enfant térrible, algo muy de agradecer.
Un saludo.
Pues si no has leido ninguno de sus libros te recomiendo también "Corona de Flores". Yo soy fan del pulp y el misterio decimonónico -creo que se nota, viendo mi blog XDD- y admito que fue leer "Corona..." y comprarme todos sus anteriores libros en rápida sucesión. "Corona" y "Jardin" son ambos excelentes.
Saludos!!
Me gustó mucho "Corona de flores" con ese anatomista majareta obligado a colaborar con la policía -genial el personaje de Semproni de Paula- tengo mucha curiosidad por ese libro ambientado en los años de mi adolescencia, a ver qué tal. Saludos. Borgo.
¡¡Pero esto que nos propone usted hoy parece un librazo, sr Wolfville!!
Desconocía completamente, la verdad, tanto libro concreto como trilogía in progress. Estaré atento...
Yo también estoy sorprendido por enterarme del nacimiento de esta obra. "Corona de Flores" fue todo un descubrimiento el años pasado también para mi. Leyéndote parece que las espadas siguen en alto. Habrá que leerlo, claro.
Empezamos bien el sábado.
Saludos
Lo acabo de terminar y estoy fascinada. Su escritura es estupenda. La trama inquietante y confusa. No conocía a Javier Calvo y ha sido sin duda, un gran descubrimiento.
Para escribir bien no se necesita insultar y las descripción de la página 6 en la que hace una alusión insultante a los autistas, está totalmente fuera de lugar. Viendole el aspecto al escritor no se necesita formar parte del autismo para parece "repugnante"...
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