“Después de haber representado la obra durante un mes, me di cuenta
de que por mi propio bien debía hacer algún esfuerzo por conservar mi
fuerza mental y física, entregándome con menos fervor a la
interpretación de mi personaje… No fui capaz de ello. El papel me exigía
mantenerme en un estado de excitación febril, así que me sentaba en mi
camerino y asumía los atributos reales del horrible vampiro. Y durante
esos años no dirigí la palabra a nadie entre bastidores mientras se
representaba la obra. Era víctima de un hechizo que no podía romper. Si
me salía de mi personaje aunque solo fuera un momento, la inquietante
amenaza del Conde Drácula desaparecía, y mi poder sobre el público
perdía fuerza.”
¿Hizo esto mismo durante el rodaje de la película? Hay varias versiones:
Bela dijo que Browning le obligó a despojarse de ese extraño ritual
para filmar las escenas. Sin embargo David Manners (recordemos, intérprete de Jonathan Harker) declaró que, en los descansos del rodaje, Bela no hacía otra cosa que mirarse al espejo y repetir obsesivamente: “I am Drácula, I am Drácula…” Por cierto, el propio Manners definió a Lugosi como “un pelmazo de los pies a la cabeza”. No olvidemos lo poco que socializaba el húngaro con sus compañeros de reparto.